Las elecciones del 15 de mayo del 2016 han pasado a la historia como las peores de toda la vida democrática de República Dominicana. Se vendían como las más avanzadas y progresistas, sin embargo han resultado en una pérdida de tiempo, recursos y hasta de vidas para todos los dominicanos. Y han dado la razón a todos esos que ese mismo domingo no se levantaron para ir a votar.
El último censo de población estableció un número de dominicanos superior a los 11 millones. Y el padrón electoral ascendió a más de 7 millones. No obstante, fue un poco más de un 70% el que acudió a ejercer su voto (cerca de 5 millones de ciudadanos). Mucho menos de la mitad de la población ejerció el sufragio.
Se había hablado mucho de fraude antes de las elecciones, y más allá de las denuncias ahora lo que sí se puede tener por seguro es que estas votaciones fueron las más desordenadas. El comienzo del sufragio se vio perjudicado por las malas decisiones de un organismo llamado a ser el organizador y árbitro del proceso. Una entidad que premeditadamente causó el retraso al inicio de las votaciones con la implementación de un nuevo sistema de registro para el cual sus propios empleados no estaban preparados. Y que, a sabiendas, insistió en hacerlo de esa manera. La misma institución que se apresuró en dar la excusa de que el problema había sido la sorpresiva renuncia de miles de técnicos. Un pretexto que no ha demorado en explotarle en su cara, con las declaraciones de muchos de esos peritos que han tenido la honradez y dignidad de salir a decir su verdad.
Y todo esto porque el PLD no podía perder el Congreso. La Presidencia tal vez la tenían ganadas, culpa del voto fragmentado y de la falta de credibilidad del Partido Revolucionario Moderno. Sin embargo, el fraude era casi obligatorio al nivel congresual. Sin la mayoría en la Cámara de Diputados y el Senado no podrían aprobar préstamos, reformas constitucionales, ni ratificar o nombrar jueces en las altas cortes. No cabe dudas, la alcaldía no era necesaria, podrían darla como pequeña victoria a los opositores para mantenerlos contentos. Y ha sido esa misma avaricia la culpable de todos estos males.
Pero más allá de este desmadre previo, durante y después de las elecciones, tanto el organismo como el Gobierno insisten en unos resultados en los que nadie confía. Y lo hacen como parte de la misma estrategia de siempre: jugar al cansancio. Esperar a que la población se vea obligada por la propia necesidad de supervivencia a dejar las cosas así, a darle la espalda a los partidos de oposición que están cumpliendo su papel y que además lo hacen, ya sea por conveniencia o patriotismo, porque les corresponde.
El partido de gobierno ha alargado el conteo y reconteo, por llamarle de alguna manera, para cansar a una población que muchas veces se ha rendido fácilmente. Tras bastidores andan negociando e intentando arreglar los problemas comprando a quienes pueden y prometiendo a quienes no. Pero queda en las manos de la población aferrarse a esa oposición (cualquiera de ellos: Alianza por la Democracia, Partido Revolucionario Moderno, Alianza País, etc.), porque es la única salvación. La única voz que tienen esos millones de dominicanos. No importa que los tilden de oposición, la realidad es esa: el PLD con más de 12 años de gobierno ha logrado enemistarse a la gran mayoría de dominicanos. La nómina pública no puede, ni podrá hospedar a más de cinco millones de dominicanos porque entonces se convertirá en un paternalismo estatal que terminará en lo que es hoy Cuba o peor aún, Venezuela. Y con el constante aumento de la deuda pública y externa tampoco Grecia está muy lejos.
Ahora mismo, utilizando una metáfora que podría estar de moda: República Dominicana es un colegio, su población apartidista es el niño al que el PLD golpea, como ese bully que le quita su dinero y parte de la merienda, dejándole lo suficiente para que no grite y lo denuncie, pero amenaza con golpearlo mientras reparte con sus aliados lo que le ha robado; y los partidos de oposición, por más defectos que tengan, son los defensores de ese niño desamparado. Nos toca en estos momentos apoyarnos unos a otros sin importar colores o banderas políticas. Si se le permite al partido morado salirse con las suyas esta vez, no esperen algo diferente en las próximas elecciones.
La violencia nunca es buena pero, ¿se supone que tenemos que poner una mejilla y luego voltear la otra?¿Hasta cuándo?¿Hasta que ya no podamos abrir los ojos ni la boca y andemos amordazados, aceptando todas las decisiones como esclavos que se deben a sus amos? Ya lo decía Aristóteles, que por naturaleza nacen algunos como autoridad, quienes gobiernan y otros como magistrados, los hombres libres e iguales, y por último los esclavos. Y que incluso allí hay diferencia de esclavo a esclavo y de señor a señor. Y nosotros estamos siendo gobernados por esclavos. Y mantienen a nuestro pueblo como esclavos, obligándole a pensar con el estómago para así facilitar su mandato y fortalecerlo arrimados a sus fortunas mal habidas.