Los poemas de Lauristely desvelan una proverbial eficiencia. Cuando en “Día 19” ella dice, Lo que pasa con la tristeza es que no tiene nada de malo / tampoco nada de bueno, trata de exponer de manera simple que quizás estos temas clichosos no son tan temerarios ni tan serios y que el trabajo de quien escribe es usar los conceptos que tenga a mano para bandeársela por la vida. Y más para los poetas, que al parecer están condenados a trasegar dando vueltas y más vueltas por un sitio frío, o en llamas… como he dicho no hay que tomarse tan en serio las cosas. Días atrás alguien me tiró al cuello diciendo que yo lo que hacía no eran reseñas, sino “cosas”. De todas las barrabasadas que dijo esta persona, todavía me queda el sabor a sangre y cáscara de mierda en la boca ese comentario. ¿Qué es ser un escritor o una escritora en serio? ¿Quien escribe todos los días y publica disparates en replys de fb? ¿Quién saca un libro cada diez años y éstos son la hostia? ¿Hay una policía de la literatura? ¿Quién coño sabe con certeza nada?
¿Ves cómo te vas por la tangente desde que te abren un huequito? Tomaste de nuevo la antología que usaste para hablar de Alexéi, buscaste para releer los poemas de Lauristely. ¿Porqué te llamaron la atención estos textos? Porque me parecían demasiado simples al principio pero dejaron un perfume en ti y eso te llamaba. Por eso dejaste el libro en la biblioteca de uso, que es la que tienes en el baño. Vas a un libro a buscar un sonido de Tellerías y terminas enredado en una cúpula en donde los ecos de esta poesía hacen cópula. Dice la poeta, Un árbol fuerte necesita del viento. La tristeza es un vicio / nos hace sentir enraizadas / parte de esta tierra / de esta vida.
Con la prisa de los días te dejas llevar imantada por el deseo, me digo a mí mismo, a mí misma: ¿cuánta gente soy por dentro? ¿Cuántos lectoras o lectores soy o tengo? Omaigá Rey, ¿en serio vas a escribir estos disparates? ¿No te has enterado acaso de que afuera hay una revolución y tú estás lejos y muy viejo para canes? Vieja será tu madre, le digo a esa voz que me interrumpe y me recuerda que la verdadera vida es el obstáculo y no el espectáculo. Poemas de Lauristely, que hasta tiene nombre de poeta: Observo mi cuerpo a través del odio / hecho de piedra volcánica / no logro verlo / su destello enceguecedor y opresivo / así que lo desparramo como Diente de León / le permito existir, esparcirse, desaparecer.
¿Cuál es la obsesión de la poesía caribeña de desaparecer? Leo la poesía de Lauristely y digo antillanía en el mismo aliento, y recuerdo poetas como la boricua Karen Sevilla o Margarita Pintado, mujeres jóvenes y caribeñas que han encontrado una cierta pausa inteligente en sus versos. Ya bien lo decía el maestro Yvan Silén: “La poesía se piensa”.
Miren amigas y amigos qué belleza, y el que me deniegue lo mato: Antes de que se inventaran las palabras / en un lenguaje prístino / existió la unión sin sospecha / la cópula sin recelo del cuerpo ajeno / Comenzaste a observarme a través de las palabras / tus palabras / Mujer: Casta Puta Lujuria Madre Santa Pecado Sucia Esposa Mía Todas. Este poema se llama “Día 10: Roja 0”. Aquí se plantea una idea relacionada con la sociología de la literatura. En mis estudios sobre Aída Cartagena Portalatín he experimentado con la tesis de que la mujer, en el imaginario machista impuesto por sucesivas dictaduras, es usualmente descrita únicamente desde dos posibilidades: la madre santa o el cuero de cortina. Un ejemplo claro de este ámbito binario puede leerse en Escalera para Electra, cuando Swain, Helene y La mujer de Plácido se ven enfrascadas en un ir y venir entre esos manoseados estereotipos. Creo que quienes escribimos en el Caribe caemos en esa trampa muy a menudo. Yo lo digo con conocimiento de causa, ya que peco de esto tanto en Candela como en Los gestos inútiles.
No me vengas a mí con revoluciones ahora, ni con que estoy vieja, lejos y acabada. Ningún ningún. Ahora bien, si hay una revolución ahí afuera como dices, como sueñas, pues entonces Lauristely, su poesía y su cuerpo, están front and center en la trinchera. Y la trinchera es el amor: Desde mi escritorio blanco con motas negras o viceversa, tecleo la forma inequívoca del cuerpo visto en convexo. Poesía dura, que cuestiona los márgenes raciales que navegamos los habitantes de las islas flotantes. La escritura de Lauristely es la que busca cuerpo, la que tiene fragancia, la que te invita a tomarme de la mano, a lanzarnos a la batalla día a día, palabra apalabra.