Trabajé en el Instituto Nacional de la Vivienda (INVI), desde el 1962 hasta el 2003. Conocía a Goyito García Castro, quien nos visitaba con frecuencia para obtener información sobre los proyectos que se ejecutaban en ese entonces. Si mi memoria no me falla, creo que trabajaba como relacionador publico de la Secretaria de Agricultura en el 1968 o antes.
Pero poco a poco y después de ejercer como periodista del periódico Ultima Hora, fue destacándose como un crítico de la reelección, al punto que se opuso firmemente a que Balaguer fuera reelecto a la Presidencia en el 1970.
Con su tenaz ataque al gobierno por las matanzas de izquierdistas en los años siguientes, se convirtió en un personaje importante en la radio y la televisión, mientras era amenazado constantemente por sectores de la ultraderecha, en aquella época conocido como La Banda.
El prestigio y valentía de Goyito García Castro, hizo de su profesión una fuente de esperanza dentro del precario e impredecible ambiente político de aquellos tiempos, mientras su fama crecía a velocidad del trueno. Por su extensa experiencia como periodista supo calar en la mente de un pueblo que estaba sometido a una fuerte represión gubernamental.
Fue una época oscura, donde algunos destacados militares del trujillismo controlaban los mandos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional y patrocinaban los movimientos de la ultraderecha, que tenían luz verde para liquidar a quien sea.
El 28 de marzo del 1973 y una noche antes de mi partida para Chile, becado por la OEA para estudiar una maestría en economía y estadísticas, preparaba mi maleta para un largo viaje y una extensa estadía, dejando a mi hijo recién nacido y a mi esposa en casa de mi madre. La beca no daba para todos.
A eso de la 9:20 p.m. escuché varios disparos y me asomé al balcón de la casa materna, en la Santiago Rodríguez casi esquina José Reyes. Vi gente corriendo calle abajo y yo hice lo mismo ante las advertencias de mi esposa de que no saliera. Llegando a la Calle Las Mercedes, apenas una cuadra al sur, había varias personas alrededor de un hombre tirado en la acera.
Después de oír a uno de ellos, que identificó a la víctima como el periodista García Castro, me di cuenta que el país se enrumbaba nuevamente hacia una dictadura que no vacilaba en matar a quien se le opusiera.
Hoy, 42 años después, sectores de la ultraderecha, algunos ex integrantes de aquella banda asesina, vuelven a sus andanzas y amenazan a prestigiosos periodistas que defienden los principios democráticos de este país.
Huchi Lora, Juan Bolívar Díaz, Roberto Cavada y Amelia Deschamps, son las voces y las plumas de la esperanza, de la probidad, de la lucha contras las injusticias y de la libertad de expresión, tal como lo fue Goyito en su época.
Solo basta leer los comentarios a los artículos que publican algunos de esos periodistas. La mayoría está llenos de odio, amenazas y maldiciones y siempre son las mismas gentes a las que les pagan para promover esa campaña.
Aunque vivimos otra época, no basta una simple denuncia que puede quedar en el vacio ya que entre los fanáticos ultraderechistas siempre hay gente dispuesta a todo. Por eso, el gobierno debe proteger a esos periodistas ofreciéndole amplias garantías para ejercer con libertad y seguridad sus derechos y su ejercicio profesional.
También las agencias de seguridad deben investigar las denuncias, perseguir a los responsables y someterlos a la justicia. Ya es hora de poner en su lugar a estos grupos xenofóbicos y amedrentadores, que dañan la imagen del país y actúan al amparo de algunos sectores de poder.