Yo, al igual que otros de los colaboradores de esta sección de opinión, estoy bastante aburrida de las campañas políticas. De las actitudes que se observan en ciertos candidatos, el manejo de estrategias gastadas y vergonzosas, que promueven la muerte del pensamiento crítico. Sin embargo, de vez en cuando aparece alguien que habla desde la sensatez y eso es admirable.
El otro día vi en un video de Facebook a la amiga Virtudes Álvarez, quien planteara un mensaje (positivo desde mi punto de vista) expresando algunas de sus estrategias frente al hecho de ser elegida. Habló dos tópicos interesantes: 1- Sobre el amor de pareja. Donde la decisión de amar y casarse con quien cada cual desee, no debiera ser regida por una ley ni por una religión. 2- “El derecho del ser humano al bien nacer”, tomando aquí en cuenta la decisión de la mujer sobre el manejo de su cuerpo en casos de embarazos por violación o embarazos que pongan en riesgo su vida. Acerca de este, su segundo punto, extenderé mi humilde opinión.
Me dio un poco de curiosidad el hecho de que al compartir yo este video, un rancio silencio se hiciera eco de mi “post”. Nadie dijo nada (ni un like, ni un boche) y es sencillamente porque a ese tema le tenemos miedo. Miedo incontrolable de irnos en contra de quienes mandan.
Al parecer, aún las dominicanas no estamos preparadas para tomar las decisiones que solo nos afectan a nosotras, es más fácil ser dirigidas. Nuestras mentes trabajan preestablecidas y caminamos como zombis dentro de la programación “correcta”. Cada una desea vivir el famosito cuento de hadas, que no existe: sentir el amor de un príncipe azul que nos someta, que nos recuerde el deber de la mujer y su extenso rol en la sociedad y el en hogar. Tenemos el deber de ser madres. Necesitamos estar encajonadas, bien puestas, siempre lindas, con una sonrisa y calladas (porque cuando hablamos mucho, jodemos). No deseamos que los hombres dejen de legislar sobre nuestro cuerpo… ¿Pueden verlo? El cuerpo de la mujer dominicana (y de muchas otras en el mundo) es aceptadamente un objeto sobre el cual se toman decisiones a nivel gubernamental y religioso.
La propuesta de esta valiosa mujer, lo único que nos otorgaría sería el derecho a decidir. Si se desea decidir positiva o negativamente, a favor o en contra, cuando llegue el momento, debe ser problema de cada mujer. Cada una tomaría sus propias decisiones en base a convicciones personales, religiosas o de cualquier tipo. No seríamos regidas por la decisión de un puñado.
Particularmente no me considero un producto. Nadie conoce lo que siento, lo que deseo, para ser tratada como ganado vacuno o como una masa de reproducción obligatoria. Eso creo yo y cada quien tiene puede pensar como quiera. Cada mujer se merece el derecho de decidir.