Para este domingo, 22 de enero, se ha convocado a las 10 de la mañana, en la 27 de Febrero con Máximo Gómez, en Santo Domingo (y en Broadway con 170 en Nueva York) una marcha contra la impunidad y la corrupción, que debe ser apoyada por todos los que creemos que tenemos la obligación de elevar, aunque sea un poco, nuestras expectativas con relación al desempeño del gobierno y de exigir de éste una administración con un mínimo de pulcritud y competencia.
Lo cierto es que las autoridades gubernamentales se han desbocado de tal forma, robando a dos manos, que es de temer que tengan varios records mundiales de sobrevaluaciones, desfalcos y estafas a cielo abierto, salarios exhorbitantes, hoyos fiscales, gastos irracionales, injustificados y sin respaldo, privilegios inauditos, depredaciones en las recaudaciones fiscales y negligencias estruendosas.
El gobierno dominicano simplemente tocó fondo en cuanto a lo flagrante de su corrupción, cuando la Odebrecht confesó haber pagado sobornos a cambio de la concesión de obras y el asunto no tiene, hasta el momento, ni una investigación fidedigna, ni un simulacro de auténtico interés, ni siquiera a los niveles más primarios.
La desmomificación de Agripino Nuñez, la cúspide del macuterismo nacional, para insuflarle vida, poniéndolo al frente en una nueva cruzada para solapar el latrocinio, puede servir para cualquier cosa (después de que le paguen espléndidamente por sus ajetreos) menos para darle credibilidad al enfangado gobierno.
Y es que se les ha ido la mano. Lo de las sobrevaluaciones de las obras realmente es para competir en Olimpíadas. Un kilometro de carretera en Alemania cuesta 116 mil dólares y ese es el precio promedio para todos los países europeos, con administraciones públicas más o menos saneadas. En lugares como España, donde la administración pública deja mucho qué desear, la construcción de una carretera en la que el kilómetro costó el doble de los que cuesta en Alemania, generó escándalo y disgusto. En América Latina, donde la corrupción en la administración pública es el pan nuestro de cada día, y se vive distribuyendo coimas y falseando precios, las carreteras suelen costar siete veces lo que cuestan en Europa.
En República Dominicana, cada kilometro de la carretera del Coral costó más de 5 millones de dólares, con lo que los dominicanos pagamos por esa obra más de 40 veces lo que realmente costó.
Aparte de la cuestionable licitación y de la imprudencia y de los inconvenientes medioambientales, desechados con exceso de prisa, las Plantas de Carbón de Punta Catalina, se desarrollan dentro del mismo molde y la sobrevaluación denunciada asciende a la exhorbitante suma 1,040 millones de dólares.
El costo del Metro daba para construir varias docenas de pirámides egipcias. Y de hecho, de ahí sacaron -de ñapa- una pirámide privada a la que llaman “El Metrico”. En la compra de los inútiles Tucanos se robaron 87 millones de dólares con la sobrevaluación del precio.
El por ciento de la educación, por el que tanto luchó la parte pensante de la población dominicana, se lo han tragado las propias autoridades son las sobrevaluaciones de los terrenos y de las construcciones.
Y es absolutamente todo que lo hacen así, mientras el país chapotea en sus miserias, en su inseguridad, en su falta de perspectivas por la precariedad educativa, el desmantelamiento institucional, la falta de un desarrollo potable y el retroceso político, con la elefantiasis ficticia y clientelar de un partido único al frente del gobierno.
Tolerarlo todo, con docilidad e indiferencia no es una opción. Anhelo un país distinto, donde se pueda vivir con algún margen razonable de seguridad, bienestar y justicia, así es que yo sí voy a la marcha, en contra de la corrupción y en repudio a la impunidad.