Los nuevos caminos de la crítica en América han desarrollado formas y fórmulas conquistadoras de espacios intelectuales, lectores dependientes e independientes que demandan hoy textos insurgentes a contramano de un poder editorial clasificador de textos domesticados por la institución comercial por líneas de saberes posicionados en el ecosistema de la producción simbólica.

Hemos podido contactar las diversas cardinales surgentes e insurgentes de lectores agentivos, persuasivos y co-creadores que se expresan en los diferentes géneros textuales turbulentos, apropiadores y performativos. En la  América que pensó Pedro Henríquez Ureña existieron los tres tipos de lectores de obras, mundos imaginarios y fuerzas culturales. México, Argentina, Brasil, Perú, Bolivia, Venezuela y otros dialogan sus textos seminales y vertientes de significación.

De ahí que la patria coral de Pedro Henríquez Ureña la encontramos también en Bello, Sarmiento, Martí, Lugones, Darío, Montalvo, Rodó y otros que abrazaron la utopía y la rebelión cultural.

¿Qué ha sucedido en las islas del Caribe insular?

La polivocalidad de la insurgencia cultural generó una literatura y una historia narrada por los colonizadores y colonizados con sus diferentes marcas, signos e imágenes. Los diseños coloniales en el Caribe insular y en la América de tierra firme generaron respuestas anticoloniales que pusieron en juego la llamada unidad de América, sustentada y mencionada por el viejo panamericanismo y sus hordas intelectuales.

Tanto las voces políticas y económicas como aquellas disidentes crearon sus tensiones en la geografía concentrada por el listado oficial de los administradores coloniales que determinaron un mapamundi de la violencia y la modernidad. Pero PHU no instruyó una modernidad vanguardista e insurgente, ni tampoco de dominadores y dominados en el enmarque de una “América buena” y una “América mala”. La concepción democrática de su “filología” no llegó a explicar los elementos de una crisis de los centros de dominación motivados por clases o grupos sociales de poder en formaciones políticas y económica determinadas.

Así, “El descontento y la promesa”, “Patria de la justicia”, “La utopía de américa”, “América y la Exuberancia”, “América buena y América mala”, “Tradición y rebelión” motivan un ensayismo marcado por una historiografía liberal y democrática, pero sus estrategias económicas, políticas decisionales modernas, en un momento en que las estructuras concentradas del nacionalismo hispanoamericano estaba signada por una ilustración republicana basada más en la Geografía como ciencia y cartografía del poder que sugiere las fórmulas contrahegemónicas.

Las líneas políticas del funcionariado estatal posicionado por el discurso de dominación en toda la América continental, muestran que en las primeras tres décadas del Siglo XX en América se concentró un capital acumulativo, pero sin generante económico intercambiario, o nucleado por una crisis social ascendente que generó en países como México, Argentina, Venezuela, Brasil, Colombia y otros, no solamente el descontento, sino también la rebelión.

Sin embargo los signos, acciones, herramientas culturales económicas y políticas se mostraron en la mayoría de casos insuficientes y débiles frente al modelo postliberal y democrático vigente. Sociedades indígenas, asociaciones obreras, gremios e instituciones de fomento perdieron en muchos casos las perspectivas de una modernidad que hizo estragos y cuyos biografemas, narratemas y culturemas encontramos en obras como Facundo, Doña Bárbara, Huasipungo, El mundo es ancho y ajeno, La vorágine, Cumandá, Perros hambrientos, La Sangre, La mañosa, El matadero, Los de abajo y otras.

Antillanismo, hispanoamericanismo, panamericanismo, liberalismo historiográfico, caribeñismo,  naturalismo, monarquía hispánica, realismo, independentismo y capitalismo monopolista se constituyen en todo el mapa continental de fuerzas de dominación y discurso tendente al autoritarismo militarista que hasta hoy han incidido de manera vertical con fuerzas contrainsurgentes contrarias a un discurso posliberal y responsivo motivador de un viaje epistemológico y político de la representación actual.

En el caso latinoamericano, caribeño, fronterizo, geopolítico, demográfico, los signos e imágenes-mundo funcionan en tanto que cuerpos, gestos epocales, perspectivas y horizontes donde la modernidad habla, se pronuncia como centro y margen donde ocurre un “desarrollo insostenible” y desigual a este lado del Atlántico, donde en la primera mitad del Siglo XX se posiciona una pujanza devastadora de actores culturales, “vidas desperdiciadas”, errancia, culturas rotas, movimientos periféricos, opciones erráticas, ecocidios y otros fenómenos explicables mediante diseños y modelos políticos que funcionan como vertientes de un capitalismo sostenido por relaciones de producción, fuerzas productivas y estrategias de producción económicamente asimétrica.

Arqueología, Geografía, acción desintegradora y memorias sublevadas construyen en pleno siglo XX espacios, mediaciones culturales, políticas y sociales que pronuncian sus propias cartografías y textualidades en tiempo y espacio. Se trata de diversas coralidades que se asumen desde una sociedad-cultura que vive de la contradicción, la negación de las voces e identidades plurales.

El sujeto como vocalizador de valores y fuerzas sociales se reconoce mediante imágenes de mundo muchas veces mixtas, otras veces monovocálicas. Por lo mismo, las voces como cuerpos de la memoria narran los sujetos y sus memorias que a la vez descubren y se descubren en sus diversos arraigos, promesas, movimientos positivos y negativos en el orden posible de la modernidad de la primera y la segunda mitad del siglo XX.