Dado el carácter no interestatal que es común tanto a las Organizaciones internacionales no gubernamentales como a las Empresas multinacionales, diferenciándolas de las Organizaciones internacionales gubernamentales o interestatales, algunos autores han considerado oportuno encuadrar a las primeras bajo una misma categoría denominada Asociaciones internacionales y otros prefieren denominarlas Actores transnacionales, para poner de relieve su carácter “actorial” y su dimensión trans o multinacional, con independencia de que posean una naturaleza agregativa (caso más frecuente entre las ONG) o integradora (EM). La clasificación definitiva de las Organizaciones internacionales que resulta de toda la exposición precedente, la podemos esquematizar así: I) Organizaciones Internacionales: 1. Organizaciones Internacionales Gubernamentales (OIG) 2. Actores Transnacionales: 2.1. Organizaciones Internacionales no Gubernamentales (ONG) 2.2. Empresas Multinacionales (EM); y II) Organizaciones Nacionales.
En el presente trabajo hemos intentado poner de relieve que desde la perspectiva histórica o desde la perspectiva teórica, las diversas formas organizativas internacionales presentan unas causas y unos caracteres generales que les son comunes, al tiempo que las singularizan frente a otro tipo de actores internacionales. Se impone la necesidad de retener un nuevo fenómeno en conexión con el mundo de las organizaciones internacionales: su continuidad e interdependencia, que podemos observar en relación con su proceso fundacional, la composición de sus miembros, su regulación jurídica y con las distintas funciones desempeñadas.
En cuanto a su proceso fundacional, las Organizaciones internacionales, sean o no gubernamentales, rara vez surgen de un acto aislado de sus miembros fundadores. Con frecuencia la aparición de una nueva organización internacional es el fruto de una decisión o acuerdo entre sus fundadores que se ha gestado y negociado durante un período de tiempo, más o menos dilatado, y en un complicado proceso en el que participan o ejercen su influencia un sinnúmero de actores y grupos sociales, tanto nacionales como internacionales. Por ejemplo, la constitución de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, por el Convenio de Madrid del 9 de diciembre de 1932, no es comprensible si se desvincula del conjunto de conferencias internacionales que desde 1865 se habían celebrado por la Unión Telegráfica Internacional para establecer, desarrollar y actualizar la normativa internacional reguladora de las comunicaciones telegráficas. Análogamente, desde 1903 se celebraron varias conferencias internacionales para tratar y regular la problemática de la radiotelegrafía. En la Conferencia de Madrid de 1932 concurrieron, simultáneamente, la Quinta Conferencia de Plenipotenciarios de la Unión Telegráfica Internacional y la Cuarta Conferencia Radiotelegráfica Internacional; de la fusión de ambas resultaría una nueva Organización Internacional Gubernamental: la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), todavía existente y activa. Ahora, a partir de 1947, como un Organismo especializado de las Naciones Unidas, con su sede en Ginebra, Suiza. El hecho de que en la Conferencia de Madrid participasen, junto a las delegaciones de 80 países, un total de 60 delegaciones de organizaciones o compañías privadas, demuestra claramente la simbiosis entre las OIG, los Estados, las EM y las ONG.
Otro ejemplo significativo lo constituye el caso de las Comunidades Europeas que dio nacimiento a la Unión Europea. En efecto, no se podría comprender su existencia si no tenemos presentes las negociaciones que condujeron al Plan Schuman y la conclusión del Tratado de París (1951), que da origen a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). El fenómeno de la continuidad e interdependencia entre los diversos tipos de organizaciones internacionales, se aprecia también en relación con la composición de sus miembros. En algunas organizaciones intergubernamentales se admite, junto a los Estados soberanos que son miembros de pleno derecho, la categoría de miembros asociados u observadores permanentes. También existen OIG que, admitiendo como miembros exclusivos a los Estados soberanos, atribuyen su representación ante la Organización internacional a organizaciones nacionales, públicas o privadas, además de la representación gubernamental. El caso paradigmático, pero no exclusivo, de este tipo de Organizaciones lo constituye la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en cuyos Órganos superior y ejecutivo: Conferencia General y Consejo de Administración, los Estados participan a través de delegaciones tripartitas, integradas por representantes gubernamentales, empresariales y sindicales.
Otro tanto cabría señalar para las ONG, en muchas de las cuales, junto a los individuos y grupos privados como miembros de pleno derecho, figuran también en calidad de miembros asociados, entidades públicas y órganos de las administraciones estatales o, incluso, otras organizaciones internacionales. La interdependencia entre las diversas organizaciones internacionales y los actores estatales, y de aquellas entre sí, se aprecia también respecto de las Empresas Multinacionales, muchas de las cuales poseen un carácter público o semipúblico, debido no sólo a la creciente intervención del Estado en la estrategia y actuación de tales empresas sino, incluso, debido a la participación estatal, exclusiva o mayoritaria, en el capital de estas empresas multinacionales. Este tipo de empresas multinacionales públicas se ha desarrollado especialmente en aquellos sectores económicos que configuran el núcleo más dinámico y estratégico de los países, como ocurre con sectores como el de las telecomunicaciones, la informática o bien en sectores económicos vitales para el Estado, como la industria petroquímica, sector armamentístico, energía, comunicaciones y transportes, etcétera.