Un cambio político trascendental en América Latina en las últimas dos décadas es la desarticulación de los sistemas de partidos y el surgimiento de diversas coaliciones electorales para llegar al poder. Algunas se sostienen en el tiempo, otras no.
Las crisis económicas, la corrupción, la exclusión social y la violencia delincuencial son los ejes que estructuran el colapso de los partidos políticos tradicionales. Incapacitados para dar respuesta a las necesidades y demandas de la población, la clase política latinoamericana ha fracasado en los ensayos democráticos, dejando a su paso sociedades en hemorragia económica e inseguridad ciudadana.
Ese vacío lo llena generalmente algún líder mesiánico que alcanza el poder con el montaje de una coalición político-electoral nueva.
El proceso comenzó en Venezuela con el surgimiento de Hugo Chávez a fines de la década de 1990 ante el finado bipartidismo venezolano de ADECO y COPEY. La base militar y el petróleo dieron a Chávez un marco de posibilidades para permanecer en el poder hasta la muerte; y el chavismo, hasta la fecha, ha logrado sortear fuertes crisis políticas y económicas. Su cúpula no se ha desintegrado.
En la década de 1990 también colapsó el sistema de partidos de Perú y dominó Fujimori. Luego, con la caída de las oligarquías de Bolivia y Ecuador en medio de la insurgencia indígena, surgieron Evo Morales y Rafael Correa.
El PRSC y el PRD colapsaron electoralmente. El PRM, heredero principal de los votos del PRD, aún no se constituye en fuerte músculo político. El PLD, único partido que aún no se ha dividido ni colapsado electoralmente, enfrenta serios problemas de articulación interna y de credibilidad
También se vino abajo el sistema de partidos en Argentina, aunque los Kirchner lograron mantener viva una facción del peronismo. Uruguay vio sus partidos tradicionales reemplazados por un frente de centroizquierda. Brasil, que nunca tuvo un sistema de partidos fuertes, vivió la desintegración del incipiente bipartidismo que forjaron Fernando Henrique Cardoso (en la centroderecha) y Lula (en la centroizquierda) ante la magnitud de los escándalos de corrupción. En Costa Rica el PAC reemplazó en años más recientes el llamado bipartidismo tradicional.
El pasado domingo 1 de julio, México asistió a las urnas y los resultados muestran el hoyo electoral en que han caído el histórico PRI y su opositor PAN. Después de 70 años de unipartidismo del PRI, el PAN llegó al poder en el 2000. Se auguró entonces el surgimiento de un bipartidismo, con el PRD (un desprendimiento del PRI) como tercera fuerza electoral. Pero esa estructuración partidaria no duró ni 20 años. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador con el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) evidencia la desarticulación del sistema de partidos mexicano.
López Obrador obtuvo el 53% de los votos a nivel presidencial y arrasó en la Cámara de Diputados. Ya no se puede hablar de unipartidismo, ni bipartidismo ni tripartidismo en México. Una coalición con un nuevo realineamiento de votantes ha llevado a López Obrador al poder. No es un actor nuevo en la política mexicana, ya había intentado ser presidente antes y fue gobernador del DF. Lo nuevo es la coalición, y, sobre todo, el descabezamiento electoral del PRI y del PAN.
La República Dominicana ha sobrevivido a la debacle partidaria en la región, pero viene desde el año 2004 experimentado la desarticulación de su sistema de partidos. El PRSC y el PRD colapsaron electoralmente. El PRM, heredero principal de los votos del PRD, aún no se constituye en fuerte músculo político. El PLD, único partido que aún no se ha dividido ni colapsado electoralmente, enfrenta serios problemas de articulación interna y de credibilidad.
¡Ojo! El sistema de partidos dominicano no tiene vacuna eterna de inmunidad al colapso.
Artículo publicado en el periódico HOY