El movimiento que propugna por el cumplimiento de la Constitución de la República de que la inversión del Estado en educación vaya en constante aumento y en proporción a los niveles de desempeño macroeconómico del país; ha sustentado su reclamo sobre el respeto al porcentaje establecido hace ya 14 años mediante la ley nº 66-97 general de educación del 4% del producto interno bruto o 16% del gasto interno total, creando una campaña hermosa, unificadora, pacífica y original que se identifica con el color amarillo y el 4%. 

El movimiento amarillo o del 4% se trata de la coalición de una serie de organizaciones, preocupadas por la situación del país, al margen de intereses partidarios que procedió a la identificación o constatación de un hecho: la deficiencia de la educación dominicana; sus consecuencias: graves problemas sociales, delincuencia, deterioro social, etc.; la detección de un gran obstáculo (pero no el único): la pobre inversión el Estado y el planteamiento de soluciones prácticas. 

Una vez establecido el problema, sus causas y sus consecuencias; se determinó el objetivo de la causa: avanzar en materia de educación en nuestro país para lograr una educación digna, inclusiva y de calidad. 

Para lograr ese objetivo se determinó que era indispensable el aumento de la inversión en educación pues los niveles actuales no son suficientes para lograr la meta, de manera pues que resultaba necesario enfocar la causa hacia la obtención de un aumento en la inversión en educación. 

Para ello, la coalición dispone del mejor aliado: la Constitución de la República y la ley que establecen de manera inequívoca la necesidad de inversión sostenida y creciente en educación. Pero el asunto no se limitó a pararse frente a los edificios  gubernamentales con una sombrilla, sino que se identificaron las fuentes presupuestarias necesarias para lograr el objetivo, se prepararon propuestas, se reunieron con los sectores políticos que toman las decisiones, les plantearon las ideas y estuvieron dispuestos a discutirlas. 

Y encontraron un muro que se obstinaba y se obstina en el incumplimiento de la normativa, pero sobre todo, que trata de desviar el debate y simplificar el objetivo de una causa que tiene como principal mérito haber puesto el tema en la escena política y social nacional. 

La causa del 4% identificada con un número simple y un color llamativo refleja una preocupación por los problemas sociales de la República Dominicana cuya superación debe pasar necesariamente por la asunción de la deficiencia en la educación de manera seria y responsable. 

El gobierno ha admitido la justeza de la causa, pero ha señalado que el problema no es de dinero, como si el movimiento se circunscribiera a esa simple cifra de 4%. Porque está claro que no se trata sólo de dinero, y eso lo sabe el gobierno; se trata de resolver los problemas sociales a través de un compromiso con la educación; se trata de lograr una educación digna, no sólo de engrosar el presupuesto de un ministerio. Pensar que ese es el objetivo es confiar demasiado en la ignorancia y subestimar la inteligencia de quienes participan en el movimiento y quienes observamos desde fuera. 

Claro que la calidad es vital, pero sin inversión no es posible mejorar la calidad de la educación. Así lo señala la propia ley de educación en su artículo 59 al enumerar los parámetros determinantes en la calidad de la educación, entre ellos: "La inversión de recursos, su racionalidad y adecuación que garanticen la puesta en práctica de la acción educativa." 

Tan importante es la inversión en educación que la propia Constitución establece la necesidad de que el gasto en educación sea proporcional al crecimiento económico y es que es indudable que sin educación, la sociedad no avanza, el individuo no progresa ni se desarrolla.  

Pero el gobierno se empecina en atrincherarse como si el movimiento amarillo fuese en contra de alguien y no a favor de algo, a favor de la educación. 

Las trincheras son innecesarias, porque todos aquellos que han construido este movimiento alrededor de la causa del 4% no son enemigos de nadie, son amigos de la patria y lo único que desean es una educación digna para lograr una sociedad con ciudadanos comprometidos, respetuosos de las normas y exigentes con sus derechos. 

El gobierno y los políticos (porque todos los partidos son responsables de 14 años de incumplimiento) deberían entender eso y unirse de verdad, con hechos, al esfuerzo para lograr una educación digna en la República Dominicana. 

Las trincheras sólo reflejan el temor del combate en un escenario de votantes educados, conscientes y exigentes.