“El que no vive para servir, no sirve para vivir.” – Madre Teresa de Calcuta

Aprender a servir se hace sirviendo, en el mismo sentido que aprender a correr se hace corriendo: en ambos casos con la ayuda de un experto como guía y mentor. La integración del servicio comunitario al currículo y la práctica pedagógica fomenta el compromiso social en los jóvenes, ayudando a formar líderes empáticos y ciudadanos solidarios: o sea, mejores seres humanos. Pues servir a los demás significa participar, compartir, integrarse a la comunidad, ser ciudadano consciente; y comprende valores como la humildad, la responsabilidad, la tolerancia, la generosidad, la empatía y la solidaridad, valores que definen la humanidad. Formar jóvenes que participan en comunidad, aportando activamente y sirviendo a los demás, es empoderar ciudadanos responsables, colaboradores entusiastas, líderes solidarios. Formar para la ciudadanía es una importante misión de la escuela, y sobre todo del maestro. La comunidad educativa es el contexto idóneo para transformar el “anhelo de servir”, con el que todos nacemos, en duradera vocación de servicio.

Además de contribuir a desarrollar el compromiso social de los estudiantes, el servicio comunitario en el currículo propicia la integración de la comunidad educativa a su entorno social, aportando servicios previamente identificados y planificados CON la comunidad. El servicio solidario escolar no debe ser limosna ni dádiva ocasional, sino una respuesta orgánica a necesidades sentidas por la comunidad, y debe trabajarse como un proyecto en equipo desde su formulación. Propicio es recordar las palabras de Eduardo Galeano sobre la solidaridad: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.” Si no se rinde un servicio eficaz, de valor para la comunidad, no se cumple con uno de los propósitos del servicio solidario: aportar con respeto. No debe ser solo una simulación de servicio (un repartir funditas condescendientemente para cumplir una tarea mecánica), tiene que ser un auténtico aporte a la comunidad para su desarrollo. No tiene que ser una obra monumental, pero debe cumplirse con las metas del proyecto emprendido desde la planificación inicial, pues de lo contrario puede ser contraproducente para el continuado aprendizaje de los estudiantes, al percibir ellos que los conocimientos adquiridos en el aula no sirven en un contexto real. La comunidad también se sentiría defraudada. El servicio solidario debe ser apreciado por la comunidad, para reforzar la confianza y la integración horizontal escuela-comunidad.

Bien estructurado como un ejercicio de aprendizaje experiencial, el servicio comunitario facilita al estudiante aprender sirviendo, poniendo en práctica los aprendizajes del aula en la vida real, pero en un ambiente estructurado, y proporcionando al docente la oportunidad de observar y evaluar las competencias del alumno en acción. Ejercitando conocimientos curriculares aplicados a la realidad, los estudiantes consolidan los aprendizajes de manera más significativa. Pero el servicio solidario no sólo permite aplicar lo previamente aprendido en el aula, sino además potencia el aprendizaje de nuevos conocimientos y la adquisición de competencias para la vida, el trabajo y la participación ciudadana. Ver los resultados de sus acciones basadas en competencias desarrolladas en la escuela, motiva al estudiante a querer seguir aprendiendo más para poder servir mejor, creando ese círculo virtuoso que es el sueño de todo educador. En buen dominicano diríamos que aprender sirviendo da seguidilla.

La integración del servicio solidario al currículo no es un invento nuevo, más bien es la puesta en valor de las mejores prácticas de los educadores y su sistematización. En efecto, hace más de medio siglo que existe la costumbre de utilizar el servicio solidario como insumo pedagógico en algunos centros educativos dominicanos, como constatamos en un reciente testimonio de la Dra. Mu-Kien Sang, al escribir ella:

He dedicado mi vida a la educación. He estado en las aulas prácticamente mi vida entera. Comencé a alfabetizar cuando era apenas una niña, pues formé parte de la campaña nacional de alfabetización de la época. El grupo en el que participaba estaba coordinado por el colegio. Después, a los 14 años, en una escuela de alfabetización ubicada en el populoso barrio de El Ejido que organizaron las monjas de mi colegio. Estuve todo el bachillerato como “directora” de esa escuela que tenía los primeros cuatro grados de primaria. Al pasar a la universidad formalicé mi estatus y hasta me pagaban…

Debemos reconocer que las monjas de Santiago supieron alentar el anhelo de servir de su alumna, pues ese espíritu de servicio a la comunidad que se cultivó temprano en ella ha perdurado durante toda su vida, y hoy la líder servidora sigue aportando a la sociedad con el mismo entusiasmo. Su temprana práctica como alfabetizadora, maestra y “directora de escuela” voluntaria, sin dudas también fue de mucho provecho para sus estudios académicos y profesionales, pues la Dra. Mu-kien Sang es una brillante educadora, académica y fina escritora, la primera mujer en presidir la Academia Dominicana de la Historia y vicerrectora de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. 

Justo cuando la joven Mu-kien tuvo sus primeras experiencias de servicio solidario como estudiante-maestra en Santiago, a mediados de la década del 1960, fue acuñado en Estados Unidos el término “service-learning”, en reconocimiento de esa práctica que empezaba a extenderse y sistematizarse en centros educativos innovadores, y desde entonces se viene integrando al currículo de manera formal en muchos sistemas escolares. Usualmente traducido como “aprendizaje-servicio” o “aprendizaje basado en el servicio”, se suele abreviar como ApS; pero también se conoce como “aprendizaje y servicio solidario”, abreviado AySS. Según nos recuerda Roser Batlle, en la definición del Centro Promotor de Aprendizaje Servicio de Catalunya, ApS es: “una propuesta didáctica que integra procesos de aprendizaje y de servicio a la comunidad en un solo proyecto articulado, en el que los participantes aprenden al trabajar en actividades reales del entorno con la finalidad de mejorarlo”. Se basa en la premisa de que, “aprendemos haciendo, y haciendo el bien aprendemos mejor”. En medio siglo de práctica, se ha desarrollado una metodología pedagógica experiencial en torno al servicio solidario escolar y universitario, vinculada estrechamente con la innovación y calidad educativas, con múltiples variantes acorde al nivel de enseñanza, y una extensa literatura sobre “mejores prácticas” en contextos muy diversos. Es una metodología madura, pero en constante estado de evolución e innovación, gracias a la reflexión y comunicación entre sus practicantes, ejemplificado en nuestra región por los asociados al Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario (CLAYSS), entidad que desde el año 2000 acompaña a centros educativos en la implementación de la metodología pedagógica innovadora.

Basado en comprobadas experiencias exitosas, podemos apreciar que una de las ventajas de aprender ayudando es que el aprendizaje-servicio no requiere de grandes recursos materiales, pues los principales insumos son el tiempo, los conocimientos y la disposición de docentes y alumnos de servir a la comunidad. No es imprescindible desplazarse grandes distancias ni utilizar costosos equipos y materiales gastables, sobre todo no en las etapas iniciales. No hay que viajar a comunidades remotas en la frontera o en la cordillera, pues muchas de las mejores experiencias inician con servicios de tutoría académica, promoción de la salud, patrimonio cultural, intercambio intergeneracional (con adultos mayores o infantes) o de reciclaje y conservación de recursos en la propia institución educativa o en la comunidad aledaña, en caso de detectarse una de esas oportunidades. En la prestación del servicio comunitario, el alumno puede aprender: competencias personales e interpersonales, pensamiento crítico, formulación y realización de proyectos, ciudadanía y transformación social, así como competencias vocacionales y profesionales, dependiendo del proyecto. La ayuda puede empezar por casa, la comunidad educativa inmediata, donde, con mucha frecuencia existen sentidas necesidades de los propios compañeros y del plantel. Pero tiene que haber un claro protagonismo de los estudiantes en identificar las necesidades, en la formulación del proyecto y sus metas, y en la prestación del servicio, así como una planificación por parte del docente que permita profundizar el aprendizaje mediante la evaluación del desempeño de los estudiantes, y posterior retroalimentación y reflexión. De lo contrario se trataría de una simple actividad asistencialista puntual, y no de un proyecto pedagógico para aprender ayudando.

En el laboratorio de prácticas que debe ser el servicio solidario escolar, el educador puede evaluar el progreso del estudiante y retroalimentar al alumno para seguir profundizando los aprendizajes, reforzando y afinando las competencias curriculares. El servicio a la comunidad es una oportunidad para aprender aportando, al tiempo que reflexionar juntos sobre ese hacer voluntario y su impacto en el aprendizaje. En el proceso, el maestro también reflexiona sobre su propia praxis y puede ajustar su labor en el aula para potenciar nuevos aprendizajes en sus alumnos.

En una presentación del Lic. Gerardo Bridi de CLAYSS, la lámina titulada “Qué es el aprendizaje-servicio solidario”, expone el concepto de esta poderosa metodología pedagógica experiencial en tres simples oraciones:

-Recolectar ropa y alimentos para ayudar en un centro comunitario es una actividad solidaria.

-Estudiar horticultura para el parcial es aprendizaje.

-Capacitar y asesorar a los vecinos para el desarrollo de una red de huertos familiares en contextos urbanos con altos niveles de desocupación es Aprendizaje y Servicio Solidario.

En efecto, el maridaje del aprendizaje con el servicio comunitario produce una potente fórmula pedagógica que resuelve muchos retos actuales de la escuela, al tiempo que mejora la calidad de vida de las comunidades servidas por los centros educativos. La acción solidaria idónea no da de comer un día, sino que acompaña a los vecinos en su aprendizaje de cómo producir los alimentos frescos y sanos para su consumo diario.  La mejor forma de servir es enseñando a hacer, que es también una excelente herramienta para consolidar conocimientos del estudiante en función de agente social. La fusión de los dos elementos, servicio comunitario y aprendizaje es mucho más que la suma de las partes, transformando ambos componentes y añadiendo valor a cada uno de ellos.

El aprendizaje-servicio es un método para unir compromiso social con el aprendizaje de conocimientos, habilidades, actitudes y valores. Potencia el aprender a ser competentes siendo útiles a los demás para ser mejores ciudadanos, verdaderos líderes. El aprendizaje-servicio complementa muy bien el currículo basado en competencias que se implementa actualmente en el sistema dominicano en todos sus niveles, aportando un componente de aprendizaje experiencial que tradicionalmente ha escaseado en muchos de nuestros centros educativos. La nueva generación de educadores de todos los niveles educativos debe prepararse para utilizar el “aprendizaje-servicio” como una herramienta esencial para que los estudiantes aprendan haciendo el bien en la comunidad, aprendan a vivir mejor.