Este 10 de octubre, cuando se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, es una fecha propicia para alzar la voz por quienes, en el transcurso de los miles de años del hombre sobre la faz de la tierra, no la han tenido. Al repasar la historia de la humanidad, hemos visto que desde el principio de los tiempos la persona aquejada de un padecimiento mental se convirtió en una carga o en un obstáculo para su grupo, porque esos núcleos humanos precisaban de manos productivas y defensivas. Atendían sus necesidades más básicas y de supervivencia.

Desde aquellos días perdidos en la bruma de siglos y rescatados a golpes de suerte, inversión paciente de tiempo y  métodos de variadas disciplinas científicas, nos encuentra una realidad de a puño: uno de cada cuatro de nosotros tiene una condición mental. Nuestras  estadísticas, aún con escasa disponibilidad de datos, herramientas fundamentales para trazar planes y estrategias, para elaborar políticas públicas de salud e intervenciones sanitarias, no dejan lugar a dudas: alrededor del 25% de la población dominicana sufre de un trastorno mental, cerca de 500,000 mil  dominicanos padecen  depresión y más de 600,000 mil adolecen de ansiedad. Sin olvidarnos de las demencias en todas sus formas, del alcoholismo y del uso de otras sustancias prohibidas.

Hay que alzar la voz para que gobierno y sociedad, es decir, todos nosotros, miremos y actuemos en torno a  este problema de salud, que de una u otra forma nos afecta a todos: los trastornos mentales representan sobre el 14 % de la carga total de enfermedades en América Latina y el Caribe, medida en Años de Vida Ajustadas según Discapacidad y mortalidad (AVAD). Si sumamos que alrededor de 600 personas se suicidan en nuestro país cada año y que se ha convertido en la tercera causa de muerte entre nuestros adolescentes, tenemos que aceptar que estamos frente a un grave problema de salud pública.

Sin embargo se destina menos del 2 % del presupuesto de salud a la salud mental. Que el lector no se equivoque al leer: es menos del 2 % del presupuesto de salud, no del presupuesto general de la Nación. A todas luces es una suma ridícula para un problema de envergadura enorme, en donde la pandemia COVID vino a agravar la respuesta de los servicios a las demandas de la población con una condición mental, al tener que utilizarse espacios físicos de salud mental para la emergencia sanitaria que impuso la nueva epidemia. Debemos alzar la voz para solicitar a las autoridades la devolución de dichos espacios, y más aún, seguir con la expansión planificada antes de la pandemia, hasta lograr la transformación en materia de salud mental que venía en curso. Alcemos la voz junto a la Dirección de Salud Mental y la oficina homóloga en el Servicio Nacional de Salud (SNS), para que sus superiores les escuchen.

La persona con una condición mental, ocultada en su presencia por la familia, menospreciada por el entorno, invisible ante los planes del gobierno y muy poco aireada desde los medios de opinión, necesita dolientes. El cierre de oportunidades para desarrollar una vida ajustada a sus posibilidades, se le ha ido achicando según se van presentando nuevas coyunturas a los que hacen las políticas y los planes: lo que podía ser una magnífica oportunidad para impactar en mejorar la salud mental y el gasto de las familias, como la Ley de Seguridad Social, se convirtió en los ojos de todos nosotros, en una ignominia. Es la negación de derechos ciudadanos amparados por  la “Ley”, alcemos la voz, junto al diputado Aníbal Díaz,  para modificar esta bochornosa violación de derechos y así lograr que todos los congresistas, diputados y senadores, se sumen a su causa.

Alzar nuestra voz para mejorar la atención en salud a este colectivo, es cuidar la economía del país y la de las familias. Alzar la voz es traducir lo que padece quien está afectado de una condición mental; es ponerle nombre al dolor y al sufrimiento, es vencer el desprecio que la cultura nos enseñó, es derrotar la discriminación y abrir las puertas de las posibilidades a la persona vulnerable. Alzar la voz a favor de esta causa, es un acto de justicia.