Hace seis años, recién llegada a Ciudad de México, cuando me inscribí en el programa de maestría en Derecho Corporativo de la Universidad Anáhuac, campus México Norte, no anticipaba que el centro de estudios sería algo más que eso.
Además de un grado académico, me dio una "chamba" gracias a la oportunidad de mi maestro de Inversión Extranjera, Reynaldo Vizcarra. Este me comentó que en el despacho (así les dicen los mexicanos a los bufetes jurídicos) donde él trabajaba, se abriría una posición nueva en un área denominada Administración del Conocimiento. En esa firma he estado trabajando los últimos cuatro años, junto a personas de increíble calidad humana y talento profesional, en el marco de un ambiente privilegiado de desarrollo profesional.
Además, Anáhuac me llevó hasta una nueva frontera del conocimiento que ayer completé. El sínodo formado por los maestros Edmundo Robledo, Santiago Rosano e Iván Rueda, tres brillantes especialistas en derecho fiscal, quienes aprobaron el examen final de la tesis que me llevó tres años de investigación y análisis.
Se trata de una tesis con el título: Propuesta de sistema tributario convencional entre México y República Dominicana para evitar la doble imposición y coordinar la fiscalización conjunta de la evasión, el abuso de tratados y el traslado artificial de beneficios. Este aporte procura liberar la tensión entre las políticas de recaudación y la de competitividad, con uno de los más importantes socios comerciales de nuestro país.
El trabajo será la próxima publicación de Colecciones NPA y procura la atención de las autoridades hacendarias, así como de potenciales beneficiarios y la clase jurídica de ambas jurisdicciones. En especial, la de los expertos en derecho de fiscalidad internacional y derecho constitucional, un atrevimiento que he agotado gracias al apoyo de un grupo importante de especialistas en esas áreas de ambos países, que han sido citados o consultados para sustentar el informe final de tesis, así como a muchas horas de estudio y discusión con mi director de tesis, el mencionado maestro Robledo.
Como si fuera poco, Anáhuac me ha dado una familia propia. Mis pasados compañeros de las aulas de Anáhuac, un plantel hermoso ubicado en la parte norte y montañosa de la ciudad, rodeado de árboles y agradables facilidades, me han demostrado ante toda prueba extrema, desde sismos masivos hasta la pandemia, que ni yo ni mi familia estamos solos en este segundo país. Dice mi amiga dominicana, Rosmery Quezada, que de verlos en mis fotos en IG ya se ha encariñado con todos y cada uno sin conocerlos. No se equivoca, son personas maravillosas.
Finalmente, me ha dado una experiencia que por siempre compartiré con mi hijo Simón. Ambos somos los primeros egresados del campus más importante de esa universidad, ubicado en la capital mexicana. Muchas gracias a Grace Herrera, embajadora dominicana de la Universidad Anáhuac en la República Dominicana, por abrirnos esta enorme puerta. A todo padre o bachiller interesado en conocer más sobre este centro de estudios, quedamos a sus órdenes.
Somos Anáhuac, somos líderes de acción positiva.