El Observatorio de Seguridad Ciudadana del Estado dominicano, presenta las siguientes cifras en temas de violencia:
Entre enero y marzo del 2019, de 240 homicidios intencionales, 159 víctimas fueron en circunstancias de convivencia, los rangos de edad donde más pasa son de 15 a 29 y de 30 a 44 años.
Los datos del 2018, informan que, se recibieron 78,152 denuncias de violencia en la Procuraduría General de la República. El 17% de estas correspondieron a violencia de género, el 75 % fueron originadas por casos de violencia intrafamiliar, y el 8% restante fueron por delitos sexuales. Dentro de las denuncias de violencia de género, el 38% de los casos corresponde a violencia física y el 62% a violencia psicológica. Si hacemos un desglose simple, tenemos que 71,900 denuncias fueron por violencia de género y violencia intrafamiliar, una media de 200 denuncias por día y 6,252, por delitos sexuales, para una media de 17 por día; incluyendo los sábados y domingos.
Ese año, se produjeron 165 asesinatos y homicidios intencionales de mujeres, aunque solo 83 casos fueron catalogados como feminicidio, por la definición del concepto que se está usando, referido a parejas y ex parejas ¿Podrían imaginarse 165 cuerpos en un mismo lugar? Nos produciría un estupor espeluznante, ¿verdad?
Estas cifras son absolutamente alarmantes, aunque parecería que no producen el impacto necesario para que tengamos políticas públicas pertinentes, adecuadas, suficientes y con los recursos materiales necesarios para su implementación. Hay que insistir en esta terrible realidad que arropa a las mujeres por su condición de mujeres. Es cierto que hay otras formas de violencia que también son terribles, la diferencia es, que, en esas otras, las mujeres también estamos incluidas como víctimas; y que en la mayoría aplastante de los casos los perpetradores, son hombres.
Hablo de esta realidad, no en la intensión de buscar “culpas”, sino de alertar sobre la transformación social necesaria y urgente que requerimos en todos los ámbitos. De ahí surge la Orden Departamental 33-2019 del Ministerio de Educación, que afianzándose en lo que dice nuestra Constitución sobre igualdad entre hombres y mujeres; en la Estrategia Nacional de Desarrollo que establece la igualdad entre los géneros como eje transversal del funcionamiento del Estado dominicano; y en la propia Ley de Educación, que afirma se debe educar para el reconocimiento de la dignidad y la efectiva igualdad de derechos entre hombres y mujeres; busca crear una currículo para la formación de seres humanos sin estereotipos y en libertad.
Yo quisiera entender que hay de malo en eso. Hay sectores que consideran que las mujeres no somos iguales en dignidad y derechos. Se inventan que es un asunto “ideológico”, y establecen como negativa una categoría de análisis, que explica como a partir de la biología se ha fundado una construcción imaginaria, que asume lo masculino como el centro del mundo y a lo femenino como lo alterno y suplementario. A estas alturas de la vida, todavía logran instalar una manipulación del discurso con una contundencia atroz y “truenan” como si fuesen dueños de la verdad, las mismas gentes que por años ocultaron abusos sexuales contra menores de edad, ejercidos por sus representantes. Y se presentan como “redentores” defensores de la “familia” y “salvadores” de la humanidad, con un discurso cuyo propósito fundamental es negar derechos.
Y como tienen mucho dinero, y mucha gente pagada, se encargan de seguir propagando el oscurantismo, se olvidan de que “un mandamiento nuevo, nos dio el Señor, que nos amemos todos, como nos ama Dios” y de que “La señal de los cristianos, es amarnos como hermanos”.
Por favor, tengamos un poco más de vergüenza. Las niñas padeciendo embarazo infantil forzado, la gran cantidad de adolescentes embarazadas, las cifras de violencia, nos están gritando que necesitamos reencauzar nuestros procesos educativos y de socialización. Estos deben ser más acordes con el respeto a la dignidad individual. Que fomenten la empatía, la solidaridad, el respeto, un compromiso ciudadano con un mejor país. De eso se ocupa la Orden Departamental que dictó el Ministerio de Educación; sectores que no quieren lo mejor para las personas, sino mantener su poderío sobre la base de la ignorancia, la están tergiversando. No caigamos en esa trampa. Dignidad, libertad, igualdad, justicia y como siempre digo, una sociedad que se funde en el amor; pero en uno que no subyugue y no discrimine. Espero que el gobierno no se deje amilanar y siga adelante con la Orden emitida para contribuir a la transformación educativa que necesitamos.