El 12 de noviembre se celebra el día del empresario y en República Dominicana se llevaron a cabo varias iniciativas para reconocer empresarios exitosos.  David Collado, que antes de incursionar en política tenía un programa de televisión denominado “Emprendedores”, organizó un evento donde invitó a reconocidos hombres y mujeres de negocio a exponer sus ideas sobre prácticas que conducen al éxito y también homenajeó a cuatro destacados representantes de este gremio: Julio Antonio Brache Arzeno, del Grupo Rica, Carlos Martí, del Grupo Martí; Tato Bisonó, Constructora Bisonó y Patricia De Moya, del Grupo Mercado Media Network el forjador. La Asociación de Industrias de la República Dominicana, de su parte, reconoció a Casa Brugal.  A todos ellos mis más calurosas felicitaciones (en especial Casa Brugal, que colabora con El Arca cada vez que se lo pedimos), pero quiero destacar dos trayectorias menos conocidas, que no están en el mismo momento de gloria que los arriba mencionados y que llaman la atención porque son prueba del éxito que acompaña el unir espíritu empresarial a intereses que, en inicio, parecerían alejadas del mundo empresarial: la literatura y la gestión de riesgo.

Juan Antonio Bisonó Pacheco, nieto del reconocido don Tato, quiso estudiar literatura. Su familia no se esperaba eso.   Pero el perseveró y fue responsable con su pasión. Le puso ahínco, empeño y horas a hacer un buen trabajo al contar historias y narrarlas con una visión de productividad y rentabilidad. Además de literatura, asumió que el cine es una actividad que arroja frutos tangibles y, con el apoyo y la visión de personas que lo acompañaron, realizó una producción que ha sido seleccionada para festival y se desempeña como catedrático de la carrera de cine. Tiene años de carrera por delante y algunas ideas serán más exitosas que otras, pero la claridad de visión que mencionaba Ligia Bonetti y la dedicación a la que se refería Pepín Corripio en el evento mencionado más arriba no serán elementos ajenos a su ejercicio.

El otro ejemplo es Timothé Graziani, quien desarrolló quince años de actividades profesionales antes de asumir emprendimiento individual. Una vez lanzada su empresa, Capresiliencia, centrada en la gestión de riesgos y capacidad de respuesta ante contingencias, para que precisamente, no haya imprevistos, mantuvo su dedicación al Banco Popular, donde realizaba similares funciones, antes de que el nivel de crecimiento lo llevara a tomar la decisión de dedicarse en exclusividad a Capresilencia.  Su ejemplo habla de perseverancia, dedicación y congruencia.  Así como gestionaba los riesgos de los otros, también gestionaba el suyo propio y su entrada a llevar a cabo su propio proyecto fue suave y segura, como los principios que preconiza.  Ahí anda por otras latitudes, probando la veracidad de la frase de Agustín de Hipona que titula este artículo.  Lo importante es hacer aquello en que se cree. Si además se le pone empeño, empuje y espíritu empresarial, los resultados benefician a muchos.