«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.» Charles Dickens, "Historia de Dos Ciudades"…
Estamos en el peor y en el mejor de los momentos políticamente hablando. A pesar de la oscuridad de la corrupción que nos rodea, de la inmigración ilegal no atendida que amenaza la identidad y la estabilidad de esta nación, de una inseguridad ciudadana que podría dar al traste con la economía de las divisas que genera el turismo, y de muchas otras cosas muy preocupantes, la esperanza de la posibilidad de un cambio en el pantano de la política dominicana es una posibilidad real, algo que no cabía en la imaginación desde hacia mucho tiempo. Por primera vez la ciudadanía de la nación se ha levantado y ha dicho basta a una clase política degenerada y enferma de sus propios vicios. Estamos en la encrucijada que podría guiarnos al caos nacional o que podría restaurar nuestro país a niveles nunca antes visto.
¿Cuál es la ruta adecuada en este trance? Indudablemente toda formulación de soluciones debe estar anclada a la continuación del estado de derecho y en esto hay que ser intransigentes, sobre todo para los que sueñan con crear condiciones para que se produzcan interrupciones drásticas en el sistema , sin haber todavía razones legales o constitucionales establecidas que validen algo similar . No obstante, la ceguera de la clase política dominante , que ha sido el factor más culpable de esta situación presente, podría dar al traste con la estabilidad institucional si no se da cuenta que tiene que abrir un espacio de cambio, y persiste en mantener el eterno ciclo de corrupción ,impunidad y mercantilismo político, que ha dominado en los principales partidos que han gobernando en los últimos años.
Es evidente que nuestro sistema de partidos no tiene en sí mismo la fuerza ni la visión para autoregenerarse, al menos no de manera voluntaria; como prueba de esto está la incapacidad de aprobar la ley de partidos con las reformas necesarias , a pesar de la crisis política que nos rodea.
Entonces ¿cuál es la solución? . Desenredar esta madeja le ha quedado grande al principal autor de la misma, el actual convaleciente estamento político partidario ; por esta razón la única salida podría emerger de la participación de todos los sectores representativos de la nación, de todas las fuerzas del escenario nacional: empresarios, sindicatos, iglesias, etc, conjuntamente con esa clase política para buscar de manera consensuada una salida de emergencia mediante un pacto de nación.
En ese acuerdo debe quedar zanjada una ley de partidos justa que no perpetúe el sistema de privilegios a las franquicias dominantes; la eliminación de subsidios y barrilitos de la clase política que cuesta miles de millones a los contribuyentes ; la racionalización del gasto público cuyo descuido ha incrementado la deuda pública a niveles casi insostenibles; la eliminación de empleos innecesarios y duplicados, así como de los niveles salariales exhorbitantes para funcionarios que no califican para estos.
Debe quedar transado el tema de la inmigración ilegal masiva de Haití y la preservación del estado dominicano y sus valores, aunque cueste disgustos con algunos elementos de la comunidad internacional. Debe acordarse el tema de una justicia independiente y fuerte, capaz de ser un verdadero poder de control al súper poder ejecutivo y al legislativo ; debe quedar eliminado el sistema de privilegios y subsidios a empresas privadas que tanto cuesta a todos, incluyendo la eliminación del monopolio de transporte de carga.
Debemos amarrar de una vez por todas el asunto del tema eléctrico, empezando por la renovación de las redes de transmisión para evitar la fuga de más de un 30 pct de la energía generada lo cual hace incosteable el sistema.
Debe abordarse el tema de la impunidad a criminales favoritos; la inhabilitación permanente por ley a políticos involucrados en el tema de corrupción; la preservación del medio ambiente como una materia de alta seguridad nacional y la drástica penalización a granjeras depredadoras, y corte ilegal de árboles; la preservación de cuencas hidrográficas sin tregua a los violadores…
Podríamos citar otras muchas cosas importantes pero no es la intención ser exhaustivos en este espacio, sino apuntar a la necesidad de que los principales actores de la nación entiendan que todos deben participar en este proceso político que -se hace obligado demandar- , ya que la clase política por sí sola no es capaz como lo ha demostrado de iniciarlo , pues está tan ciega que no advierte que la misma supervivencia de ellos está en juego.
Debe ser un grupo de liderazgo renovado que capitanee este esfuerzo, sin esas figuras de mediación ya obsoletas y sin credibilidad ; un cuerpo de acción que surja de las entrañas de cada uno de los sectores , aprobados por ellos, no figuras designadas desde afuera. No hacerlo sería un suicidio histórico, ya que los hechos apuntan a que esta podría ser la última oportunidad de enderezar este entuerto antes de que seamos absorbidos por el hoyo negro de una situación de consecuencias impredecibles, la cual tendría un costo incalculable y derivaciones muy peligrosas …que Dios ilumine esta nación y le de visión , valentía y sensatez a sus hombres para producir el cambio que todos hemos esperado…