I.- El deterioro social y la actividad política
1.- El deterioro de la sociedad dominicana comienza con el sistema social imperante, sigue con la familia, continua con las instituciones del Estado, hasta llegar a la degradación en el proceder de amplios sectores, clases y capas sociales que con sus actuaciones revelan la forma negativa como asimilan las taras que genera el orden establecido. La manera de ser de una persona identifica su personalidad y sirve para conocer su conducta.
2.- Para algunos dominicanos y dominicanas da lo mismo entregarse a costumbres licenciosas que mantenerse honestos. En la mente de los obscenos que aquí abundan, darle riendas sueltas a las acciones censurables da lo mismo que actuar en forma virtuosa. Estamos viviendo la época en la cual sobresalen los que tienen poca o ninguna vergüenza, los caraduras, impúdicos y desvergonzados. El ambiente está ideal para desfachatados e insolentes.
3.- La situación de agrietamiento ético y moral que padece el país sintoniza, hace buena liga con aquellos que poco les importa el qué dirán, que son los mismos que han contribuido a que se haya diluido, echado por tierra y reducido a la nada el proceder respetuoso que nos caracterizaba, muy diferente al actuar de muchos que, ahora, por el hundimiento moral se manejan como quien no quiere la cosa, lo que digan les da un pito.
4.- La política es la actividad en la cual más fácil se comprueba la plasticidad de diferentes segmentos de la sociedad dominicana de hoy, lo que se evidencia por lo maleable que actúan. La reciedumbre en las posiciones escasea en la mayoría de aquellos que han hecho del accionar político una habitualidad. Se comportan con una flexibilidad que revela la ausencia de solidez en los principios que dicen sustentar.
5.- Para la mayoría de los que están como profesionales de la política en los partidos tradicionales, su participación la hacen como un pasatiempo; ejecutan para estar en la chercha recreándose, llevando una vida solaz. De ahí que ellos dejan pasar por alto y se hacen de la vista gorda ante cualquier asunto de trascendencia para el país, sin importar que sea de naturaleza económica, social o que afecte a la soberanía nacional. Ellos son los que hablan mucho y sin sentido, demostrando que tienen más de impostores que de políticos veraces.
6.- El trabajo político con seriedad se ha desnaturalizado porque la inmensa mayoría de los que se identifican como líderes y se hacen llamar dirigentes llegan a la política sin el menor sentido de responsabilidad. Se insertan en el quehacer de sus organizaciones con el único fin de ocupar un espacio en procura de que algo les corresponda en la repartición del presupuesto nacional. Cualquier persona que no quiere trabajar se ha llegado a creer, y le ha dado buenos resultados, que conviene mantenerse como un zángano de la política.
7.- El vago político le ha hecho tanto daño a la política que cualquier hombre o mujer que por su conducta merece el respeto y la consideración de los demás se espanta cuantas veces se le sugiere que intervenga como miembro de una organización. El conjunto de cualidades morales que ensalza al dominicano o la dominicana quedan melladas una vez se juntan con muchos de los que han probado vivir como un pachá, pero sin bajar el lomo porque están en la lista de los políticos que trabajan como vociferantes.
8.- Los que se la dan de políticos y no son más que comediantes de ella, le han quitado brillo hasta el punto de afearla de tal manera que cada día se hace menos atractiva a la vista de las personas de bien. El panorama político nacional luce enturbiado porque las actuaciones de los que no sienten la política con decencia, la mantienen al margen de toda diafanidad. Aquí la política no motiva gracia, carece de encanto por las inconductas que exhiben muchos actores políticos tradicionales.
9.- La realidad política del país ha puesto de manifiesto que para un pueblo quitarse de encima a un ordenamiento injusto no bastan las iniquidades que genera e irritan, sino que es necesario que tenga como adversarias a fuerzas motrices que motiven confianza en el pueblo por ser personas íntegras en las cuales se puede confiar por el coherente accionar político.
10.- La inteligencia de nuestro pueblo le va a permitir, más temprano que tarde, convencerse de que debe zafarse de la influencia que ejercen aquellos que lo han dominado políticamente y lo han mantenido retenido ideológicamente convirtiéndolo en una especie de rehén. Liberarse de la politiquería permite a las masas populares convertirse en dueñas de su propio destino.
11.- Llegar a la política para servirse de ella forma parte de la trampa que los aprovechados del deterioro social han utilizado para que lo mejor de nuestro pueblo permanezca atado a viejas prácticas de hacer labor política para lucrarse y a la vez agarrar, mediante el oscurantismo, a los cautivos que solo resultan emancipados luego de los procesos electorales. Los motivos que mueven a los políticos de ocasión a accionar en política guardan relación directa con el beneficio que obtienen. El lucro sirve de aliciente a quien va a la política con el único objetivo de que le sea de utilidad.
12.- El día llegará, que es de esperar que no esté lejos, cuando mujeres y hombres humildes de aquí procedan a cuestionar a los que han estado haciendo política de engaño; se decidirán por inquirir a los beneficiados de los recursos del Estado; se lanzarán con firmeza a interpelar a todos aquellos que se han burlado de las buenas intenciones de los que han ido a las urnas a ejercer su derecho a elegir condicionados por promesas que nunca han sido cumplidas. De seguro que los sinvergüenzas metidos a políticos no van a tener respuestas a los cuestionamientos que les hagan sus víctimas, que no son otros que los que ingenuamente han confiado en políticos de argumentación sutil y falsa.
13.- La política que saben hacer los que hasta ahora la han manchado con su mal comportamiento, no debe seguir siendo la que sirve de base para alcanzar el poder del Estado. Se impone higienizarla para quitarle de encima el lastre que la está haciendo desagradable, y ser vista como algo en lo que solo saben obrar para lastimar y afrentar, no para alegrar. Aquellos que por su escasa formación ética y moral se dedican a la política, porque consideran que para estar en ella basta con servir poco o nada, hay que aislarlos para que no continúen con sus actos haciendo insoportable el ambiente en el cual nos estamos moviendo.
II.- La política ejercida por personas íntegras
14.- La idea que muchos dominicanos y dominicanas tenemos de la política es que debe ser ejercida por personas sensibles, íntegras y decentes con el fin de tomar el poder y desde las distintas instituciones y órganos del Estado, hacer labores en beneficio del pueblo. El trabajo social ha de expresar o determinar las cualidades distintivas de quien abraza la actividad política pensando en ir al gobierno central o municipal a cumplir una función con sentido cívico y ciudadano. Entregarse por completo a lo que es útil a la comunidad es demostración de estar ejecutando para bien de su país, ser provechoso a sus conciudadanos.
15.- La propensión de un ser humano a identificarse con las causas justas, cuadra perfectamente con el proceder de aquellos que históricamente lo han dado todo para ver materializados sus ideales, y solo han buscado como recompensa el deber cumplido. Este es el perfil de los que se mueven en política para que sirva de sana motivación a la presente y futuras generaciones. Engalanan la política quienes la realizan para hacerla bonita e importante; elevándola como todo lo que se hace con el corazón y afianzadas convicciones. El ciudadano ejecutante de labores políticas y sociales destinadas a contribuir con el desarrollo de su país, crea entusiasmo, anima a los demás a hacer trabajo productivo.
16.- Lo mejor del pueblo dominicano, que no está contaminado por las taras presentes que nos reducen como país de gente buena y laboriosa, hay que motivarlo y convencerlo de que todavía aquí hay gente con calidad humana y moral para hacer política; que no todo está perdido. La frustración no debe apoderarse de aquellos que han aspirado y aspiran que el accionar político no sea deshonroso, denigrante y oprobioso. El ambiente político nacional hay que rodearlo de aquellos que creen en el trabajo y enaltecen por sus actuaciones dignas de encomio.
17.- Ante el medio social mugriento que han creado aquellos que llegaron a la política por oportunismo, hay que procurar asearlo con una incidencia política diferente llevada a cabo por grupos limpios, no dañadas por los vicios sociales que, como la corrupción, han degradado el espacio donde todas y todos estamos llamados a convivir libres de quienes han creado una cultura propia de truhanes. Nuestro pueblo es digno de contar con políticos que se destaquen por su correcto proceder; que prevalezcan por sus actuaciones apegadas a la sinceridad y no al cinismo; a la franqueza y no a la astucia y disimulo acompañados de burla encubierta contra las grandes mayorías nacionales.
18.- El político que necesita y merece nuestro país es aquel “que no debe fingir ignorar lo que sabe y fingir que sabe lo que ignora; fingir entender lo que no comprende, no oír lo que escucha, y poder más de lo que está en sus propias fuerzas; mantener como secreto la falta de secretos; parecer profundo cuando no hay otra cosa que vacuidad e inanidad; representar mejor o peor el papel de un personaje; sembrar espías y poner traidores a sueldo; esforzarse en ennoblecer la pobreza de los medios con la importancia de los fines”.
19.- Aunque la política es una actividad decente para gente decente, la gran mayoría de nuestro pueblo tiene la creencia de que: “los políticos son gente semifracasada en sus particulares negocios y profesiones, de mentalidad mediocre, dudosa moral y portentosa vulgaridad”.
20.- Por muy feo que se presente el accionar político no podemos sentirnos decepcionados. Debemos razonar partiendo de que tenemos que mantenernos ilusionados y no descorazonados; llenos de alegría y confiando que un futuro mejor es necesario y posible. Aunque la politiquería cada vez es más desalentadora, hay que armarse de confianza, creer en la potencialidad de los que son los más. Estar sin ánimo no forma parte del proceder de aquellos que llegaron a la política a batallar sin importar espacio físico ni adversarios.