Para Wico Sánchez, porque la vida es una cosa fenomenal.
Para Rubén Lamarche, el gigante oculto.
Para Nelson Castillo, que me hace reír.

Para Wara, Amelia, Fifi, y Bea; dog lovers, como yo.

A lo largo de mi carrera como escritor jamás he puesto mi talento para la composición — real o imaginario, no me toca a mí decirlo — al servicio de ningún líder político. De esta forma he preservado mi integridad profesional y la objetividad de mis análisis y ensayos. Algunos dirán, como no, que mis escrúpulos no son otra cosa sino la máscara de mi cobardía, y que es muy chulo mirar el juego sin ensuciarse. Sea esto como fuere, hoy quiero vencer mis escrúpulos y ensuciarme.

Y es que, considerando las alternativas que se nos presentan para este 15 de mayo — por lo menos las dos que acaparan las encuestas — me siento acorralado entre una piedra y un lugar duro, como dice la expresión en inglés, entre la espada y la pared, como decimos en castellano, o entre Escila y Caribdis, como dijo Homero. Más llanamente, el panorama electoral me presenta las opciones de morir ahogado o por estrangulamiento; de sufrir de cáncer en el hígado o en el colon; de que el balazo me lo den en la cara o en el pecho; de que me sajen la garganta o la barriga. Demás está decir que tomar una decisión así no es ningún bombo al catcher.

De tal forma — e inspirándome en los altisonantes panegíricos con que se anuncian los contendientes electorales — me gustaría proponer un candidato que supera con creces la capacidad, carisma, elocuencia, compromiso, humildad, integridad, aplomo y representatividad de quienes actualmente luchan por nuestro voto de manera oficial. Este candidato es el perro viralata de mi amiga Fifi Landestoy, y su nombre lo caracteriza: Buenagente.

Buenagente

Buenagente es decente y nunca miente. Aunque de extracción humilde, se ha dado grande y pisa fuerte. Ladra poco y jamás muerde. Come a las horas que le asigna su dueña y no se mete con la comida de perros insolventes. Se deja bañar cuando está sucio y maloliente. Está debidamente vacunado. Es obediente y — característica predominante en todo perro viralata — sumamente agradecido y consecuente.

Buenagente sabe dar amor y recibir amor. Es empático, simpático, nunca apático. Buenagente es ético, poético y profundamente pirimpimplético. Buenagente es admirablemente fotogénico.

Buenagente conoce bien las calles de nuestro país. Lo han pateado ricos y pobres por igual. Lo ha visto todo y ha pasado por todo. El conocimiento de Buenagente del intríngulis de nuestro pueblo no es babosería hipócrita y superficial. Buenagente sabe de lo que habla y habla solo de lo que conoce a cabalidad.

Buenagente es minuciosamente literal, deshabilitado para la ambivalencia a nivel genético. Lo que ves es lo que hay; lo que dice es lo que es; lo que piensa es lo que va. Buenagente no es huraño; todo lo contrario. Sociable, amigable, sincero, afable, generoso, desprendido, Buenagente trata a todos con respeto y formalidad, no importa la raza, el género, la orientación sexual, la clase social, la religión, o la especie animal.

Buenagente es un líder natural que desconoce el significado de la codicia. Nunca se sirve lo que no le toca, gruñe a quien se lo merece, defiende a los desvalidos y cree en la igualdad alimenticia.

Buenagente es chulo, chévere, y cherchoso, para nada vanidoso, extremadamente cariñoso.

Sus intenciones son transparentes; su cola, convincente; su pelaje, resplandeciente. Buenagente es benevolente, competente, congruente y viripotente. Los que lo conocemos, lo encontramos satisfaciente, sobresaliente, altilocuente, coherente, pertinente y munificente. Buenagente es un verdadero sobreviviente.

Pregunto: ¿cuál de los candidatos cuyas vallas hoy encrespan la capital puede competir con esta hoja de vida? ¿Cuál de todos ostenta un resumé tan luminiscente?

Algunos amigos me han advertido que inscribir a Buenagente es imposible porque es un perro. Me lo han dicho sin malicia. Yo me resisto a cosa semejante, porque en una boleta que se desborda de asesinos, narcotraficantes, ladrones, proxenetas y testaferros, prohibir la inscripción de un perro, por perro, es el colmo de la injusticia.

P.D. Antes de irte, llena nuestra encuesta.