El martes pasado, en su columna del periódico El Caribe, don Celso Marranzini se refería al peso de ser empresario, a los numerosos retos, trabas que se sortean en el camino de llevar a cabo un negocio, de montar una empresa y con  ella crear bienes, servicios y fuentes de empleo. 

También se refería, y era muy acertado, a una parte de las numerosas obras de bien social que obtienen el apoyo de empresarios.  Eso es innegable y, tal como yo misma señalaba en una entrega anterior, la diversificación de la participación del empresariado en este tipo de iniciativas es cada vez mayor.  Más importante aún es combinar filantropía con visión de rentabilidad.  O, como lo dijo un asesor en emprendimiento a un grupo de personas que estaban reorganizando una iniciativa de corte social hace unas décadas: “Sin fines de lucro no quiere decir con ánimo de pérdida, hay que tomar las medidas para ser rentable, autosostenible, eficiente.  Hay que implementar los procesos que permitan ser replicados, que sean estandarizados y que cumplan con parámetros de calidad”.

Sobre cómo reorientar iniciativas de corte social hacia proyectos sostenibles en el tiempo y que no dependan de financiación externa, saben mucho Engracia Franjul de Abate y Gregorio Hernández, dos banqueros pensionados que, después de dedicar largos años a puestos en la administración del Banco Popular Dominicano, pasaron a asesorar respectivamente ADOPEM (originalmente Asociación Dominicana para el Desarrollo de la Mujer) y ADEMI (originalmente Asociación para el Desarrollo de la Microempresa). 

Engracia Franjul se convirtió en miembro del consejo del ya formado Banco Adopem, que ya ofrecía crédito a clientela mixta, y fue una gran colaboradora en la supervisión de la estandarización de las prácticas que pasaron de ser asistencialistas a bancarias.  A Gregorio Hernández Alcántara, de su parte, le tocó involucrarse directamente en la capacitación del personal, la redacción de manuales de procesos y la adecuación a requerimientos que primero desarrolló internamente. 

Con el tiempo, se fue interactuando con el supervisor bancario, de manera que se fueron estableciendo las medidas para pasar de Asociación sin fines de lucro que canalizaba donaciones, a Banco Múltiple que ofrece préstamos y servicios financieros de diferente naturaleza, convirtiéndose  efectivamente en herramienta duradera que facilita el crecimiento de los negocios de sus clientes.

En el ámbito asociativo, cada vez más se concibe la interacción con poblaciones en dificultad como el espacio para lograr crecimiento conjunto, pasando de asistencialismo a relación que reconozca la dignidad de los participantes.  Es el caso de la cadena de restaurantes japonesa “Restaurant of Mistaken Orders”, que opera desde hace tres años bajo la premisa de ofrecer empleo a personas con demencia senil.  Es el caso también de las comunidades Arca, que desde hace más de 50 años buscan rescatar los dones de las personas con discapacidad y que en este mes de noviembre cumplen 35 años en República Dominicana.

Alemania fue el  primer país donde vi ejemplos de utilización sostenida de criterios empresariales en el manejo del financiamiento de las organizaciones no gubernamentales. Algunos bancos, como eran buenos manejando finanzas, “prestaban” recursos humanos que se dedicaban a establecer parámetros de buena administración financiera a ciertas asociaciones. Luego, en los últimos años, esto se transformó en incentivar lo complementario, que los préstamos se concedan teniendo en cuenta sostenibilidad medioambiental y social, aunando creatividad, empuje y mejores prácticas con los ideales más altruistas.  Esta es la trayectoria que nos ha llevado hasta iniciativas como Ganancias Sostenibles, organizada por ECURED desde hace seis años.