Tras la derrota electoral sufrida por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) el 20 de mayo de 2012, asoma un enfrentamiento entre sus dirigentes, difícilmente una división.
La base del PRD ha demostrado en más de 50 años que sus dirigentes pueden abandonar a sus militantes en momentos muy duros para su supervivencia, se pueden dividir entre ellos, pueden renunciar, pero los perredeístas resisten en unidad todas esas acciones.
Sin nunca haber sido perredeísta y sin intención de serlo en el futuro, tengo que reconocer que el PRD es lo que se puede llamar una fuerza política aguerrida que resiste todos los desaciertos y torpezas de sus dirigentes y sigue intacta, irreductible y compacta, con una voluntad de leyenda.
Cuando Miguel Vargas Maldonado conoció los resultados de las primarias perredeístas del 6 de marzo de 2011, denunció que el gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) había enviado a 200,000 de sus miembros que votaron por Hipólito Mejía para imponerlo por encima de la voluntad de los perredeístas.
Pocos días después olvidó Vargas que él no había culpado a Hipólito de su derrota, sino al PLD, pero quedó alejado del candidato de su partido y envuelto en las maniobras peledeístas para hacerlo perder las elecciones. El hecho más elocuente es que nunca lo respaldó a lo largo de la campaña electoral.
Casi con ironía, la historia se repite pero al revés tras las elecciones pasadas.
Tan pronto Hipólito pierde las elecciones, culpa al gobierno de habérselas arrebatado (no a Vargas Maldonado), pero al día siguiente comienza la persecución interna contra Miguel con el claro intento de expulsarlo por haber sido "el culpable" de la derrota del PRD. Desde el litoral de Vargas se responde diciendo que Hipólito se derrotó a sí mismo.
A quienes ahora están pensando que del enfrentamiento entre Hipólito y Miguel viene una división en el PRD, cumplo con el deber de recordarles que quien pierde es quien se va de ese partido porque la base ha probado ser una increíble fuerza compacta que resiste todas las crisis provocadas por sus "dirigentes".
Parece inexplicable que el PRD que fuera liderado por Juan Bosch desde finales del año 1961 en que inició su labor en República Dominicana tras el ajusticiamiento de Rafael Trujillo, siguiera vivo cuando llevó a su líder a la Presidencia de la República en febrero de 1963, pero muy pocos dirigentes fueron realmente al gobierno y ese partido nunca fue consultado por el gobernante en la toma de decisiones políticas del gobierno que terminó derrocado solo siete meses después.
Como prueba la historia, con quien Bosch se consultaba a diario (y con frecuencia más de una vez al día) como Presidente de la República, era con el embajador de Estados Unidos, John Bartlow Martin.
Con su líder en el exilio (Bosch) y tras 19 meses de gobierno golpista de la oligarquía, la acción de los militares constitucionalistas que el 24 de abril de 1965 dio inicio a la Guerra Civil, encontró un respaldo masivo de la militancia del PRD que luchó con heroísmo junto a otras fuerzas políticas y soldados por restituir a Bosch y su Constitución de 1963.
Los perredeístas pelearon una guerra sin uno solo de sus dirigentes importantes en la zona de combate y obedeciendo al mando del coronel Francisco Caamaño, líder militar y político de la Revolución de Abril.
Tras el ascenso al poder de Joaquín Balaguer en 1966, el PRD sobrevivió a la represión, la cárcel y el exilio sin contar durante casi cuatro años con Bosch en el país (estaba en Europa).
Tres años después del regreso de Bosch al país, lo hizo el coronel Caamaño al frente de un grupo de guerrilleros que se internó en la cordillera Central. La expedición guerrillera de febrero de 1973 desató un terremoto en el PRD liderado por Bosch que se hizo público con el enfrentamiento entre éste y José Francisco Peña Gómez y terminó en la ruptura entre ambos y la salida del ex presidente, junto a connotados dirigentes, quienes fundaron el PLD en diciembre de ese año, reteniendo la Casa Nacional de la Avenida Independencia.
El partido del otrora "Buey que más jala" y del "Jacho prendío" quedó divido (por la cúpula) en dos: El PLD dirigido por Bosch y el PRD por Peña Gómez.
En la lógica política, al PRD de Peña Gómez debió dársele poco tiempo de vida por su escasa experiencia, mientras que al PLD dirigido por Bosch, un extraordinario escritor, ex presidente con una experimentada capacidad de sintonía con los sectores populares, rodeado de los mejores cuadros, un espléndido futuro.
Lo inesperado apareció de nuevo: el PRD resistió la salida de Bosch como si nada hubiese ocurrido y en tres meses había concertado el Acuerdo de Santiago que desarrolló una capacidad de movilización política tan grande que puso en serio peligro la reelección de Balaguer en 1974 al grado de que las cúpulas militares tuvieron que mostrar banderas del Partido Reformista en los fusiles de los soldados para meter en terror a los dirigentes opositores que terminaron abandonando la competencia sin ninguna conquista política.
Después de pagar una alta cuota en sangre, cárcel y exilio, los perredeístas lograron ganar las elecciones en 1978 sin Bosch y contra Balaguer. Cinco años más tarde de la fundación del PLD, con Bosch de líder y candidato, el ex presidente obtenía el 1% de los votos mientras el gobierno caía en manos de uno de los líderes del PRD de menos luces: Antonio Guzmán.
El liderato de Peña Gómez, entre 1973 y 1998 en que falleció, fueron 25 años de "concertaciones, entendimientos, amarres y compromisos" entre los principales dirigentes de esa organización por las más altas candidaturas del país.
En los primeros años, Peña Gómez haciendo de componedor entre perredeístas que luchaban abiertamente por la candidatura presidencial del PRD (Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Jacobo Majluta; entre otros) sin que éste se despedazara, y luego luchando él mismo para buscar esa posición.
La crisis más seria fue la que sostuvieron Peña Gómez y Jacobo Majluta entre 1986 y 1989, que provocó la salida de éste del PRD para pasar al Partido Revolucionario Independiente (PRI) que fundó Héctor Guzmán, no Majluta, como muchos le atribuyen.
Los resultados obtenidos por el PRI y el BIS en las elecciones de 1990 determinaron que el liderazgo del PRD correspondía a Peña Gómez, por lo que Majluta quedó en el PRI y nunca pudo desarrollarlo como una fuerza electoral importante.
El interés de Hipólito Mejía de buscar la reelección presidencial en la boleta del anti-reeleccionista PRD, provocó una nueva crisis en 2003 que forzó la salida de Hatuey de Camps, entonces presidente de ese partido, quien de inmediato fundó el Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD) y lo alojó en la Casa Nacional del PRD de la Avenida Bolívar.
Antes de morir, Majluta volvió a respaldar a Peña Gómez y al PRD. En plena vida y juventud, Hatuey acaba de volver a respaldar al PRD y a ¡Hipólito!
¿Qué indica todo esto? Ninguna acción de uno o varios dirigentes connotados del PRD ha podido dividir a su militancia ni al resto de sus seguidores.
No lo logró Bosch, ni Majluta, ni Hatuey, pero mucho menos, por más torpezas que cometan, lo va a provocar Miguel Vargas o Hipólito Mejía.