La semana pasada hubo un hecho que arropó la opinión pública y las redes sociales y fue el asesinato de un joven delincuente que penetró a la casa de un ex general a quien se apoda como el Ranger.
Me parece que todo ha estado dicho en relación al tema por lo que mi análisis es más bien una reflexión de lo que ha significado este hecho socialmente hablando.
Lo que ha sucedido definitivamente nos demuestra que andamos mal. La población se dividió entre quienes apoyaban al Ranger y quienes cuestionaban la muerte del joven.
Varios factores favorecieron al Ranger: el video que muestra cuando los delincuentes penetran a su casa, la casa donde vive y el barrio. Muchas personas conservan la imagen de que todo ex general se ha enriquecido, sin embargo mirar la casa y decir que vive en Los Mina, revistió la imagen del ex general de cierta credibilidad en su manejo personal.
La sociedad apoyó al Ranger y su defensa no reside específicamente en que asesinó a un delincuente, sino en que la ciudadanía no confía en la justicia, de que está hastiada de los hechos de violencia criminal sin que existan consecuencias al respecto.
No sé en qué planeta residen ciertos líderes, pues el Ministro de Interior y Policía se atrevió a decir que la delincuencia es percepción y el Presidente de la Suprema Corte de Justicia manifestó que nadie puede tomar la justicia por sus propias manos y pidió a la población que dejen la justicia actuar.
Precisamente, lo que se ha hecho todo el tiempo ha sido dejar que la justicie actúe y miren cómo estamos. El apoyo que ha concitado la acción del Ranger debe ser el mejor termómetro de una sociedad que ha dicho basta, que está harta que la justicia no actúe.
Ese respaldo popular, ante una tragedia humana que ha implicado la vida de una persona, no podría ser aplaudida porque pero eso si estuviéramos en una sociedad donde la justicia mínimamente cumpla con su rol, pero este es un hecho que cuestiona seriamente el papel que la justicia ha jugado en la sociedad.
Aspiramos a una sociedad donde las personas no deban tomar la justicia en sus manos, con jueces que no vendan sentencias, que solamente juzguen al pobre porque no tiene padrinos, que no se cometa la injusticia de personas sin pasarles causa con cuatro y diez años presos cuando solamente se le había dictado coerción.
En los diarios que presentaron las noticias los comentarios, en su gran mayoría, eran de apoyo al Ranger. En varios medios de comunicación observé que los conductores también se manifestaban a favor y otros en contra, pero estos últimos eran minorías.
Ranger hizo lo mismo que cualquiera, con sus posibilidades, hubiese hecho en el calor del momento. Solo basta con experimentar la sensación de impotencia que se siente cuando uno es asaltado en las calles.
¿Qué ha sucedido en esta sociedad que la gente celebra la muerte de un ser humano por el hecho de ser delincuente? La respuesta no es tan sencilla, pero a juzgar por todas las reacciones que vi existe una razón: la gente no cree ni en la justicia, ni en la policía y menos en los políticos.
La corrupción y la inseguridad ciudadana han sido el talón de Aquiles de la actual gestión y me parece que debe ponerse carta en el asunto porque si la gente celebra y apoya que se mate un delincuente porque la justicia no sirve definitivamente que andamos mal.