En mi condición de ex –profesor fui invitado por los miembros de la quinta promoción de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de la Facultad de Ciencias Agronómicas y Veterinarias de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) a su esperado Encuentro anual celebrado el pasado 21 de noviembre 2015 en el municipio Ramón Santana en la provincia de San Pedro de Macorís.
Este año el convite tenía una doble connotación: la primera era el festejo por el cuarenta aniversario – bodas de rubí- de que los muchachos terminaran sus estudios universitarios y la segunda, la de haber escogido para juntarse un lugar paradisiaco como lo es la hacienda ¨Los Ángeles¨ y dentro de la misma el área denominada por su propietario ¨Villa Zuni¨ en honor a su esposa Zunilda-.
Luego que los ojos de los asistentes transportados por el minibús del CODIA resultaron agotados por la monotonía de la uniformidad marina, los verdes cañaverales y las planicies del llano costero del oriente insular, de pronto fueron deslumbrados por una zona que geográfica y topográficamente aportaba nuevos y sorprendente detalles al paisaje.
En el umbral de la referida hacienda la bienvenida nos fue dispensada por el aleteo rasante sobre los pastizales y las aguas del rio Soco de una multitudinaria bandada de garzas blancas cuyas acrobacias y níveo plumaje ofrecía el reposado espectáculo de una función de ballet clásico, y su graznido podía ser interpretado como un alborozo en homenaje a nuestra llegada.
Después de cruzar la vía fluvial antes mencionada un serpenteante y breve ascenso nos condujo al interior de la llamada “Villa Zuni” que encerraba entre otras cosas un blanco chalet ubicado en la cúspide del cerro de mayor altitud, colecciones de frutales, orquídeas, palmeras y plantas decorativas, así como también su atracción principal: animales, enjaulados o no, provenientes de todas las latitudes del planeta.
En él se corporizaba la vieja sentencia española de que el hábito no hace al monje pero lo identifica o distingue.
Estos último reproduce en pequeña escala como una especie de Arca de Noé, que a diferencia de la citada en el Antiguo Testamento, tiene como asiento la tierra y no las aguas del diluvio. Hay grullas coronadas, pavos reales, flamencos, guacamayos cacatúas, papagayos, jaguares, leones, cocodrilos, cebras, avestruces, monos de diferentes especies y muchos otros mas, que al igual que en la bíblica embarcación están emparejados.
Para que su avistamiento resulte didáctico, educativo, cada jaula está provista de un rótulo donde aparece su nombre científico, origen y otras informaciones generales, detalles identitarios que deberían también extenderse a las extrañas palmeras, bellas orquídeas y las extraordinarias y coloridas especies ornamentales que impresionan a los visitantes en cualquier recodo de este pedagógico espacio.
No exagero al señalar que al pasearse por los senderos habilitados para la observación de animales y plantas, todos los visitantes experimentan la grata sensación de estar viendo un programa televisivo del tipo Animal Planet, National Geographic, Discovery Channel o Nat Geo Wild, con la ventaja de participar en vivo, sin pantalla interpuesta y además, con la secreta excitación de ser picoteado por un ganso o agredido por un mono.
Algo prodigioso pero no tan celebrado como los atractivos zoológicos y botánicos existentes es la riqueza topográfica, los accidentes del terreno que caracterizan la hacienda donde suaves lomas y ondulantes colinas se alternan con hondonadas y depresiones diversas, todo alfombrado por pastos recién cortados. En ocasiones un frondoso samán o un enorme árbol forestal es dejado en solitario como para darle mayor realce a los elementos telúricos. Desde el helipuerto la perspectiva es sensacional.
La quinta o chalet construido como remate a la cima más elevada es como el Berghof o Nido de Águilas edificado por Hitler en Baviera, desde donde es posible recrear la vista por todo el horizonte, y a escasos metros debajo del mismo están emplazados balcones o miradores de madera – en uno de ellos celebramos el Encuentro – provistos del mobiliario y los enseres apropiados. Desde ellos se puede disfrutar de una panorámica de ensueño.
Durante unos veinte minutos y sin pestañear, secuestró mi atención el vuelo de unas quince o más mauras de las lomas – aves carroñeras llamadas zopilotes en Centroamérica – que sin agitar sus alas planeaban sobre una laguna. Su negro plumaje y sus lentas y elegantes evoluciones en el aire daban la impresión coreográfica de representar una soberbia danza macabra que muy pocas veces había tenido ocasión de presenciar. Fue todo un espectáculo.
Por la prensa me había enterado que el Sr. Ángel Rondón era un ganadero muy tecnificado que gracias a la metodología del trasplante de embriones se dedicaba a la producción y reproducción de ganado de leche y carne de alta calidad genética – en las razas Brahma rojo y gris y la Gyr-. Que además era el propietario de la Industria Láctea Agroindustrial que elabora el clásico queso “Patrón de Oro” y el yogurt “Elite”.
A pesar que en el pasado mes de octubre la Asociación de Hacendados y Agricultores (ADHA) le concedió la Medalla al Mérito en una ceremonia encabezada por el Presidente Danilo Medina, el diseño, el esteticismo y los encantos plásticos imperantes en “Villa Zuni” y sus alrededores me despertaron la sospecha de que su dueño no era un ganadero al uso, típico y que a diferencia de todos ellos poseía la sensibilidad propia de un artista o un arquitecto.
Si bien es cierto que algunos miembros de la promoción habían visitado la hacienda en años anteriores, la gran mayoría desconocía personalmente al Sr. Rondón y por ello la llegada de éste no provocó la expectación ni los movimientos de convergencia que siempre advertimos cuando una celebridad se presenta en un convite. Particularmente no percibí nada desacostumbrado quizá por estar conversando con un colega o embelesado mirando en derredor.
Cuando alguien me señaló con discreción al propietario un gran regocijo se apoderó de mi espíritu pues su físico, su empaque concordaba a la perfección con la idea que sus realizaciones y logros estéticos a nivel de “Villa Zuni” me había sugerido. En él se corporizaba la vieja sentencia española de que el hábito no hace al monje pero lo identifica o distingue.
El estereotipo que en este país se tiene de un ganadero o de un exitoso productor agrícola se caracteriza por estos pormenores: un sombrero alón al mejor estilo HM (Hipólito Mejía); vestir en días festivos chacabanas y pantalones de mezclilla; portar en la cintura una pistola; calzar botas tejanas o mejicanas de media caña y ser dueño de una voz cuartelaria, tonante, muy temida por los subalternos.
Estas señas de identidad no aplican para el ganadero que nos ocupa ya que el mismo se presentó con la cabeza al descubierto; portaba una camisa de colorines pero de marca; un pantalón beige de pelo de camello; nada de armas de fuego o blanca; su voz no trascendía por su potencia y para desesperación de las mentalidades de rurales calzaba unos cómodos mocasines con los pies desprovistos de medias.
Me parecía estar en presencia de un embajador de la contracultura, un emisario antisistema en fin, de un contestatario en toda la regla, recordándome a cada instante los famosos que en la Rive Gauche de París iban de incógnito a los vernissages, saraos y ágapes para de esta forma pasar inadvertidos por los fans que los acosaban o los paparazzis que pretendían en vano entrevistarlos.
No están en lo cierto los que afirman y aseguran –casi todos sus conocidos- que el Sr. Rondón sea un hombre humilde, sencillo, modesto, pues me temo que en el fondo es un aristócrata del buen gusto, y como ocurre en este tipo de personas uno de sus rasgos más notables es concebir a su familia como si de una dinastía se tratara, tal y como sucede con los nobles y patricios de la vieja Europa.
Por esto no me sorprendió saber que sus dos hijos varones al igual que él responden al nombre de Ángel, la única hembra se llama Angeolina y la finca, “Los Ángeles”. Ahora bien, todos estos caprichos y veleidades les son permitidos sin ningún tipo de reservas a quien ha sido capaz de crear belleza mediante la acertada utilización de aves, fieras, palmeras y la mas variopinta gama de plantas ornamentales.
Nunca olvidaré este maravilloso pasadía que tuvo como contrapunto sonoro el chillido de los monos, el mugido de las vacas, el parpar de los patos, el parloteo de los guacamayos, loros y papagayos, el rugido del león, el gruir de las grullas y el graznido de los gansos entre otros sonidos. Era como si escuchara in vivo “El carnaval de los animales” del compositor francés Camille Saint – Saens.
En resumidas cuentas “Villa Zuni” es el sueño de un artista, el refugio ideal para cualquier intelectual, y aunque el Sr. Rondón pueda sentir un legítimo orgullo por los negocios que en la actualidad preside, le agradezco con sinceridad que su fibra artística le impulsara crear ese exquisito enclave compartido por los tres grandes grupos de seres vivientes superiores que pueblan este mundo: los vegetales, los animales y los humanos.