(Perspectivas del cine dominicano para 2018 y balance del 2017)
Se percibe que el cine dominicano va a tener en el 2018 un avance en términos de mercado y variedad de géneros, es decir que se puede presumir que crecerá en la ocupación de butacas-taquillas. La promesa de nuevos filmes muy diferentes a lo ya visto y de afianzamiento empresarial son dos de esos indicios. Y eso es lo que va a incidir en el establecimiento de un público constante. Lo único que puede variar negativamente es la crisis que sufre -con mayor impacto- las clases medias (que es el grueso de ese público).
Salas vacías es señal de que el cine dominicano no está impactando en una naciente industria. El consumo mayor ha sido para dos comedias en el 2017, mientras todas las demás películas cosecharon fracasos en la taquilla. Películas que costaron más de un millón jamás pasaron del 5% en recaudación. Las taquilleras con valores superiores al millón de dólares apenas hicieron la mitad en taquilla. Por supuesto, elementos externos a la industria vienen incidiendo en todos los sectores productivos y comerciales: un reflujo del gasto familiar en asuntos de diversión. La gente tiene demasiados problemas de todo tipo y no encuentra cómo resolverlos. El otro elemento es la falta de seguridad en las calles.
¿Las comedias aseguran market share?
Objetivamente, el cine dominicano tuvo variedad de producciones del género de comedia. Son las que aseguran como ningún otro esa ´cuota de mercado´ y que sin ellas no subsistirían algunos de los trabajadores más reputados del sector. No obstante el potencial de ese modelo ya no se muestra competitivo por lo que la industria está sufriendo. El solo hecho de que se arriesgue a nuevos géneros o subgéneros de la comedia, como la romántica, y la fuerte inversión de algunas de las mayores empresas dominicanas y bancos, es lo que viene motorizando el sector y asimismo ayuda la fe de empresarios al abrir y mantener salas de cine. En ese contexto, las franquicias se plantean como una panacea (bastante bien montada), pero que la experiencia indica que se agotan irremediablemente, pues hastía a la gente y percibimos que apenas ha creado una burbuja.
No obstante, un market share no lo puede asegurar solamente la comedia. De alguna manera sí lo podrá asegurar otra variedad de productos dirigidos al público infantil y adolescentes, así como algún producto que año tras años logre seducir a cientos de miles de espectadores del público dominicano.
Por supuesto, ´cuota de mercado´ rima con programación de películas dominicanas bendecidas por una ´cuota de pantalla´, distribución y propaganda agresiva. Como eso no ocurre -no hay una política o ésta se muestra débil-, no hay un liderazgo, un cerebro conduciendo; entonces todo el sector se viene acomodando y consolidándose como oligopolio: no existe competencia, sino que una (quizás dos)empresas manejan casi el 80% del mercado inversionista lo que hace quimérico la creación de nuevos nichos empresariales; es obvio lo de inversionistas ligados a empresas productoras y estas a su vez con el sector financiero que a su vez tienen sus “enllaves” en Distribución y Exhibición; en ese marasmo los cineastas no toman decisiones propias; estas responden a arreglo de las necesidades –medalaganarias- de una o dos personas o de asesores o de amigos que están en la industria para ganar sin ofrecer nada a cambio que dinamice al cine dominicano.
Afortunadamente, ese oligopolio ofrece varios proyectos (en proceso de producción) con potencial para revertir la situación y, lo que es más importante, es muy posible que arranquen nuevos espacios de mercado. Incidirá en esa balanza la producción en géneros o subgéneros como comedia romántica, deportivos de acción, religiosos, policial, biopics, históricos, sobre hechos reales, el cine juvenil y cine de animación. Son los que van a ir estableciendo un público diferente al de las comedias (género éste que ya raya en lo absurdo).
Vale resaltar que el éxito taquillero de un filme es como jugar la lotería. Lo único que asegura mínimamente la trascendencia de un filme es que esté bien pensado, bien producido, con un universo que vivifique al imaginario popular, un buen guión con una narrativa adecuada. Pero sobre todo sentir que es un cine con voz propia.
El sector, en cualquier país, sabe que los espectadores que esperan por el buen cine son casi siempre entre el 2% y el 9%, que es el público de cinéfilos, consumidor transversal a todas las clases sociales.
Fuera de la comedia de situación y la comedia llevada por figuras populares de la tv, o la comedia romántica, se nota que lo único que asegura una buena taquilla es un filme bien construido, emocionante, de actuaciones impactantes, innovador en su construcción, en su narrativa. Y de eso no hay causa probable en los monopolios y oligopolios que controlan el negocio del cine comercial en RD. Ese es el mercado que no se está explotando.
Ese es el espacio de los independientes. Resulta irónico que esos independientes, al serlo, apenas logran éxitos en festivales internacionales, suelen lograr buenos aportes en coproducción, pero al final y como cualquier artista esperan por la suerte en la taquilla.
“A Dios que me perdone” es la película dominicana más vista como drama, debido a su exhibición gratuita en youtube; nunca fue a una sala comercial en programación regular. Eso es nuevo, pero no crea adicción por el producto criollo, visto que muchas películas en esa plataforma tienen una media de 100 mil a 300 mil visualizaciones, lo contrario de sagas como “Lotoman” y “Tuberculo Gourmet” que pasan de dos millones de visualizaciones, por ejemplo.
En suma, el 2018 parece que va a animar al público dominicano principalmente con “Veneno” y con “Rubirosa”, ambas películas parten de hechos reales, son biopics y ya vienen pensadas como trilogías agregando un nuevo atractivo.