El sábado volvió por las redes sociales el tema AMET-Conductores. Una comunicadora famosa subió a Twitter un video contando la mitad de un suceso. Se quejaba de ser agredida verbalmente por un agente de AMET, al que hace zoom con su celular, indicando que le espetó la promesa de uno de esos procedimientos de partos imposibles tan comunes en “pelelenguas”. Su esposo, también famoso por sus batazos en las Grandes Ligas, expresó que por suerte para el partero y la patrulla él no andaba en esa yipeta donde fue acosada su amada, con la que se quiere desgaritar para siempre de este país e ir a otro con policías más decentes.
Me uní a la masa linchadora. Estaba en cierto sentido feliz. Contento de que el dominicano cada vez tiene menos temor a grabar sus interacciones en vías públicas con las fuerzas del orden. Aquí en Acento escribí al respecto, siguiendo las orientaciones del Juez Andrew Napolitano de incentivar a usar las cámaras de los celulares en casos donde se es objetivo, o testigo, de una actuación policial. Este artículo fue escrito hace tres años y cada vez encuentro más evidencias de que miedo, si hubo, ya se perdió. Todavía no sonríen a las cámaras, se quedan con truño manda el protocolo, pero ya las fuerzas del orden no pueden revertir un derecho que, ¡Gloria a Dios!, también pueden utilizar para defenderse contando su mitad del cuento. ¡Como pasó precisamente en este encuentro con celebridades de la comunicación y la pelota de Grandes Ligas!
Los agentes DIGESETT han probado con su propio video la falsedad de la historia de la comunicadora, al demostrar que tenían causa razonable para detener la yipeta por circular con una placa de otro país. Actuaron de la misma forma que un patrullero de Cleveland lo haría si ve un auto de lujo, saliendo del Estadio de los Indios de Cleveland con una placa de República Dominicana. Así que jonrón para AMET, ponche para celebridades, pero, pero, pero con esta salvedad.
En EUA la policía tiene que tener siempre causa razonable o sospecha fundamentada para detener a los conductores. Es prohibido mandar a parar por capricho, curiosidad o perfiles. Su primera interacción con el ciudadano es precisamente preguntar si tiene idea de por qué ha sido detenido. Explique eso en este artículo Breaking Bad y Seguridad Ciudadana que volví a compartir por Twitter. Ganamos la batalla de grabar con celular, ahora a luchar porque detener sea con alguna justificación previa tales como ser testigos violación tránsito o reportes de búsqueda vehículo robado.
Así que felicité a DIGESETT por desenmascarar a la comunicadora mentirosa, pero sin caer en la solidaridad interesada de algunos besa traseros que luce buscan plastificar sus loas y amarrarlas con gomitas junto a la licencia de conducir. Con la subida absurda de multas a una moda de un tercio del salario mínimo, quien tiene ADN de oveja es natural reduzca su límite tolerancia para desbordarse en lisonjas al poder. Así lo hice saber a uno cuya respuesta fue que dejara el sildenafil, a pesar de que todavía no hay signo alguno de alopecia androgénica y no existe ni siquiera un caso de efluvio telógeno entre primos que se cuentan por docenas. Pero quién puede con insultos en las redes.
En eso estaba pensando el domingo cuando me tocó ser testigo de un caso grave de agresión por parte de un motorista a un agente de AMET. Venía bajando la calle Juan Tomás Díaz, detrás del agente en su motor oficial que estaba mandando a detener a una passola que abordaban dos jóvenes. Estos lo hicieron al llegar casi a la esquina Modesto Díaz. Cuando el agente se les acercó, el motorista sin mediar palabras lo recibió con un golpe contundente en la cabeza usando su casco protector. Gracias a Dios el agente tenía el suyo, porque hubiese quedado aturdido con el impacto. El borracho de ira agresor también tomó un pedazo de tabla de la calle con el que llegó a pegar en ocasiones al agente, que se defendía de este ataque sorpresa con los puños, mientras trataba con el radio de pedir refuerzos.
Al ver el ataque toque bocina para alertar y llamar a la seguridad militar y civil que hace guardia en la rotonda donde vive el expresidente Hipólito Mejía y su familia. La presencia de éstos, ni la orden del militar para que se detuviera, disminuyó la agresividad del joven. Este parecía dispuesto a todo, agarrando más palos o tablas y hasta buscando cosas en el asiento de la passola, al mismo tiempo mantenía la lucha cuerpo a cuerpo con el agente, lo que hacía imposible la intervención efectiva del militar.
Las palmas se la lleva el seguridad civil que esperaba momento oportuno de actuar. Con una agilidad espantosa, logró despegar al joven del agente, meterle una llave y sujetarlo inmóvil contra el pavimento. En eso llegaron tres patrullas, una de la Policía Nacional y dos de DIGESETT, el león ya domado se entregó a los refuerzos. Más civiles y vecinos también se acercan, uno pensó se trataba de un atracador y lo estuvo midiendo con una tabla, le expliqué de qué se trataba y se quedó con las ganas de hacer justicia en tribunal de la calle.
Todos los que fuimos testigos dimos apoyo a la versión del agente que la agresión provino del joven, quien lo negaba al igual que su acompañante que, hay que decirlo, no participó en la agresión y no fue detenido. Por más que una actuación de inspección policial le hinche las pelotas, como pudo ser este caso, jamás se justifica iniciar una agresión violenta en la que se pone en riesgo de cárcel, hospital, lecho o cementerio.
Estamos en arena movediza. Es en situaciones de desborde de la delincuencia, arbitrariedades de una parte de los agentes del orden, agresividad cada vez mayor de civiles en falta contra agentes actúan apegados a la ley y aumento en frecuencia de linchamientos ante necesidad imperiosa de autodefensa, que la esperanza de tabla de salvación a tierra firme se cree sólo provendrá de aquellos vendan con credibilidad el discurso de mano dura. ¡Recojan que ganó …!