Soy dueña de una empresa de formación y asesoría educativa. Desde hace ya dos semanas mi pequeño equipo trabaja desde la casa y enfrentamos nuevos retos. Toca olvidarse de seguir percibiendo los mismos ingresos, lo que genera incertidumbre y angustia, como me imagino le está pasando a todo emprendedor, dueño de pequeña empresa y empleado. Hay que tomar decisiones, reinventarse y evitar ahogarse ante la adversidad. 

Ante las noticias de aumento de casos con COVID-19 y de fallecimientos, me siento más frágil, vulnerable y triste. Conocer personas que han perdido a un ser querido, su trabajo o que están pasando por situaciones difíciles, también me ha quitado por momentos el deseo de hacer cosas, pero recurro a mis recursos internos, sacando de adentro, para aceptar y superar cada reto que enfrento. La mente es muy poderosa y el estrés puede paralizarnos. Y no nos podemos dar este lujo en estos momentos. He decidido vivir un día a la vez, sacar tiempo para orar y meditar, compartir con mi familia, mantenerme activa y con deseos de aprender y crear. 

Ir al supermercado a hacer la compra de mi casa se convirtió en una experiencia traumática para mi. No pensé que me afectaría tanto, pero el uso de la mascarilla, el gorro, los guantes, la espera, la distancia entre las personas, la presión por terminar rápido para que otros entraran, me hicieron sentir que estaba en una película de miedo. Muchas veces la realidad supera la ficción. Si esto fue en el supermercado, no me quiero imaginar la experiencia en los hospitales. Al llegar a mi casa, llevamos a cabo un proceso de limpieza profunda de cada producto y empaque para prevenir la entrada del Coronavirus. Lavé mi ropa y me bañé de inmediato. Sentí tristeza y agradecimiento al mismo tiempo. Tristeza por lo que estamos viviendo y agradecimiento por tantas bendiciones, aún en estas circunstancias.

Estoy aprendiendo, como muchos otros, a ser resiliente. Y esto no significa que no tengamos dificultades, angustias o tristeza. Tampoco significa  ignorar lo que está sucediendo, querer estar felices a toda cosa o parecer fuertes. Significa salir adelante a pesar de la adversidad, sobrevivir, manejar los factores que generan estrés y buscar la forma de prosperar y lograr nuestro bienestar, viendo la realidad como es, pero con esperanza.

Boris Cyrulnik es uno de los especialistas que ha estudiado y escrito sobre la resiliencia y planea que el sufrimiento es parte de la condición humana y el estrés es parte de la vida, pero cuando es muy intenso puede impactar negativamente nuestras vidas. Recomienda no caer en la negación y no quedarnos solos en situaciones difíciles. Según este autor, el soporte afectivo es fundamental para superarlas. Busquemos la forma de lograrlo a pesar del aislamiento.

Tenemos más capacidad de resiliencia de la que nos imaginamos. Unos más que otros, dependiendo de nuestras experiencias familiares en la niñez, del ambiente y la cultura, entre otros factores. Independientemente de estos, todos podemos desarrollarla a través de prácticas, hábitos y conductas que incluyen fortalecer relaciones positivas y de confianza con otros, capacidad de hacer planes y llevarlos a cabo, una visión positiva de uno mismo y la capacidad de manejar emociones.

De acuerdo a Al Siebert, ser resilientes implica jugar, ser curiosos, adaptarnos, ser flexibles, aprender de la experiencia, cuidando nuestras relaciones con familiares y amigos. También requiere de comunicación, actitud optimista, capacidad creativa y la mejora continua.

En vez de pensar que no podemos, de desesperarnos o de ver la crisis como un obstáculo, miremos cada problema como un desafío e intentemos aquello que mejor nos funcione, cuidando nuestro bienestar y sanidad mientras nos redescubrimos en este proceso. De esta forma saldremos fortalecidos.