Con letras del poeta jimenista (Dice Desiderio Arias/que lo dejen trabajar/porque si él coge el machete/nadie sabe lo que hará), horacista-antihoracista (“Nostalgia de manigua”), trujillista-antitrujillista (embajador de Trujillo en Lisboa, le renunció con una carta acusatoria que el Jefe no pudo utilizar en su contra), Emilio A. Morel (1887 o 1884-1958) es el autor de “Llena el morrito”, con música de Julio Alberto Hernández, merengue que data de 1926.
Se lo confesó el maestro Julio Alberto a Luis Manuel Brito Ureña (El merengue y la realidad existencial de los dominicanos. Bachata y nueva canción. Moca: Unigraf. (1997: 137 [1987 1ª ed. Cito la 2ª]).
Postulo que dicho merengue posee dos contextos lejanos: el de la historia del horacismo de 1924 a1930 y el de su re-enunciación de boca en boca durante la coyuntura de noviembre de 1961 a diciembre de 1962, extensible hasta el Triunvirato, que derrocó el gobierno constitucional de Juan Bosch, y desapareció dicha pieza musical de los escenarios radiofónicos después de la insurrección de abril de 1965, interpretada por Simó Damirón y Negrito Chapuseaux. No sé si Silvia de Grasse ayuda en el coro, pero ella estaba en Santo Domingo cuando estalla la insurrección de abril y murió, no sé de qué, para esos días. Merengue imitado, pues luego Luis Kalaff compuso y llevó a disco “La tetera”, donde copia malamente a Morel (Brito Ureña, p. 137).
El perfil definitivo de Morel y la intelectualidad trujillista está documentado en los libros de Rufino Martínez, “De las letras dominicanas” (SD: Taller, 1996: 96-98) y “Hombres dominicanos. Trujillo y Heureaux” (SD: Del Caribe, t. III, 1965) y para el recuento de los libros publicados y los cargos ocupados por Morel en la Era de Trujillo, remito a Néstor Contín Aybar, “Historia de la literatura dominicana” (SPM: Universidad Central del Este, t. III, 69-70).
En aquel lejano 1926, ¿en contra de cuál situación combatían Morel y su merengue “Llena el morrito”? Excluidos del horacismo, tanto Morel como otros periodistas y publicistas de la hora se opusieron rabiosamente al intento de Horacio de prolongar su mandato a dos años en 1928 y al peligro de modificar dos veces la Constitución para reelegirse en 1930 y gobernar hasta 1934. Ante este peligro de exclusión del presupuesto público, Morel, Rafael César Tolentino, Francisco Espaillat de la Mota, Tomás Hernández Franco, Rafael Vidal Torres y otros, buscaron cobijo seguro a la sombra del Brigadier Trujillo y otros que no buscaron de inmediato esa protección, como Juan Bosch, alertaron acerca del grave peligro que se cernía para el país y su libertad desde la misma mansión presidencial. Los artículos periodísticos de estos hombres están documentos en el libro de Bernardo Vega, “El 23 de febrero de 1930 o la más anunciado revolución de América” (SD: Fundación Cultural Dominicana, 1989).
La estructura del merengue tradicional, y “Llena el morrito” no es una excepción, es según Luis Alberti, la siguiente: “…consta de tres partes: Paseo, formado por ocho compases sin repetición; merengue, primera parte bailable compuesta de 16 ó 32 compases repetidos; el jaleo viene siendo la última parte bailable, que a manera de estribillo se repite varias veces hasta finalizar en una coda. El jaleo se compone de cuatro u ocho compases” (“De música y orquestas bailables dominicanas”. 1910-1950”. SD: Taller, 1975:78). Ah, y la tambora lleva siempre el ritmo. Si no es así y no existe la estructura definida por Alberti, la pieza es otra cosa, excepto merengue.
La forma es fija, como la del soneto, pero las letras son variables y sujetas al ritmo, con el que forman sistema. Puede decirse que la partitura es deudora de la semiótica (Benveniste) y las letras liberan sentidos a partir del análisis del discurso. Los especialistas de ambos registros son los competentes para determinar cuándo un merengue cambia forma musical y sentido. El registro verbal no cambia ideologías, como lo haría un poema, pero produce fractura en su sistema. ¿Son concomitantes la fractura ideológica y la variación formal musical?
Al no ser especialista musical y no poder determinar si hay fractura musical para 1926, me contraigo al examen de las letras de “Llena el morrito”. Aquí sí hay una fractura a la ideología del clientelismo y el patrimonialismo como sistema político dominante implantado desde el nacimiento mismo de la república. Pero el sujeto que escribe las letras –Morel– participa de ese clientelismo y patrimonialismo. Lo que me obliga a repetir la frase de Henri Meschonnic: “Quizá la ideología del texto no sea la misma que la del autor”, como una de las características que distinguen a la obra de valor literario. Pero la música popular no tiene por objetivo crear obras de valor literario. Si lo fueran, no habría distinción entre ambos.
El género de música popular a lo más que alcanza, como ideología, sería lo que Roland Barthes llama un plural parsimonioso. A esto llega “Llena el morrito”. Y a veces sucede que el Poder de Estado o sus instancias no toleran ese plural parsimonioso, como ha ocurrido a través de la historia musical dominicana con muchas piezas musicales.
Verbigracia, al propio Morel le prohibieron su merengue “El acueducto” (Brito Ureña: 156), así como Balaguer personalmente prohibió en 1967 dos merengues de Enriquillo Sánchez (“El guardia con el tolete” y “Pa’qué lo tumbaron”) y su Comisión de Espectáculos Públicos requintó el edicto con trece prohibiciones, sin contar los peligros que asecharon a Johnny Ventura por “El tabaco es fuerte” o a Félix López por “La miseria” y “Siña Juanica” en la Era de Trujillo, o “El negrito del batey”, de 1947, escrito por Medardo Guzmán, sospechoso personaje que odia el trabajo tal como nos enseñaron los hidalgos españoles venidos a menos desde la época del levantamiento de Roldán en 1494, o a Francis Santana por “Massá” en la misma época.
Sin contar los merengues y parodias que en contra de Trujillo fueron musicalizados en el exilio, que solo se escucharon en la radio de Venezuela, Cuba y Puerto Rico y de los que daré cuenta en otra entrega.
Cuando Morel escribe: “La política se ha puesto/que es una calamidad”, queda implícito que hubo una época en que no era así, pero eso es falso. Afirmación que le permite al autor excluirse y excluir de la enunciación a quienes ahora son opositores a Horacio Vásquez. Y el remate: “El que tiene un empleíto/se tiene que arrodillar” es uno de los resultados prácticos del clientelismo: mendigo agradecido del alicate político que te consiguió el cargo y reproducción, al infinito, de esa forma de hacer política que humilla y degrada al sujeto, pero donde se siente a sus anchas el politiquero patrimonialista
La segunda cuarteta dice así: “La vergüenza se ha perdido/nadie quiere trabajar/sino vivir de la teta/de la vaca nacional.” El clima político de ayer bajo Horacio es semejante al de hoy. La dictadura de Trujillo obligó a todo el mundo a trabajar, autoritariamente, para su acumulación personal de riquezas. Después de 1961 vino el caos del cual se hace eco el merengue de 1926 re-enunciado en 1962 por Simó Damirón y Negrito Chapuseaux. Solo que no hay “vaca nacional”, metáfora bovina inventada por Morel para simbolizar la “nación” y que el 99% de los dominicanos cree, a pie juntilla, en su existencia. Esa creencia es su negocio redondo. No hay Estado nacional aquí. Solo un loco de atar se le ocurre afirmar que en esta “porción de humanidad” carente de seguridad jurídica, sin territorialización, con el monopolio de la violencia repartido entre particulares y con la justicia politizada y privatizada existe un Estado nacional al mismo título que los surgidos en Europa y Estados Unidos en el siglo XIX. Por esta razón estamos obligados a orbitar en torno a un verdadero Estado nacional, como decía Lugo, y en nuestro caso ese Estado verdadero son los Estados Unidos de Norteamérica.
Trujillo permitió que los embajadores de los EEUU en el país certificaran públicamente que bajo la dictadura los dominicanos habían alcanzado paz, prosperidad, progreso, orden y democracia.
Los sucesivos gobiernos que se turnaron en el poder una vez ajusticiado Trujillo validaron ese intervencionismo grosera y no era raro ver en los doce años de Balaguer al embajador norteamericano John Crimmins copresidir las sesiones de la palaciega Comisión Nacional de Desarrollo.
Eso es orbitar en torno a un Estado verdadero y solo los ingenuos o maliciosos se escandalizan cuando el actuar embajador de los EEUU en el país, John Brewester, dice por la prensa que sería conveniente para la democracia dominicana que un solo partido no controle todos los órganos del Poder de la República Dominicana.
Viví seis años en Francia y uno y medio en los EEUU y nunca leí ni vi en la prensa ni en la televisión a ningún embajador de países europeos, asiáticos, africanos, australianos, africanos o de América Latina que opinaran, por ejemplo, acerca de la conveniencia para la democracia americana que dos partidos políticos no monopolizaran los órganos de poder de ese país y que debería existir una pluralidad de partidos que incluyera a los comunistas, socialdemócratas, islámicos, nacionalsocialistas, etc. ¿Qué le hubiera sucedido al diplomático extranjero que tal declaración hiciese? Le llamarían al Departamento de Estado a explicarse y disculparse. Y si no lo hiciese, de seguro que sería declarado persona no grata y se le daría un plazo de 24 a 72 horas para abandonar los Estados Unidos. ¿Por qué países como Francia, Italia, Alemania y otros soportan la coexistencia de partidos comunistas, derechistas, neonazis, ecologistas, ultranacionalistas y grandes concentraciones de poblaciones islámicas y no ocurre nada? Alguna diferencia debe haber con respecto a los Estados Unidos. Creo que el nacimiento de la crítica y la tolerancia surgida con la Reforma y la Revolución francesa marca la diferencia. Europa soporta la pluralidad; en los Estados Unidos impera el binarismo.
Tercer cuarteto: “Unos quieren a Fulano/otros quieren al Doctor/unos son independientes/otros de la oposición.” El Fulano alude, sin ofrecer nombre, a la multitud de aspirantes a suceder a Horacio: Vicini Burgos, Elías Brache, Federico Velázquez, Martín de Moya, Trujillo, según la lista de trece aspirantes que aporta Vega (op. cit., p: 13). El Doctor se refiere al vicepresidente de Horacio, el médico José Dolores Alfonseca. Los independientes son los miembros del partido de Rafael Estrella Ureña; la oposición, alude al resto.
Tercer cuarteto: “Todos por el bien supremo/se quieren sacrificar/pero la sacrificada/es la vaca nacional.” Esta estrofa simboliza la demagogia, el engaño y la mentira de los politiqueros criollos que medran al amparo del clientelismo y el patrimonialismo que caracterizan a nuestra “porción de humanidad” y sus habitantes desde 1844 hasta hoy. (Continuará).