Mudarse de una zona de clima semiárido a otra de clima tropical, con costumbres y hasta cultura diferentes pueden influir en la forma en que las personas organizan y cuidan de los jardines. Esto que se escribe en la oración anterior es lo que comprobé al fijar mi residencia en el sur de Florida, viniendo de Denver, Colorado. Denver forma parte del sudoeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Esta ciudad y parte de la región es conocida porque en verano el clima es seco y caliente, aunque casi no se suda; mientras que los inviernos son fríos, con nieve que en su consistencia se asemeja al polvo. ¡Vaya diferencia de clima!

La ciudad, Denver, está situada en las planicies o praderas justo al este de las majestuosas montañas Rocallosas (Rocosas). Estas praderas se extienden hacia el este hasta alcanzar los límites del estado de Colorado e incursionan en el estado de Kansas. De esa región procedían mis antepasados por línea materna, quienes cultivaron la tierra en esas praderas, criaron ganado y levantaron sus familias.

Es posible aquí que surja la pregunta, ¿por qué se muda una persona a un sitio tan distante con un clima tan disímil? A veces es por razones de tipo personal en las que interviene el afecto. La primera ciudad en el sur de Florida adonde llegué fue a Pompano Beach, que está localizada al norte de Miami, cerca de Fort Lauderdale.

Poco tiempo después de la llegada al sur de la Florida y de entrar en contacto con la nueva vegetación, descubrí plantas y flores que hasta ese momento me eran desconocidas. Poco tiempo después de mi llegada un pequeño huracán azotó el área. Este meteoro fue una experiencia nueva. Ver derribados los árboles que pocos días antes estaban florecidos y parecían robustos; comprobar que muchos edificios mostraban daños sufridos durante el huracán fue algo impactante. Fue una experiencia estremecedora para una persona del interior del país que solo había oído y leído acerca de los tornados, sin pasar por la experiencia de vivirlos.

Parece que el destino me deparaba una vida diferente, pues desde Pompano la mudanza me llevó más al sur, a Miami, específicamente a Miami Beach. ¡La playa! Algo novedoso para una persona que nació y creció alejada de las costas, tierra adentro. La historia vivida en esta parte de los Estados Unidos había enseñado a los diseñadores y constructores a adaptar los edificios y residencias a las inclemencias de la naturaleza. Por tanto, la arquitectura y el aprovechamiento del terreno eran diferentes para mí.

La traumática experiencia con el “pequeño” huracán no impidió que tan pronto como se pudo la vida girara alrededor de viajes a la playa a disfrutar del sol, la arena y el mar. La proximidad a la playa permitió el contacto directo con las palmeras, las plantas de uva playa (uva caleta) y no lejos de allí los cocoteros. Estas plantas eran totalmente nuevas en la vida de una norteamericana que procedía de las planicies. Por este tipo de vivencias que se expresan aquí han pasado muchas personas que no han tenido la oportunidad de decir o escribir acerca de las situaciones y circunstancias de sus vidas. Para algunas personas el migrar de una región a otra implica un cambio radical de estilo de vida.

Las situaciones inesperadas no terminaron cuando cesó el huracán. En menor escala algo parecido ocurrió cuando emprendí el cultivo de mi pequeño huerto en Miami Beach en la pequeña casa que compré. Estaba acostumbrada a cosechar algunas verduras y hortalizas para el consumo personal. Ya había disfrutado de los tomates, ajíes, ajos, menta y lechugas en Denver. Fue decepcionante comprobar que algunas de estas plantas no eran las apropiadas parta el clima semitropical de Miami. Este fue el momento importante en que tuve que hacer la decisión de estudiar las condiciones climáticas y la vegetación del sur de Florida. Ese fue el encuentro con el concepto de clima subtropical que es un poco menos caluroso y húmedo que el de las islas de la Cuenca del Caribe.

Indagando sobre la región del sur de la Florida tuve conocimiento del paisaje y sus características, de la influencia de la acción humana sobre el paisaje, la vegetación y hasta el clima. No todos estos temas formaban parte de mis preocupaciones anteriores. Algo considerado como propio del sur de Florida es la parte que se conoce con el nombre Everglades que en pocas palabras se define como un River of Grass. Esta definición viene por su característica abundancia de vegetación que crece en medio del agua. En este ambiente que se pregona como único en el mundo, en medio de pantano, ciénaga y exuberante vegetación abunda una gran actividad de vida animal. El ambiente propicia el fomento de mosquitos, caimanes, culebras y muchos otros tipos de animales e insectos desagradables.

En el siglo XX cuando los migrantes del norte de los Estados Unidos se establecieron en el sur de Florida, las zonas que les parecieron más seguras para el tipo de vida que conocían, cerca de las costas. Sobre esta clase de terreno trataron de reproducir los jardines que les eran familiares. En la época moderna los nuevos migrantes que proceden del sur del continente americano han traído la experiencia de sus jardines que se han aclimatado muy bien a las condiciones imperantes en esta parte de los Estados Unidos.

Junto con estos migrantes del norte de los estados Unidos ha migrado también una población urbana de hispanohablantes que se han instalado en residencias individuales; ellos han traído consigo las plantas y flores que conocen en sus propios países para embellecer los jardines. Al embellecimiento de los jardines de residencias particulares han contribuido en gran medida los norteamericanos procedentes de otros estados que se han establecido en el área del gran Miami. Esto ha cambiado por completo el aspecto del paisaje citadino. De ellos tuve mucho que aprender, pues para una nativa del medio oeste de los Estados Unidos eran desconocidos, el clima, las plantas y muchos de los vegetales que se cultivaban y se consumían en el sur de Florida de hace unos treinta años.

En los jardines de mis propiedades he aprendido a cultivar aguacate, mango, lechosa, piña, naranja, guayaba, así como plantas ornamentales de las que nunca antes oí hablar. En el sur de Florida hay que celebrar el verdor que permanece resplandeciente todo el año. Para una nativa de las planicies semiáridas de los Estados Unidos la duración de la estación y la cantidad de lluvia es a veces desesperante. Es probable que muchos de los lectores de estos escritos no acostumbren a trabajar en los jardines de sus casas, por tanto, no saben cuanto puede sudarse bajo el sol inclemente. Al final, el esfuerzo queda recompensado cuando se observan los resultados y pude decirse “es mi jardín”.