El primer artículo del año usualmente se dedica a predecir el futuro. Comencemos con el 2019.
Será el año durante el cual se intensificará la propaganda política a través de los medios sociales, reduciéndose en los medios escritos, las vallas y los mítines. Tan solo hay que observar a nuestros ciudadanos, como zombis, con sus celulares pegados a la cara. Ya se conoce como nomofobia la ansiedad por no tener acceso momentáneamente al móvil. Los poetas tendrán ahora que decir: “La cruel nomofobia que la consumía”. Fue Goebbels quien dijo: “Una mentira dicha una vez se mantiene como una mentira, pero dicha mil veces deviene en verdad”. Preparémonos para la propaganda de saturación. Las religiones protestantes, los capos de la droga (cada día más populares en nuestros pueblos) y la diáspora, por razones muy distintas, influirán cada vez más en nuestra política. Ya en Estados Unidos los evangélicos empujan a Trump a negar el peligro medioambiental mientras el Papa lucha contra su deterioro. Adriano Espaillat, al igual que los congresistas de origen cubano como Rubio y Menéndez, criticará lo que aquí se hace mal con tal de que no sea partidista.
Será el año del suspiro final del bitcoin, la criptomoneda. El uso del dinero en efectivo seguirá reduciéndose, al ser sustituido por las transferencias bancarias y las tarjetas de crédito. En un viaje a Suecia pude notar que hasta los periódicos se compran con tarjetas.
Nuestra economía seguirá creciendo, pero las desigualdades también. Llevamos más de cincuenta años con sorprendente estabilidad social, el período más largo desde nuestra independencia. ¿Hasta cuándo?
Con los conflictos migratorios entre Trump y el triángulo norte centroamericano, las célebres “caravanas”, más la oposición demócrata a la ratificación del nuevo Acuerdo de Libre Comercio con México y Canadá, dudamos mucho que se pueda renegociar el DR-CAFTA como quieren nuestros agricultores. Lo más que se podría lograr, si no requiere sanción congresual norteamericana, es la extensión de ciertas salvaguardias agrícolas.
La popularidad de las drogas químicas opioides en Estados Unidos, a pesar de su enorme costo humano, conviene a los dominicanos, pues somos un país puente para la droga de origen agrícola suramericana la que se reduciría. Lamentablemente ya en nuestro país, al igual que en China y México, han surgido laboratorios químicos para su producción. Hay que detener eso rápido.
¿Se estarán asimilando los haitianos de segunda y tercera generación que viven entre nosotros, como lo han hecho los dominicanos en Estados Unidos quienes ya hablan muy bien el inglés? ¿Hay descendientes de haitianos que trabajan en nuestros bancos y compañías de seguros? Ya tenemos sacerdotes católicos de origen haitiano oficiando entre nosotros.
Así como Aristide perdió el poder cuando su servicio de seguridad, compuesto por mercenarios norteamericanos, fue informado por el departamento de Estado que había llegado el momento de desistir, lo mismo podría pasar con los mercenarios americanos que protegen al príncipe saudí Muhammad.
Más allá del 2019, la guerra mundial entre globalistas (Europa, China) y nacionalistas (Estados Unidos y el nuevo Trump tropical en Brasil), ¿quién la ganará?
¿Llegarán al país más carros eléctricos? ¿Cómo afectarán el negocio de los combustibles y las pérdidas adicionales de las distribuidoras eléctricas? Subsidiamos la tarifa eléctrica y el gas propano que no paga impuestos. ¿En cuánto aumentará el déficit fiscal con los carros eléctricos? ¿Y las guaguas sin chofer? ¿Y el reconocimiento facial en las pantallas de los ordenadores de la policía y migración? ¿Cuándo se podrá ordenar una camisa, dando las medidas a Amazon, y esta es confeccionada en Brooklyn por impresoras plásticas tridimensionales? ¿Cuándo los robots comenzarán a quitar empleos en nuestras zonas francas? ¿Continuarán dañándose nuestras playas por el calentamiento global y el sargazo? ¿Se mantendrá la concentración de la propiedad en los negocios de medios en nuestro país, o la tecnología le impactará ampliando las opciones? ¿Cómo enfrentar la realidad y los costos de una población dominicana cada vez más envejeciente?
¿Cuándo se secarán los ríos de la isla?