El primero de enero es el comienzo del año en el Calendario  Gregoriano. Hay varios tipos de calendarios que se utilizan en diferentes  partes del mundo. Los que son más usados, son:  el chino, el hindú, el hebreo, el islámico, y el gregoriano. Es cierto que los calendarios son propios de las diferentes culturas, puesto que generalmente tienen sus orígenes y tradiciones basados en festividades, creencias religiosas, efemérides históricas de esos pueblos y allí se rigen por sus propios almanaques.

El Calendario Gregoriano es el conocido y usado actualmente   donde habitamos y es oficialmente reconocido en todo el mundo. Este fue promovido por el Obispo de Roma, el Papa Gregoria XIII en el año 1582 y adoptado en el mundo occidental.

En el Calendario Gregoriano, el día primero de enero de 2020 es la salida del Año Viejo y la entrada del Año Nuevo.  En ese día habrán recuerdos que quisiéramos olvidar por ser  experiencias de momentos de desalientos pasados; pero también existirán otros excelentes tiempos para recordar,  gracias a los impactos positivos que hubo en experiencias vividas. Por caducos, se dejan atrás muchas cosas al final de ese período calendario; sin embargo, de manera  simultánea, se piensa y se proyectan numerosos planes, anhelos y proyectos que se aspira alcanzar en el Año Nuevo y el futuro. Entonces, se pregunta: ¿Qué se ha dejado detrás? ¿Qué son las cosas nuevas por enfocar y lograr? ¿Qué se busca o se espera obtener ahora?

De manera consciente se debe soslayar lo negativo del pasado y   de forma determinada, auspiciar el  “borrón y cuenta nueva”. Es recomendable dejar atrás el sentido de desaliento, la sensatez de inseguridad, el estado de ansiedad, postración de abatido o depresión.   Es de lugar que al comenzar un  nuevo año se acondicione la forma de pensar y actuar de modo reflexivo, a fin de mantener un estado de tranquilidad, relajamiento, despojado de preocupaciones, intrigas y tejidos de malos pensamientos.  Es menester sentir armonía interior y tener buena interrelación con otros seres humanos y con lo que existe en esta frágil tierra, nuestro hogar insular.

Se debe tratar de laborar con disciplina y denuedo, propiciar espacio y tiempo para descansar, meditar, alimentar el espíritu, disfrutar la belleza natural y dar de si y de lo que se posee, con sinceridad de corazón y generosidad. Toda persona y en especial las personas de fe, están convocadas a mancomunarse, a orar, el cual es un esperado comportamiento, una actitud, una disposición de pensar, escuchar, conversar, manifestar el ánimo de contemplación  y ponerse a la disposición del Divino Espíritu Celestial.

En ocasión del Año Nuevo 2020, un estrato del Salmo 71 (70), es una oración propicia: “Señor, tú eres mi roca y mi castillo; tú eres mi esperanza y mi seguridad, tú eres mi refugio; yo te esperaré en todo momento y más y más te alabaré”. Amén.