Es de agradecer que el Ministerio de Cultura del Gobierno PRM avise a los paisanos, ciudadanos, contribuyentes y votantes dominicanos que la ministra de Cultura en persona va a presentar y anunciar ante la UNESCO “los planes futuros del país en el ámbito cultural”. (Véase el anuncio en la página del Ministerio en Facebook, en https://www.facebook.com/MiCulturaRD/posts/4606479236065337 ). Nos parece fundamental tener una presencia activa y alerta en la UNESCO, dados los recursos, la influencia y la visibilidad mundial de esa organización de la ONU. Todo lo que el Gobierno pueda hacer para canalizar las posibles ayudas financieras y técnicas de la UNESCO a la vapuleada cultura pública y etnicidad de los dominicanos, sin desaprovechar ni dejar pasar ninguna, está más que bien y necesita ser reconocido y respaldado.
Pero (y es un pero fundamental en medio de nuestros afanes por una democracia más auténtica y una cultura pública que le vaya a la par), a pesar de lo positivo del aspecto internacional de la noticia, a los ciudadanos dentro del país y en su diáspora que nos preocupamos por todo lo que tiene que ver con el legado cultural y la democratización de nuestra etnicidad, nos queda una enorme preocupación, inquietud e incertidumbre ante el anuncio.
¿Por qué tuvo el Ministerio de Cultura PRM (y de paso el Gobierno que representa) que esperar a llegar a París a una Conferencia de la UNESCO para que los dominicanos de a pie, los principales destinatarios de las políticas culturales del Estado dominicano, quienes financiamos con nuestros impuestos al Estado entero y quienes somos en última instancia los protagonistas de nuestra propia cultura colectiva, pudiéramos enterarnos, por fin, de que el Gobierno PRM (para recordar que es uno distinto a los anteriores) tiene de hecho unos “planes futuros del país en el ámbito cultural”?
¿No creen quienes dirigen el Ministerio que hubiera sido una iniciativa de mucha más cortesía cívica, y de mucha más coherencia, transparencia y democraticidad compartir esos planes primero (o “tan siquiera” simultáneamente) con nosotros los ciudadanos dominicanos protagonistas de la cultura dominicana?
¿Es demasiado pedir que en 2021 un Gobierno, un Ministerio, tenga el detalle democrático de informarle primero a su ciudadanía, a los múltiples grupos de activistas y gestores culturales de la sociedad, que son los actores primerísimos de todo lo auténtico que se hace en el ámbito cultural público dominicano –desde el teatro más europeizante de Bellas Artes hasta los más humildes, remotos y autóctonos grupos de la centenaria música de palos o atabales–, sobre lo que el Ministerio de Cultura PRM que dignamente encabezan quiere y proponer hacer, con los recursos que el Gobierno Central tiene a bien aportarles hoy en día, en pro de esa cultura nacional colectiva que entre todos protagonizamos?
Se entiende la importancia de la UNESCO, claro que sí, y se entiende la visibilidad y repercusión probable a nivel internacional y mundial, de todo lo que en esa Conferencia se exprese y se plantee. ¿Pero tenía que ser la UNESCO (y, digamos, el resto del mundo) quien se entere primero de lo que el Gobierno PRM quiere hacer al servicio de los ciudadanos dominicanos que lo eligieron, o que promovieron el diverso movimiento de opinión nacional que les permitió llegar al poder, o que en todo caso son los receptores legítimos y legales de las políticas culturas del estado? ¿Exige acaso la UNESCO a los gobiernos del mundo que cuando asistan a su Conferencia anual sea allí donde, primero y antes que nada, los gobiernos informen sobre lo que pretenden ofrecer y aportar y hacer en beneficio de sus ciudadanías en materia cultural?
En última instancia, ¿Vamos a tener los dominicanos que esperar a la intervención de la Ministra de Cultura ante la Conferencia de la UNESCO para saber y comenzar a evaluar lo que su Ministerio propone como prioridades para poner en movimiento una iniciativa realmente nacional (que se sienta en todos los ámbitos del país, no solo en el edificio del Ministerio, en “La Capital” o en Santiago de los Caballeros) de promoción de los distintos aspectos de nuestra cultura? ¿No merecemos nosotros los ciudadanos (y al menos nuestros representantes electos en el Congreso Nacional) un gesto de prioridad comunicativa e informativa democratizadora de parte del Ministerio en cuanto a cómo piensa responder, en estos tiempos de enorme estrechez y parálisis en todos los ámbitos, a nuestro enorme reto cultural actual como nación, como sociedad?
¿Cuánto prestigio, recursos, personal, capacidad de acción o apoyo presidencial perdería el Ministerio de Cultura si tuviese el gesto de entregarnos a nosotros los ciudadanos su propuesta de plan de política cultural antes de tener que esperar, como si fuera una obligación, presentarlo a una UNESCO y a un mundo que al fin y al cabo no son ni sus destinatarios directos, ni sus potenciales beneficiarios ni –en última instancia— sus dueños soberanos? ¿Qué malo le va a pasar al Ministerio de Cultura si publica un plan estratégico fundamental para la nación que ya tiene hecho y confeccionado, de modo que los ciudadanos ganemos tiempo y podamos comenzar a evaluarlo y a entenderlo, reduciendo la ansiedad y el desasosiego que a muchos nos produce, a un año y medio largo de haber sido electo el Gobierno, el no saber a ciencia cierta qué piensan hacer quienes ocupan el estado con el tema enorme de nuestra cultura?
Es una situación que algunos no podemos entender, y lo menos que necesitamos colectivamente en estos tiempos como conglomerado nacional es no entender lo que nos pasa y lo que nuestros gobiernos pretender hacer con la sagrada responsabilidad de administrar la cosa pública a nuestro nombre, en este caso la cosa cultural.
Sinceramente creemos que el plan que haya hecho o esbozado este Ministerio de Cultura sobre el futuro de su gestión de la cultura pública dominicana merece ser compartido (y conviene compartirlo) de inmediato de una manera igualmente pública y haciéndonos sentir, siquiera sea con un gesto, que el Ministerio está sobre todo al lado de la ciudadanía, más que al lado de entidades internacionales que, por importantes que sean, y lo son, no tienen su corazón tan directamente involucrado en nuestra cultura y sus complicaciones como nosotros mismos, por mucho que nos quieran y nos respeten.
Creemos que sería también una manera adicional –y mientras más, mejor para nuestra democracia– de insuflar a la política cultural del gobierno, de una modo visible y palpable, esa promesa de transparencia y cercanía cívica que el presidente Abinader con frecuencia nos menciona en sus discursos.