Soy un obsesionado con la necesidad de que en nuestro país se haga una gran concertación entre las fuerzas políticas, la sociedad civil y los empresarios, en forma de un gran pacto social, político, económico e institucional, basado en la Estrategia Nacional de Desarrollo. El 17 de mayo del corriente año el Nuevo Diario editorializó sobre esto http://www.elnuevodiario.com.do/app/article.aspx?id=479076 y yo también escribí en sentido similar en un artículo que publiqué en Acento en 2013 http://acento.com.do/2013/opinion/209350-un-pacto-por-el-desarrollo-un-compromiso-politico-por-el-futuro-del-pais/
Hoy quiero compartir con ustedes una idea más sencilla y realizable, que algunos de mis lectores pueden aplicar en su vida diaria y con mayor impacto aun si son educadores. Para ilustrar mi punto voy a contarles una anécdota vivida aquí en Canadá:
Mi hijo, Andrés Alberto, tenía unos 5 años y llegó de la escuela diciéndome que había tenido un problema con otro niño que lo había empujado de mala manera. Mi reacción como buen dominicano fue explicarle la importancia de ser un hombre y enfrentar la agresión con valentía, devolviendo la ofensa. Para mi sorpresa, mi pequeño hijo me explicó que eso no fue necesario porque su colegio había designado en los recreos uno de sus compañeritos de curso como mediador y que esa personita resolvía los conflictos. Me dio la lección de mi vida.
Los inicios de ciclos, como el que comenzaremos el próximo 16 de agosto, son propicios a las aperturas hacia nuevas ideas, algunas no cuestan nada y tienen efecto extraordinarios. Mis padres me enseñaron que la única forma de cambiar un mal hábito era creando otro, pero bueno. Pensemos un minuto en mi anécdota, ¿qué pasaría si cambiamos la cultura del conflicto por una de diálogo? ¿Qué pasaría si me leyera hoy un director de escuela pública o privada y decidiera implantar en su establecimiento un modelo como el que se aplica en Canadá? Imaginen siendo aún más ambicioso si el Ministerio de Educación estableciera esta política de diálogo y mediación a nivel nacional. En el corto, mediano y largo plazo estaríamos cambiado el conflicto por la concertación, además de ir creando para el futuro una fuente inagotable de buenos líderes para nuestra sociedad.
Los líderes y gobernantes de las sociedades que tienen un buen desarrollo humano y social son seres con una gran capacidad de concertación, personas capaces de ser árbitros en sus sociedades. Personas que aprenden a escuchar planteamientos contradictorios y buscan concertar intereses para una cultura de paz, además de mostrar con el tiempo a los demás que hay formas alternativas de resolución de las diferencias. Apostemos a esa cultura.
En Canadá es posible, y en nuestro país también lo sería, sobre todo si comenzamos con los más pequeños y estos van educando a los mayores, como hizo Andrés Alberto conmigo hace unos años. Esto no tiene costo económico pero sí enormes beneficios para la convivencia futuro de la nación.