“Sacarle la lengua” a alguien es la mueca que hacemos los dominicanos como señal de burla socarrona con la cual dejamos dicho al otro algo así como: “¡Chúpate ese cajuil, papá!” o “¡Qué pena me da tu caso!”

El señor Carlos Holguín Veras, como una demostración más de que los seres humanos tenemos control de nuestras elecciones buenas o malas, en una serie de artículos publicados recientemente  en este diario digital acento.com.,  ha asumido la defensa frente al Estado de los pensionados y de aquellos que aun mereciendo por ley recibir una pensión no se la otorgan, en vista de que si las pensiones no son indexadas cada año de acuerdo a la ley 379-81, pues dado que la inflación es una especie de lobo disfrazado de oveja que se nutre de la savia de los precios altos, pronto los pobres pensionados en vez de yuca con huevo, comerán “jele”. Es por ello que los pensionados del Estado que reciben menos de 150 mil pesos al mes y también aquellos que aún no la reciben, debemos respaldar a Carlos Holguín en la solidaria misión que ha emprendido. Pues a pesar de que un principio en Psicoeconomía dice que después de unos picos positivos o negativos los precios regresan a la media histórica, la verdad es que casi por  3 años no ha sucedido así.

Las alzas de los precios de todos los artículos, sean comestibles, ropa, calzado, vivienda, diversión, transporte, libros, artículos ferreteros, electrodomésticos y alquileres de viviendas, afecta a toda la población, aunque no en el mismo grado. Sin embargo, a los pensionados y jubilados les va peor que a todos. Pero aclaro, si usted recibe una pensión del Estado por encima de los 200 mil pesos mensuales pues la subida del precio de la comida no le preocupa tanto como a  otro que reciba menos de 100 mil. El pensionado que recibe un importe de 100 mil pesos hoy, de hecho eso equivale a un poco menos de la mitad de lo que recibía en 2015.

La pandemia de Covid-19 no solo ha matado físicamente a casi cuatro mil dominicanos, y como para que se cumpla el dicho de que “ninguna tragedia viene sola”, la epidemia también está ahora reduciendo a “to’ dar”  los escasos ahorros y los reducidos ingresos monetarios que usted recibe  mensualmente mediante el arma de destrucción masiva que menos tiempo se coge en matar la economía doméstica de los  pobres y los de clase media: la impopular inflación. Inflación significa que usted y yo somos más pobres y nos empobrecemos más a medida que aumentan los precios de un modo continuo y generalizado porque con una pensión, por ejemplo, de 30 mil pesos, un pensionado  solo puede comprar ahora en junio dos tercios  de los artículos que compraba en junio del 2020. Y cuando la gente se vuelve más pobre más encojonada e irritable vive, más desesperada vive, más irrespetuosa se vuelve y, frecuentemente, más proclive se vuelve a cometer fraude, engaño, dolo, malapaga y se inclina a la adicción al juego, al alcohol y a la violencia e intolerancia. Y eso, sin contar que más rápido envejecemos mientras más pobres nos volvemos.

La verdad es que una inflación pequeñita [si no rebasa el 1% al año] no es mala, pues indica que la economía va bien. Pero aquí nadie puede decir que si los precios no paran de subir es porque hay una mayor demanda de bienes, de ahí que el aumento de los precios hay que achacárselo a la codicia de comerciantes y empresarios.

Reconozco que en los precios influye muchísimo el gusto de la gente y la preferencia individual de cada persona. Pero como solo algunos pueden comprar según sus refinados gustos, todos los demás  pensamos no en función de los precios nominales sino de los absolutos. Por eso, aunque nuestro Banco Central calcula la inflación en base al Índice de Precio al Consumidor (IPC ó precios nominales), uno no entiende por qué si los precios de todas las mercancías han estado subiendo continuamente en colmados, farmacias y supermercados durante los últimos diez meses, aquella institución nos dice que la inflación de enero a junio es la bagatela de un 1.2%, pero se calla que eso significa que ahora el dinero tiene menos poder de compra. Es decir, que los sueldos y las pensiones de todos se redujeron. Y como el Banco Central ha congelado el interés pasivo entre un 2 y un 3%

los minúsculos ahorros de los pobres y los clase media, pues estos dos grupos han visto reducir sus ingresos en aproximadamente un 12 por ciento; y eso…….!es demasiado, señor Valdez Albizu! Ah, tengo una pregunta para el gobernador del Bancentral: ¿Qué porcentaje del PIB representan las pensiones? Por lo milañosas que son, estimo que no llegan al 0.20% del PIB.

Los ciudadanos que de ciencia económica no sabemos “ni papa”, no nos entra en la sesera la paradoja de que cada vez que suben los precios cuando hay baja inflación, nos alarmamos mucho más que cuando suben los precios en medio de alta inflación. Sin embargo, comerciantes y empresarios obtienen ganancias enormes mientras más alta es la inflación porque las personas tendemos a no fijarnos en la diferencia de precio final entre un artículo que subió un 10% en un supermercado y el mismo artículo  que subió un 20% en otro distinto.

De todos modos, la inflación no sería  tan gravosa y preocupante para los pensionados y jubilados del Estado si cada vez que aquella sube un 2% o un 5%, el Gobierno automáticamente eleva el monto de las pensiones. Recordemos que en el 2019 el anterior gobierno dispuso un aumento de las pensiones a 143 mil pensionados del Estado hasta los 20 mil, un “ajustico” a las pensiones hasta los 30 mil y dizque otro “ajustico” a las pensiones de 35 mil hasta 80 mil pesos, pero  todos los pensionados por encima de los 40 mil, nos quedamos “oliendo adonde guisan”, pues nunca recibimos el “ajustico”.

Creo de justicia, a pesar de que solo los lagartos esperan que algún día haya justicia social, periodo durante el cual ellos podrán comer despaciosa y gustosamente las moscas que se posen delante de su campo visual, que el Gobierno a fin de evitarles a los pensionados del Estado más sinsabores y sobresaltos de los que ahora sufren a causa de las insoportables alzas de precios, disponga, por lo menos en el presupuesto  del próximo año, un reajuste de las pensiones aunque  solo sea para aquellas de  150 mil pesos abajo. Esa medida salutífera bajaría grandemente el nivel de angustia e incertidumbre que ahora vivimos.

Claro, los pensionados no queremos que se reajusten los montos de las pensiones y que un mes después la inflación invalide dicho reajuste, pues no queremos ser afectados por lo que John Keynes llamó en su tiempo “ilusión monetaria”. Lo que sí deseamos los pensionados del Estado es que haya una inflación sana para que el reajuste del monto de la pensión  represente exactamente eso que en psicología cognitiva llamamos el “coste del sosiego y la higiene mental”.