Últimamente mucha gente se acerca a mis hermanos y a mí a “informarnos” que “ya han pasado dos años” (como si esa fecha fuese a olvidarse jamás), y que, en consecuencia, “debemos aceptar” tal o cual cosa.

Además del impulso natural que me sale de responder en un tono fuerte y a veces alterado, el “consejo” me lleva a reflexionar sobre el duelo, y cuál es el tiempo “correcto” que la sociedad espera que ese proceso se lleve. En dicho contexto, como muy observadora que soy, contemplo en detalle diferentes duelos que han llevado personas cercanas a mí, y veo cómo cada una lo ha asimilado de maneras muy distintas entre sí.

En consecuencia, no existe un tiempo determinado para asimilar, entender y aceptar estos temas. Y aún si lo hubiere, me parece que como sociedad debemos reflexionar sobre cómo abordar a quien los sufre. Una cosa es acercarse a aconsejar con amor, y otra juzgar a otro por cómo ha manejado sus procesos, y peor aún, pretender aconsejar sobre algo que se desconoce. Porque, para aconsejar y juzgar hay que conocer en detalle todas las circunstancias que caracterizan esa persona en ese momento, y sus situaciones particulares.

El duelo es difícil, y para muchos nunca superable. Según la psicología, existen 5 etapas donde la última es la “aceptación”. Aceptar que las cosas sucedieron como sucedieron, y aceptar que esa persona no va a volver; que no se vuelve a oír su voz, y no se vuelve a tocar. Aceptar que sus consejos ya no están y hay que aprender a interpretar lo que esa persona “hubiese hecho” o “hubiese querido” en tal o cual situación. El que diga que eso es fácil, o tiene un tiempo específico, no ha vivido un duelo.

Por lo tanto, ejerzamos el respeto. Respeto a que el otro puede llorar, estar triste, enojarse, no estar socialmente activo, subir o bajar de peso, y que eso no debe llevar a un estigma automático que nosotros como sociedad le imponemos, cuando lo juzgamos y sobre todo cuando lo atacamos porque esa persona no se maneja como uno entiende que debe manejarse.

Encuentro importante resaltar que los duelos no son solo por muertes, es decir, muertes físicas de parientes o personas queridas. Los duelos se viven cuando se terminan relaciones importantes, se pierden trabajos o se viven situaciones de fuertes cambios que se hacen de difícil asimilación, todo lo cual conlleva “dejar ir a algo o a alguien”.

Finalmente, mi consejo como persona que sufre duelos y sabe lo que es eso, es que esos procesos se llevan: “un día a la vez”. Hay días buenos y hay días muy malos. Y, en los malos, lo que me ha funcionado a mí es soltar mi perfeccionismo y dejarme llorar, y recordar y extrañar, porque eso me lleva a sanar, en la esperanza de que, algún día, me lleve a aceptar.