En el primer tomo de las Memorias del teólogo Hans Küng, al inicio, en una parte que él titula: «¿Patria?», el autor establece primero su nacionalidad, su condición de suizo. Para hacer valer esta condición nacional cita parte de las conclusiones de un manifiesto del que fue parte de la redacción, titulado: «Puente hacia el futuro», elaborado por un grupo de personas eminentes que fueron designadas por el Secretario General de las Naciones Unidas. Kofi Annan. El grupo de personas estaba conformado por el príncipe de Jordania Hassan bin Talal, Richard von Weizacker, Jacques Delors, A. Kamal Aboulmagd, Hannan Ashrawi, Lourdes Arispe, Ruth Cardoso, Leslie Gelb, Nadine Gordimer, Sergey Kapitza, Hayao Kaway, Tommy Koh, Hans Kung, Amartya Sen, Tu Wei- Ming, Javad Zarif y Giandomenico Picco.

El manifiesto «Puente hacia el futuro», citado por Hans Küng en sus Memorias, dice: «No es procedente considerar necesariamente dañino para el espíritu del ciudadano universal los lazos originarios. Sabemos que nuestros sentimientos profundos, nuestras aspiraciones orgullosas y nuestros sueños recurrentes tienen que ver muy frecuentemente con un determinado grupo, se articulan en una lengua madre, guardan relación con un lugar concreto y tienen por destinarios a gente de nuestra misma época y fe. Sabemos también que el sexo y la pertenencia social desempeñan un papel importante en la compresión de nosotros mismos. Hundimos profundas raíces en nuestros lazos de origen, y estos dan sentido a nuestra vida de cada día. Ignorarlo a capricho es tan imposible como decidir sencillamente, ser otra persona.».

Lo que destaca Hans Küng es la necesidad de una vuelta a las raíces, reivindicando el concepto «patria» y la relación con ésta, que en su caso es Suiza. El dilema en todo esto es si uno debe referirse a su patria o debe negarse hablar de ella detrás de unos delirios universales y una vida en el orbe sin identidad ninguna, solo aceptando la que el mundo nos dé como santo y seña para identificarnos como ciudadanos planetarios y ser al mismo tiempo de todos los sitios y también de ninguno y negarnos a nosotros mismos. En algún modo Küng concluye que el país propio es innegociable y hay que ocuparse de la patria cuya lengua se aprendió y la que nos proporcionó los primeros modelos de vida. La patria según este pensador y otros a los cuales cita debe ser reconocida.

De los héroes de la independencia podemos decir sus nombres, pero nunca lo que hicieron.

Únicamente los dominicanos tenemos que tener cuidado cuando hablamos de patria, porque si bien habla un de dominicano de su país es probable que no vaya al cielo. Hay una en nosotros, según un coro de humanismo saturado, una derivación natural de la maldad que se manifiesta en nuestra relación con los haitianos.

Tenemos que negarnos o hacer mutis con respecto nuestro a héroes y la creación de la República Dominicana, para no ofender a nuestros vecinos de Haití. Habitantes heroicos de un país enano que cuentan sus hazañas como si fueran las únicas que en esta isla se hicieran.  De tal modo hay que callarse para no ofender. Hay que omitir en la historia que gente de esta nación fue asesinada por los héroes de la patria haitiana, de forma atroz e inhumana, y olvidarse de que hubo crímenes y quema de pueblo en 1805.  De los héroes de la independencia podemos decir sus nombres, pero nunca lo que hicieron.

Hay una presunción natural y consecuente de que son todos los haitianos buenos como condición natural derivada de un pasado diferente al nuestro que se deben recordar como liberación de esclavos, guerra social y la revolución jacobinos negros. Los antecedentes de la bondad haitiana se encuentran en que descienden de esclavos que se liberaron en práctica heroica del francés que era amo, que también eran blanco y en la época los franceses eran súbditos de una potencia imperial que mataba esclavos y blancos también.

En este país Haití se defiende a modo de religión sectaria, por personas buscan nichos para manifestar su bondad o para ganarse la gloria en el juicio del final de los días. Así como hay devotos de la causa palestina o que luchan por la existencia del estado de Israel y otros que trabajan por todos los emigrantes, que imploran por los pobres del mundo, que piden libertad para los homosexuales y hay otros que como las reinas de belleza o como quien no sabe qué decir ante un público expectante expresan que luchan por la paz mundial y un mundo lleno de flores; también tenemos los del humanismo sacro refrendado por deidades del vudú y todos los santos que sólo piensa en Haití como modelo redentor de todas las cosas y del hombre haitiano como única medida de ellas.

No hay nada más liberador que dar monedas o un mendrugo en las calles a un pedigüeño infante que proviene de Haití o a una madre con ropas que parecen harapos con un bebé cargado en los brazos que viene del mismo país. No hay bondad más natural en defensa de tales pobres y en que se acuse a este país de todos sus males, hasta de su existencia, porque todos los pobres de Haití fueron creados aquí y a nadie se le ocurre pensar que existe en Haití además de los pobres una opulencia con gusto conspicuos por lo que hay París. Tiene Haití una clase ociosa que no se deja ver pues viaja con frecuencia a París, Ottawa y otras capitales de los países ricos y se esconde detrás de sus emigrantes pobres culpando todos en el mundo de la indigencia que le puedan ver.

Hay en Haití práctica esclavista con la institución de restavec, reconocida como tal por las Naciones Unidas, porque pone a personas en condiciones de esclavos, pero sólo es trata de esclavo traer o venir a cortar caña por un salario en suelo dominicano o cuando vienen haitianos a este país y hacen de todo, hasta lo que ningún dominicano puede hacer en la heroica nación de Haití, como es ser productor de programas de televisión, tener un supermercado o cualquier otro negocio sin el riego que de que lo maten como ha sucedido con los choferes de camiones.

Se nos incrimina de ser genocidas civiles, de realizar limpieza étnica, del uso de mano de obra esclava, de la masacre del 1937 y somos actores principales y recurrentes en la lista negra de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) por «discriminación racial estructural», tremendo salivazo conceptual para decir que somos racistas hasta el tuétano, como parte de nuestra idiosincrasia, y por eso debemos tener por lo menos sucursales del Ku Klux Klan o una parte de Odessa o igual que América del Sur parece que somos el destino postrero y militante de los restos del partido nazi.

Steve Biko, en paz descanse, preguntaría: ¿Si en esa lista están todos los males de derechos humanos de los países de América por qué se le llama negra? ¿Hablar de «lista negra» no es una expresión racista? Pero es una lista donde se nos acusa de discriminación racial y todo porque según la CIHD sólo los haitianos son negros o son de una raza que este país discrimina porque hay señores del lar que nos acusan de racistas y lo dicen desde aquí para que los demás lo copien y los digan en lenguas distintas.

Se argumentan los dominicanos emigrantes, ¿qué será de ellos en otras tierras si sacamos a los haitianos? ¿Sacarán a los nuestros de España, los echarán de Puerto Rico y en Nueva York los tratarán como parias y de Duarte quitarán la estatua?

De ese modo los dominicanos que estamos aquí somos secuestrados del chantaje y se nos pide nada digan de Haití y de los haitianos porque eso afecta a los emigrantes nuestros que tomaron una opción de vida que no era quedarse aquí al lado de Haití.

Los dominicanos vivimos angustiados por las historias falsas y los chantajes en estas tierras que muchos niegan que es nuestra, donde la verdad se reescribe de tal modo que dice que desde de las erupciones volcánicas esta es la isla de Haití, de donde desaparecieron los indios por causa de las enfermedades y las encomiendas y sólo quedaron los negros como los continuadores de la vida indígena, cuando los trajo para salvar a los nativos Fray Bartolomé de las Casas, y que sólo los negros de Francia son los herederos de esta isla porque ellos llegaron primero a la isla Tortuga, y que a todas estas tierra los dominicanos dieron el nombre falso de Quisqueya o la llamaron bohío y falso debe de ser el gentilicio de dominicano.

Pero la única respuesta que tenemos frente a esta historia natural de la infamia es decir «soy dominicano», y si no quiere usted saber, yo sé muy bien lo que eso significa.