El mercado mundial de minerales ha experimentado una sustantiva transformación estructural. La minería ha recobrado una inusitada actualidad. No se trata, obviamente, de cambios repentinos, sino de un proceso que se viene gestando hace más de dos décadas. Uno de los factores dinamizadores más importante es la demanda de las llamadas economías emergentes de industrialización acelerada, con la República Popular China a la cabeza. La producción mundial se ha duplicado y la inversión alcanzó montos históricos. Estos acontecimientos determinaron la llegada de la minería a regiones remotas, además de la utilización de técnicas de extracción costosas e innovadoras.

América Latina figura entre las regiones del mundo con una de las mayores apuestas a sus recursos minerales, aunque tal apuesta se concentra en unos pocos países. Brasil, Chile, México y Perú concentran el 85% de las exportaciones de minerales de la región.

En esta región las exportaciones de minerales alcanzaron topes históricos entre 2004 y 2012, período denominado el súper-ciclo de minería, y todavía en los dos últimos años (2017-2018) siguen representando entre el 17 y el 18% del total exportado. Solamente los clústeres del cobre, hierro y acero, y metales preciosos, representan el 77% de las exportaciones mineras de nuestros países. Es bueno saber que la extracción de minerales en la región se multiplicó por 6 desde 1970 hasta 2017, componiendo este último año 3 mil millones 972 toneladas: una de las principales regiones extractivas del mundo. Junto a este extraordinario incremento, también se elevaron las presiones sociales y los conflictos comunitarios.

Es importante señalar que América Latina tiene enormes balances superavitarios de minerales y metales, siendo los más voluminosos con China y el resto de Asia. Como sabemos, China es el mayor importador de minerales metálicos y no metálicos, tanto a nivel regional como mundial, resultando así ser el mayor factor de presión de la demanda de estos productos en nuestros países. Sin embargo, en términos físicos (toneladas) la región presenta una balanza comercial minera fuertemente deficitaria.

La cuantía de la cartera de proyectos mineros, solamente tomando en consideración las naciones que componen la llamada Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, Perú y México), alcanza actualmente más de 200 mil millones de USD. Esta cartera para Chile (en USD) es de 105 mil millones; la de Perú alcanza los 61 mil millones; la de Argentina 25 mil 500 millones y la Brasil, que cuenta con los yacimientos de hierro más grandes del mundo, se estima en 40 mil millones. Estas cifras se confirman recientemente, luego de la caída de los commodities y el fin del súper-ciclo minero.

Pero no son casuales estos elevados montos. La región cuenta con las siguientes participaciones en las reservas mundiales de los principales minerales metálicos: Hierro (15%), Plomo (15%), Estaño (25%), Bauxita y Alúmina (18%), Zinc (23%), Níquel (32%), Molibdeno (25%), Cobre (39%), Plata (32%), Oro (11%: ¡los españoles no pudieron llevárselo todo!) y…Litio, el llamado “oro blanco” (61%).

Lamentablemente, no solamente tenemos buenas noticias.

América Latina se ha quedado varada en la fase de producción de mina, mientras que su socio mayor (China) transita ya hace unos años la etapa de productor y consumidor de refinados. Ciertamente, mientras el promedio del total de productos elaborados, semielaborados y primarios en el total de las exportaciones del mundo en el período 2015-2017 fue de 53%, 38% y 9%, los promedios de la región fueron 20%, 43% y 37%, respectivamente, muy por debajo de África y el resto de Asia (sin China). La lección que puede extraerse es que la parte leonina del valor agregado de los productos finales elaborados con base en minerales y metales tiene lugar fuera de las fronteras de la región.

Por otro lado, la volatilidad de los precios de los minerales y metales afecta los ingresos fiscales, complicando la fiscalidad de los países productores. Al mismo tiempo, la reducción de los ingresos fiscales mineros tributarios y no tributarios, luego de agotado el mencionado súper-ciclo, impacta negativamente las inversiones.

En particular, se observa una caída de la Inversión Extranjera Directa (IED), luego de sumar 171 mil millones entre 2003 y 2017. Por los demás, solo cuatro países (Chile, Brasil, México, Colombia) concentran el 93% de todas las IED que llegan a las naciones de nuestra zona. Dicho sea de paso, entre los países que se reparten el resto de la IED, destaca el nuestro con 3% del total registrado. Es importante destacar que estas inversiones tienen como sector estratégico preferencial a la minería metálica -Canadá es el mayor inversor en este rubro-, situándose República Dominicana en el quinto puesto en el grupo de países más atractivos.

La minería es determinante para el desarrollo de América Latina y puede ser crucial para el desarrollo nacional. Debemos decidir la forma de enfrentar los desafíos que de la actividad se derivan. Algo determinante, como se ha proclamado en innumerables ocasiones desde esta columna, es seguir mejorando el conocimiento del potencial de la minería responsable y sostenible para estimular el crecimiento sustentable y la equidad, en particular, en las provincias con riquezas minerales probadas y probables.