“Quise verte graduada

con tus hijas cargando

las oportunidades atesoradas

de tus esfuerzos.

Quise verte volar,

¡ooh alondra!

en cielo azul despejado

de nubes premonitorias.

¡Fue cargada el arma homicida

por un acuerdo judicial de sombras,

se detuvo tu vuelo de esperanzas

quebrando el domo de estrellas

de tus hijas!

En nuestro decadente mundo dominicano parecería que miles de hombres se han rebelado violentamente contra la mujer. Esta rebelión adquiere ribetes muy preocupantes. En efecto, las mujeres, en legítima defensa y en solo seis meses, entre enero y junio del presente año, presentaron aproximadamente 36 mil denuncias de violencia, es decir, un promedio simple de casi 6 mil denuncias mensualmente. En ese período se produjeron 14,279 órdenes judiciales de alejamiento, lo cual arroja un promedio de 2,380 por mes, de acuerdo con datos ofrecidos por la periodista Wanda Méndez del Listín Diario.

A pesar de todas esas denuncias y órdenes judiciales, las agresiones se hacen cada vez más letales, horribles y cruelmente desproporcionadas. Ocurren en presencia de hijos pequeños, que en muchos casos suelen ser víctimas fatales, y se llevan con frecuencia a los propios padres y a otros familiares que tienen la osadía de intervenir con intenciones salvadoras o conciliadoras.

Los perturbados llegan tranquilamente hasta los lugares donde se encuentran sus objetivos porque las órdenes de alejamiento son una mera formalidad, no un mecanismo de protección efectiva.

Es como si estuviéramos en presencia de un campo de concentración de solo mujeres que no tiene un domicilio fijo ni prisioneras formales, y cuyo radio de acción es todo el país. En lo que va del año fueron salvajemente asesinadas 37 mujeres, la mayoría comenzando la vida, casi todas “protegidas” por el sistema judicial, pero más efectivamente por San Judas Tadeo, “el santo de lo imposible” de mi adorada madre.

La relación natural de pareja hombre-mujer no está funcionando. Las madres solteras están creciendo como hiedras en paredes húmedas y su soledad obligada es fábrica inadvertida de nuevas parejas trastornadas y violentas.

En los barrios marginados impera la ley del más fuerte y la figura paterna, antes faro, ejemplo y disciplina, no aparece ni como sombra atenuadora de emociones fuertes, malos ejemplos y pasiones desbordadas. Si, desde los visillos de nuestras ventanas vemos como la luz heredada de nuestros padres, ya fallecidos hace tres, cuatro y cinco décadas, se apaga irremisiblemente.   

Niños y niñas son prostituidos ante los ojos de las autoridades. Es un negocio que ha florecido de manera significativa en los últimos veinte años con el llamado turismo de playa, sol y yaniqueques. La prostitución infantil es una fábrica de ciudadanos profundamente traumados, sociópatas, esquizofrénicos, inestables,  violadores y asesinos potenciales. Sin arraigos en valores familiares firmes, desafían a la sociedad y a una autoridad que saben cómplice de todos los desmanes.

En esta sociedad, el futuro de millones es el infierno de Dante y ya cruzamos firmes sus umbrales y caminamos por sus lodazales de llanto, desprotección absoluta, impotencia, dolores viscerales y desesperanza. Parece que nada existió antes, que todos nuestros valores edificantes quedaron sepultados por las fuerzas malignas de la sociedad de nuestros días, por su pseudomúsica insulsa e insultante y la preponderancia absoluta de lo material y lo efímero.

Opulencia desvergonzada exhibida por iletrados. Riquezas sin méritos. Falsos héroes encumbrados como faros por los medios de comunicación. Prostitución legitimada por las redes. Tertulias juveniles recurrentes sobre autos, relojes y pent-house. Narcos sobreprotegidos por la autoridad convertidos en ejemplos a seguir. Preeminencia de formas de comunicación donde se comunica sin necesidad de la escuela primaria. Es el derrumbe social colosal que nos mata.

Lo peor de todo es que en esta sociedad de nuestros días, con jueces, fiscales y abogados venales, las instancias judiciales no son ya el mejor refugio para albergar la desesperación de miles de mujeres sometidas a las horribles dictaduras de hombres a todas luces enfermos.

La ancestral distinción sexual entre hombres y mujeres hoy es más que nunca sinónimo de desigualdad, pero ahora con muchas patologías evidenciadas en el medio. Los machos de cavernas siguen otorgando a la mujer posibilidades disminuidas. Para ellos son las irracionales, las emotivas, las débiles y las pasivas, siempre distanciadas de la razón y de las fortalezas cognitivas.

Los hombres que la sociedad enferma -exceptuando los que padecen de algunas anomalías mentales congénitas- terminan exacerbando el “amor” hacia sus parejas, ahora con el grave peligro latente de la idea de propiedad absoluta. En estos casos, los resultados de la relación al final de cuentas son el abuso, la desconsideración pública, la opresión, los maltratos físicos y verbales, las amenazas y los desenlaces fatales.

La hermosa joven madre Anibel González fue víctima de esta decadencia que vivimos. Es la que efectivamente engendra seres humanos desequilibrados, resentidos y sin empatía alguna por otros ni remordimientos por sus acciones.

El caso de Anibel, a semejanza de muchos otros, no es culpa solo de Yasmil Oscar Fernández.

Los homicidas reales son los jueces, los fiscales y los abogados mercenarios; las directrices de autoridad superior que se ignoran; las órdenes de alejamiento cuyo cumplimiento no se vigila; la superación intelectual y profesional creciente de la mujer que las hace contestarias y contribuyentes eficaces; los  arreglos soterrados entre autoridades metalizadas; el porte de arma de fuego por potenciales asesinos (el tal Yasmil había infringido siete puñaladas a su pareja en 2017); las órdenes de libertad inexplicables; las condenas fraudulentas; la indiferencia homicida de quienes sabían que los asesinos esperan en algún lugar como hiena hambrienta a su víctima; los padres que no ofrecen protección especial a su hija en estas situaciones, la sociedad toda y sus tumores malignos…