Dentro de la visión del desarrollo humano y el progreso social que promueve el Consejo Regional de Desarrollo, Inc, (CRD), cierto es que en nuestra nación al igual que las demás países que integran la población mundial, detenta criterios claros en torno a la definición de la delincuencia, al entenderla, como el fenómeno de delinquir ò de cometer actos fuera de las reglas y normas conductuales que impone y requiere toda sociedad.
Sin embargo, pese a los conceptos referidos, conforme a los diversos estudios sobre el tema en cuestión del organismo de desarrollo, es poco los que cada ciudadano y nuestras instituciones se han propuesto conocer sobre las verdaderas causas por las que un joven pueda quedar atrapado en un modo de vivir que le sumerge en un estado delincuencial, además, cómo lograr con eficiencia que el mismo salga de tan lastimosa situación.
Soportando en dicho contexto y realidad social, estima indispensable encarar al fondo de la problemática, a través de las alternativas recogidas en este trabajo, para permitir encauzar armónicamente la paz y el desarrollo social, además de consolidar los factores que garanticen la seguridad ciudadana.
Causas motivadoras de la delincuencia:
Conforme a las conclusiones contenidas en los estudios del CRD, las causas pueden ser orgánicas, fisiológicas y patológicas, además sociales, debido a las influencias externas originadas por el entorno en el que se desarrolla cada persona los primeros años de su vida, como por la carencia de afectos y atención por parte de los padres ò simplemente por una mala orientación.
Al respecto, visualizan que las actividades ilegales que desarrollan jóvenes, cuyas conductas no discurren por las normas sociales aceptadas, ni siguen las mismas pautas de integración que la mayoría, no surgen repentinamente, sino que forman parte de un proceso gradual de socialización desviada que poco a poco se va agravando. Este proceso recoge que se manifiesta más agudamente en la adolescencia, cuando el joven está más capacitado para realizar acciones por cuenta propia.
Con relación a lo anterior citado, agregan que entre adolescentes no se puede considerar la existencia de un solo tipo de delincuente, ya que se observan entre ellos diferentes modos de comportamiento y actos de distinta gravedad. En algunos jóvenes la delincuencia es transitoria, utilizándola para llamar la atención, mientras que para otros se convierte en una norma de vida. Cuanto más joven sea el delincuente, más probabilidades habrá de que reincida, y los reincidentes a su vez son quienes tienen más probabilidades de convertirse en delincuentes adultos.
Contemplan pues, que los niños colocados en un medio muy pobre o que viven en condiciones difíciles están fuertemente tentados a descifrar su existencia por el robo o por la búsqueda de consolaciones dudosas, ya que el medio en que se han formado ejerce en ellos una influencia disolvente golpeadora de la vida moral.
Como agravantes a los anteriores señalamientos, que hoy en día los medios y familias más afortunadas en cuanto a riquezas materiales son cultivos para la formación de delincuentes, debido a los tristes dramas y los vacíos espirituales y familiares que padecen, en estas familias los niños disponen de mucho más dinero y comodidades que otras clases, lo que dá por resultado que la sociedad haga nacer nuevas y grandes necesidades que sólo pueden ser satisfechas por actos represivos y delictuales.
Pondera que muchos padres se convierten en actores de la formación de los delincuentes por olvidar inculcar a sus hijos los valores morales, la integridad moral y la dignidad que todo hombre y mujer debe tener; además, por su falta de discernimiento para dar soporte a sus hijos engendrados en familias disociadas o en que las priman la falta del entendimiento y diálogo entre sus dos principales cabezas: El Padre y la Madre.
En dicho proceder, asume que los niños que ven a sus padres disputarse entre sí, juzgan a la sociedad en su conjunto sobre el mismo modelo, y llegan a creer que ellos también deben defender violentamente su punto de vista si no quieren ser aplastados.
Une a lo anterior, los impactos negativos de la severidad excesiva, al entender que cuando los padres son muy exigentes pretendiendo mediante la fuerza y la violencia hacer perfecto al niño y al adolescente, hacen nacer la rebeldía en el lugar que debe ocupar en ellos, la honradez y la no delincuencia.
Directrices sugeridas por el CRD:
Para cambiar de rumbo en el crecimiento sin control de la delincuencia, llama denunciar los errores de la educación en el hogar y en nuestras instituciones, como también corregirlos, empleando acciones colectivas y personales, que sirvan de antídotos frente a las causas que dan vida a los diversos métodos que actualmente se emplean para delinquir.
Como complemento importante, estima indelegable, erradicar el comportamiento incorrecto de una gran proporción de los padres en nuestra sociedad, quienes al descuidar la vigilancia sobre sus hijos, obnubilados en el espejismo y la falsa creencia de tener una familia que está unida ò perfecta, los lleva a cometer el grave error de dejarlos sin su vigilancia y con una libertad que les hace perder la ruta idónea que debe guiar sus conductas, a tal extremo, que se hunden en el libertinaje y el desorden.
Dentro de estos criterios, para el Consejo Regional de Desarrollo, Inc. (CRD) subsanar la delincuencia juvenil y detener que nuestros hijos caigan en ella, conlleva entender que su solución no se encuentra en modificar código ni el endurecimiento de las penas, sino en valorar como tarea prioritaria, padres y madres identificados con las metas sociales que les corresponden asumir, para dar paso a mejores familias y con ellas a una sociedad dominicana fuerte y sustentable para las presentes y futuras generaciones.