Como cambian las cosas, señores, en nuestros tiempos te decían, hijo mío, en la vida tienes que abrirte paso y estudiar preferiblemente las carreras arquitecto, ingeniero, médico o abogado, y si no puedes con ellas, entonces prueba con ser pelotero, futbolista o cantante. Ahora te dicen, hijo mío tienes que hacer todo lo posible por ser un buen pelotero, o un gran futbolista o un cantante famoso, y sin no puedes, entonces hazte arquitecto, ingeniero, médico o abogado.
Antes – hace poco, por cierto – salías los fines de semana a las seis de la tarde, y a las 10 ó las 11 de la noche y tenías que regresar a casa, y cuidado con pasarte de la hora, sobre todo las hembras, porque había la bronca madre y hasta la galleta padre. Ahora salen a las 11 de la noche para reunirte con los amigos, féminas y varones, y son los primeros en llegar a la discoteca, para volver a las seis, siete u ocho de la mañana del día siguiente, y cuidado con decirles algo, porque recibes la bronca del hijo o de la hija.
Antes se decía eso tan entrañable de bendición papá, mamá, tío…como una muestra más de respeto familiar. Ahora con un poco de suerte le emiten a uno un sonido gutural cuya traducción más cercana es algo parecido a déjame en paz, púdrete, o no me molestes. Antes los muchachos iban a las fiestas familiares, bien vestidos y con frases corteses de presentación, a conocer – y a que lo conocieran los papás – galantear, bailar y cortejar muchachas bonitas de familias honorables o reconocidas.
Ahora se chatea por internet para hacerse novio o novia cibernéticos de un tipo o una tipa de Papua Nueva Guinea que han puesto la fotografía de una artista de su país para ocultar lo viejos o feos que son, además de que no se verán nunca, pues viven a 12.000 kilómetros de distancia.
Antes se salía en grupos de muchachos a hacer correrías propias de la edad, marotear mangos a pedradas, subir a los árboles de guayabas o de lo que apareciera por esos campos cercanos a la ciudad, reforzándose así los lazos de camaradería.
Ahora los jóvenes ven los mangos o las guayabas en mermeladas o cuando los traen de los supermercados, y los campos cercanos ya están plagados de torres de 30 pisos con vista al mar y gran potencial de revalorización.
Antes las cosas del amor eran más románticas, con frecuencia una novia era para toda la vida y con la que se casaban años después, las cartas de amor se leían y releían una y mil veces, y se guardaban en cofres especiales. Ahora de novios están con suerte una semana, o un mes si es de larga duración, o se casan un buen día con alguien que conocieron en una juerga nocturna.
Y de cartas nada, mensajes cortos y concisos por computadora, “Komo ta´s jeva”, “q. pasa tú, see you esta noche ?”, “oye, k. linda ta´ tú mamasita”, y de guardar cartas nada, con suerte se envía lo poco escrito a la papelera de reciclaje.
Y es que los tiempos cambian a mejor, dicen, ¿por qué enviar un ramo de flores o una caja de bombones cuando se pueden beber una botella de vodka y dar una buena bailadita juntos? al fin y al cabo las flores se marchitan a las pocas horas y los bombones se los acaban comiendo la familia. Hay que se prácticos, estamos en el siglo XXI.