“El amor es  uno de los estados emocionales humanos más complejos e intensos. El saber antropológico sobre esta poderosa experiencia se encuentra en la infancia. La antropología necesita considerar tanto la realidad subjetiva de los estados románticos, manifiestos en el discurso y en el comportamiento, como la ambigua relación entre el amor personal y la obligación cultural”.(Barfield, 2000)

El  límite entre lo personal y lo social es difuso en el amor. Al analizar las significaciones y dimensiones asociadas al amor culturalmente encontraremos una serie de pautas que permean esta experiencia afectiva y la convierten en una práctica normada por la cultura social del grupo o sociedad de referencia.

En nuestra cultura social el amor está asociado a distintas dimensiones que se encuentran en el  ámbito de lo implícito, lo oculto, lo supuesto . ¿Cómo se pauta el amor desde nuestra sociedad?

1. Diferencias de género en el ejercicio del amor.

El amor en nuestra cultura no es neutral ni igualitario. El ejercicio y la práctica del amor están matizadas por el genero. Las mujeres se “suponen” que son las principales agentes del ejercicio “amoroso” y se permite que las mujeres se expresen espontáneamente con besos, abrazos, caricias tanto entre ellas (madres, hermanas, amigas) como con el sexo opuesto. Sin embargo, los hombres están sometidos al control social y no “deben” expresar físicamente el amor con su propio sexo únicamente con el sexo opuesto. Así tenemos que sólo un tipo de acercamiento físico está permitido entre los hombres, los abrazos.

2. Control social de las expresiones de afecto en el ámbito público.

A pesar de que nuestra sociedad “permite” y “pauta” el amor desde expresiones físicas con caricias, besos y abrazos, controla y sanciona las expresiones públicas de este afecto. Así tenemos que “besarse” públicamente no está permitido, así como acercamientos íntimos entre parejas tanto heterosexuales como homosexuales.

Los casos de sanción pública a parejas que se besan o están “demasiado cerca” en parques y lugares públicos son innumerables en nuestro país. Las parejas (heterosexuales y homosexuales) que han intentado besarse o mostrarse afecto en parques o espacios públicos han sido apresadas o sancionadas por efectivos policiales. Este control del afecto se muestra en la ausencia de espacios para las parejas que a su vez ha generado la presencia de espacios “ocultos” “clandestinos” “oscuros” para estas. Una de las posibles causas de la proliferación de los llamados “moteles” esté relacionada con este sistema de control social del afecto, así se convierten los moteles, los callejones, los cines y lugares oscuros en el único espacio para esta expresión.

3. Relación entre amor-violencia.

La violencia está justificada en nuestra conducta social con el amor y la pasión. Desde nuestras relaciones entre padres/madres-hijos(as) encontramos la presencia de los golpes, las pelas que están legitimadas socialmente. Estas manifestaciones de violencia se suponen forman parte del “amor” que sienten los padres por sus hijos e hijas y se “supone” que un buen padre o madre “debe dar sus pelas” a sus hijos e hijas. Esta asociación entre amor-violencia que está presente en nuestra cotidianidad se reproduce en la escuela, maestros—estudiantes y en las relaciones de parejas heterosexuales, hombre-mujer. La magnificación de esta violencia se expresa en que la principal causa de homicidios a mujeres son producidos por su “pareja” que “supuestamente” la ama.

4. Negación y sanción social para las expresiones de afecto en las parejas homosexuales.

Si bien hay sanciones sociales y un sistema de control social para las expresiones publicas de afecto en las parejas heterosexuales este sistema de control social y sanciones es aún mas fuerte y mas represivo para las parejas homosexuales y lesbianas que se supone que “no deben” existir aunque la realidad demuestra lo contrario, en nuestra sociedad.

Nuestra cultura muestra sus más altas expresiones de conservadurismo en el abordaje de la homosexualidad, lesbianismo, bisexualidad y transexualidad en todas sus dimensiones. La no-aceptación de la diversidad sexual es parte de una represión cultural que tiene sus matrices religiosas.

Estas dimensiones aquí descritas nos dejan interrogantes sobre el límite entre el amor, su significación romántica-personal y su legitimidad social. Nuestra realidad nos muestra que el amor no es sólo un sentimiento personal que “llega sin avisar y se va sin decirnos nada” (como dice la canción) sino que también está permeado, regulado, sancionado por normas y pautas culturales que lo controlan y mantienen este sentimiento en expresiones diferenciadas de género reduciéndolo a los ámbitos “ocultos” y a veces “invisible” de la vida cotidiana.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY