El aluminio, que es un metal no ferromagnético, es uno de los tantos materiales que están presentes en muchos de los elementos y/o sistemas constructivos de nuestros edificios. Este material (Al, en la tabla periódica), es uno de los más abundantes de la tierra, en su corteza.
Siempre hemos tenido como una idea preconcebida, que para la fabricación del aluminio, los procesos asociados conllevan una alta implicación medioambiental; por otro lado también tenemos claro que tiene muy buen nivel de reciclaje.
Con respecto a la sostenibilidad de este material, la AEA (Asociación Española del Aluminio y Tratamientos de Superficie) plantea que cuenta con “…Con un ciclo de vida sostenible de principio a fin, se puede afirmar que el Aluminio es prácticamente un 100% reciclable, su tasa de recuperación en construcción es de un 95%, y su reciclado ahorra el 95% de la energía usada en su producción inicial.”
Para la producción primaria del aluminio, que tiene una densidad de 2.700 kg/m3, se parte de la bauxita como elemento principal, en producción primaria, y de la propia chatarra del aluminio en producción secundaria.
Aún cuando la conductividad térmica del aluminio es de 230 W/mk, las ventajas de este material como elemento compositivo para los paneles sándwich, y para muchos otros sistemas de cerramiento mediante carpinterías exteriores, resultan muy competitivas con relación a otros materiales. Estas ventajas objetivas son su fácil manejo para la fabricación y para el montaje, su transporte y su resistencia a los agentes naturales.
Este último párrafo lo podríamos resumir en las siguientes propiedades físicas concretas: ligereza, fortaleza, durabilidad, maleabilidad y resistencia a la corrosión; además es un buen conductor de electricidad y a su vez impermeable.
Un kilogramo (1 kg) de aluminio primario ( es decir nuevo, no de reciclaje), lleva asociado a su producción un consumo elevado de electricidad del orden de los 16 kWh aproximadamente, con el nivel de emisiones (monóxido de carbono, dióxido de carbono, fluoruros, óxido de azufre, óxido nitrógeno) que esto supone y asociado además a las emisiones por la extracción, procesamiento y transporte de varios de sus componentes como la alúmina ( 1.92 kg por Kg de aluminio) o el fluoruro de aluminio (0,19 kg por kilogramo de aluminio). Todo esto de acuerdo a estudios de ACV (Análisis de ciclo de vida), realizados por Ignacio Zabalza Bribían, profesor e investigador de la Universidad de Zaragoza.
Si hablamos de la producción de un kilogramo (1 kg) de aluminio secundario (el que proviene del reciclado de las chatarras de aluminio) llevaría asociado un consumo eléctrico de 0.174 kWh y un consumo térmico (con de gas natural) de 3.113 MJ.