LA ÚLTIMA GUERRA concluyó, la próxima no ha empezado, así que vamos a emplear el tiempo en hablar de otras cosas.

De Aníbal, por ejemplo, el hombre de los elefantes.

ANÍBAL, EL comandante cartaginés a quien se considera uno de los genios militares de todos los tiempos, fue un héroe de mi juventud.

En ese momento estábamos en extrema necesidad de héroes nacionales. Los antisemitas en todo el mundo occidental estaban diciendo que los judíos eran cobardes por naturaleza, gandules que no pueden ni quieren luchar como hombres. Sólo recogían dinero mientras que otros morían por ellos.

Buscando héroes, encontramos a Aníbal. Cartago fue fundada por refugiados de Tiro (en el sur del Líbano) cuyos habitantes eran cananeos que hablaban un dialecto muy cercano al hebreo. El nombre de Cartago se deriva del hebreo Hadasha Keret (“Nueva Ciudad”), y el nombre Hani-Baal significa Ba’al, el dios cananeo que ha dado ‒más o menos el mismo nombre Netanyahu‒ Yahu, abreviatura de Jehová. Al igual que Theodor, como en Herzl, y como Dorothy el de Rothschild.

¿Quién podría estar más cerca de nuestro corazón que este gran luchador, que condujo a su ejército con sus docenas de elefantes a través de los Alpes al norte de Italia, que impartió sus órdenes en hebreo? Hasta los poderosos romanos palidecían al oír el grito: “Hannibal ad portas” (“¡Aníbal a las puertas!”, erróneamente citado a veces como “ante Portas”).

Uno de los más grandes poetas sionistas, Shaul Chernichevsky, el traductor de la Odisea de Homero, afirmó nuestra cercanía a los cartagineses, y nos dice que eran la mayor fuerza marítima en el Mediterráneo antiguo, incluso antes de los griegos. Estábamos orgullosos de ellos.

DE UNA MANERA extraña, Aníbal resurgió en la reciente guerra de Gaza. No es que ninguno de nuestros comandantes fueran genios de hoy en día. Lejos de ello. Pero algo que se conoce como el “procedimiento de Aníbal” fue uno de sus más terribles fenómenos.

¿Quién acuñó el término? ¿Algún oficial con una inclinación por la historia antigua? ¿O simplemente un equipo insensible, el mismo que llamó a esta guerra “Solid Cliff”, mientras que un robot humano le dio el nombre en inglés de “Protective Edge”?

En el punto culminante de los combates cerca de la ciudad de Rafah (“Rafiah” en hebreo), en la frontera con Egipto, un pelotón de soldados israelíes quedó atrapado por los soldados de Hamás y la mayoría de ellos fueron asesinados. Un israelí fue arrastrado por los palestinos a un túnel. La primera impresión fue que lo capturaron vivo, tal vez herido.

Y el “Procedimiento de Aníbal” entró en acción.

EL PROCEDIMIENTO de Aníbal está diseñado para tal eventualidad. De todas las pesadillas del ejército israelí, esta es una de los peores.

Pero esto requiere algunas explicaciones. En la guerra, los soldados suelen ser atrapados. Muchas veces esto es inevitable. En situaciones de combate, en el que una mayor resistencia se convierte en un suicidio sin sentido, los soldados alzan los brazos.

En la época medieval, los prisioneros de guerra se retenían en espera de un rescate. Para los oficiales y líderes políticos eso era una fuente de ingresos, una buena razón para mantener a los prisioneros vivos y bien. En tiempos más cercanos, después de que se crearon las leyes de la guerra, los presos se intercambian cuando termina la guerra.

Durante la Segunda Guerra Mundial muchos soldados judíos de Palestina que se habían ofrecido como voluntarios para el ejército británico cayeron en el cautiverio alemán. Sorprendentemente, fueron tratados como todos los demás prisioneros de guerra británicos, y regresaron sanos y salvos a casa cuando ya todo había terminado.

No hay nada deshonroso en ser capturado. Es cierto que Stalin envió multitudes de prisioneros soviéticos a los campos penales en Siberia, no porque fueron deshonrados, sino porque tenía miedo de que hubieran sido infectados por las ideas capitalistas.

¿ENTONCES EN QUÉ nos diferenciamos?

La ética judía es bastante explícita al respecto. La “redención de los prisioneros” es un mandamiento fundamental de la religión judía.

En la raíz de este orden moral está la antigua frase “(“El pueblo de) Israel es responsable unos de los otros”. Todo judío es responsable de la supervivencia de cualquier otro judío.

Esto había que tomarlo literalmente. Si un judío de Alejandría era hecho prisionero por piratas turcos, los ricos comerciantes judíos, digamos, en Amsterdam, estaban obligados a pagar el rescate para obtener su liberación. Esto está arraigado muy profundamente en la conciencia judía, incluso en el Israel contemporáneo.

Durante las guerras de 1948, 1956, 1967 y 1973, cuando el ejército israelí luchaba contra ejércitos regulares árabes entrenados por los europeos, fueron capturados prisioneros por ambas partes, y en general, fueron tratados e intercambiados razonablemente bien después de cada guerra. Pero cuando el conflicto entre Israel y Palestina se volvió “asimétrico”, las cosas se complicaron. Por un lado, un ejército regular; por el otro, militantes armados (también conocidos como “luchadores por la libertad” o “terroristas”).

Israel tiene un gran número de prisioneros palestinos, algunos condenados, algunos bajo “detención administrativa” (es decir, sólo sospechosos). Su número varía entre 5,000 y 12,000. Algunos son presos políticos; otros, miembros activos de la lucha contra las organizaciones (“terroristas”). Algunos tienen “sangre en sus manos”, lo que significa que, o bien ellos mismos asesinaron, o ayudaron a los asesinos ocultándolos o dándoles dinero o armas.

Para muchos palestinos es un deber sagrado lograr que los liberen. Para muchos israelíes, esto es un delito. El resultado: esfuerzos constantes de los palestinos por capturar israelíes vivos con el fin de intercambiarlos por los prisioneros.

La tarifa se mantiene en alza todo el tiempo. Cuando los palestinos exigen un millar de sus presos a cambio de un israelí, los israelíes se sienten indignados, pero también halagados. De hecho, muchos creen que esta tarifa es justa, pero sin embargo se sienten indignados. En 1985, tres soldados israelíes en manos de una organización palestina pro-siria fueron intercambiados por 1,150 prisioneros palestinos.

En cada uno de esos sucesos, los israelíes se sienten divididos entre la obligación de “canjear prisioneros” y la decisión de “no tratar con los terroristas”, así como “no rendirse ante el chantaje”, especialmente, en relación con presos “con las manos ensangrentadas”.

La primera prioridad es siempre tratar de liberar a los prisioneros israelíes por la fuerza. Esta es una empresa muy arriesgada. En el tiroteo que sigue, la vida del preso está en riesgo. Muchas veces no se sabe si fue asesinado por los captores o por los libertadores.

Los deportistas israelíes asesinados durante los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972 probablemente fueron asesinados por policías bávaros mal entrenados. Los resultados de la autopsia son aun secretos. Lo mismo sucedió con unos escolares israelíes en Ma’alot, en el norte de Galilea, que fueron capturados por las guerrillas palestinas y perecieron en el intercambio de disparos.

En la famosa operación Entebbe, el Primer Ministro Yitzhak Rabin estaba listo para un intercambio de prisioneros, hasta que fue persuadido por el ejército que la operación de rescate tenía una muy buena posibilidad de éxito.

El dilema alcanzó su punto máximo en el caso de Gilad Shalit. El soldado fue capturado (“secuestrado” en la jerga israelí) por los palestinos que salieron de un túnel transfronterizo. (Nuestro ejército no sacó conclusiones tácticas del incidente hasta la última guerra).

Shalit fue mantenido cautivo durante cinco años. Los esfuerzos frenéticos del ejército para descubrir su lugar de cautiverio no dieron frutos (por suerte para Gilad, debo añadir). De semana en semana la presión pública a favor de un intercambio creció, hasta que se hizo políticamente insoportable y Shalit fue intercambiado por 1,027 presos palestinos. El ejército se puso furioso, y en la primera oportunidad detuvo de nuevo a todos los que habían sido puestos en libertad.

La última ronda de negociaciones dirigidas por John Kerry se interrumpió porque Netanyahu se negó a liberar a un número de presos que ya se había comprometido a poner en libertad.

En algún lugar en el camino el Procedimiento de Hannibal fue puesto en funcionamiento.

ESTA ORDEN se basa en la convicción de que el intercambio de prisioneros debe impedirse por todos los medios, bastante literalmente.

En tales casos, los primeros minutos son decisivos. Por lo tanto, “Aníbal” coloca toda la responsabilidad en el jefe local, incluso si se trata de un simple teniente. No hay tiempo para esperar órdenes.

Cuando los soldados ven que se llevan a su compañero, ellos tienen que disparan y matar, aunque es casi seguro que su compañero también sufra las consecuencias. La orden no dice explícitamente que es “mejor un soldado muerto que un soldado capturado”, pero está implícito, y es ampliamente entendido de esa manera.

Si los secuestradores y su cautivo desaparecen, todo el sector tiene que ser aplastado indiscriminadamente, con la esperanza de que los captores estén escondidos en uno de los edificios.

En el apogeo de la guerra de Gaza, eso es exactamente lo que ocurrió. Un escuadrón israelí cayó en una emboscada de Hamás. Todos los soldados murieron, excepto uno, Hadar Goldin, quien fue visto cuando era arrastrado a un túnel. Al suponer que lo habían capturado, el ejército enloqueció, y arrasó decenas de edificios en Rafah hasta sus cimientos, sin previo aviso, disparando a todo lo que se movía.

Al final, todo fue en vano. El ejército decidió que el soldado ya estaba muerto cuando su cuerpo fue capturado, y ahora exige la devolución de sus restos a fin de cumplir con otro deber judío: “Traer un cuerpo judío a una tumba judía”.

DURANTE Y después de la guerra, este incidente dio lugar a un acalorado debate. ¿Por qué, por el amor de Dios, no dejan que capturen soldados? ¿No es un soldado capturado vivo mejor que uno muerto? Si por su devolución hay que poner en libertad a una determinada cantidad de presos palestinos, ¿qué importa?

Se trata de un profundo debate moral que toca las raíces del ethos israelí.

David Ben-Gurión escribió una vez, “Que cada madre hebrea sepa que está entregando a su hijo a oficiales responsables”. Gracias a Aníbal, algunas madres hebreas ahora pudieran tener serias dudas.

En cuanto al propio Aníbal, me pregunto qué hubiera pensado de esto.