El 16 de noviembre de 1974, en el marco de la Conferencia Mundial de la Alimentación, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración universal sobre la erradicación del hambre y la malnutrición consagrando la alimentación como un derecho humano y universal de primer orden.

“Todos los hombres, mujeres y niños tienen el derecho inalienable a no padecer de hambre y malnutrición a fin de poder desarrollarse plenamente y conservar sus capacidades físicas y mentales.”  No obstante, este derecho es violado amplia y constantemente. En el mundo mueren de hambre más de 25.000 personas cada día y una de cada siete está desnutrida.

La situación es tan trágica y vergonzosa, que el primero de los ocho objetivos del milenio plantea luchar contra la pobreza extrema y el hambre. Lo paradójico es que según expertos[1] la agricultura mundial podría alimentar a 12.000 millones de seres humanos. Dicho de otro modo, el problema del hambre y la desnutrición no se deben en modo alguno a la sobrepoblación.

El verdadero problema es que el derecho a la alimentación constituye una ruptura con el sistema de mercado. La producción, la distribución y el transporte de alimentos dependen de un reducido grupo de empresas multinacionales del sector agroalimentario y financiero que fijan sus precios a través del libre juego de la oferta y la demanda y cuyo propósito es el beneficio financiero.

Mientras la alimentación dependa de contratos a plazos y otras variables basadas en la especulación financiera, los intereses del capital estarán por encima de los intereses de las personas y la situación solo irá a peor.

Para acabar con el hambre, la distribución de alimentos no puede depender exclusivamente de factores de mercado que solo buscan beneficios a corto plazo; No obstante, el FMI, el Banco Mundial, la OMC y las oligarquías multinacionales hacen frente común a favor del funcionamiento de un mercado financiero lo más eficaz y libre posible.

En teoría, los mercados deberían funcionar de modo eficaz y eficiente asignando bienes y servicios para la satisfacción de necesidades de las personas; pero el afán de lucro y la competencia, hacen que esta asignación no sea ni justa ni equitativa.

El acceso al conocimiento, al poder y al capital son asimétricos. Demasiadas personas quedan excluidas y en consecuencia tienen una participación limitada en la actividad económica generando un número creciente de víctimas y marginados del mercado.  Esta es la realidad que debemos cambiar.

Bibliografía:

FAO (n/d) How to feed the world in 2050. Recuperado el 08 de agosto de 2013 de  http://www.fao.org/fileadmin/templates/wsfs/docs/expert_paper/How_to_Feed_the_World_in_2050.pdf

García Cartagena C. (31 de agosto de 2012) El bien común, la economía del futuro o el futuro de la economía.  La esquina del buen ambiente. Recuperado el 11 de agosto de 2013 de http://buen-ambiente.blogspot.com/2012/11/fallas-del-mercado.html

García Cartagena C. (16 de diciembre de 2012) Fallas del mercado.  La esquina del buen ambiente. Recuperado el 11 de agosto de 2013 de http://buen-ambiente.blogspot.com/2012/11/fallas-del-mercado.html

García Cartagena C. (22 de marzo de 2013) Seguridad o soberanía.  La esquina del buen ambiente. Recuperado el 11 de agosto de 2013 de http://buen-ambiente.blogspot.com/2013/03/seguridad-o-soberania.html

Ziegler J. (01.11.2001) La esquizofrenia de Naciones Unidas: Una lucha sin medios contra el hambre. AITHNE.NET Recuperado el 09 de agosto de 2013 de http://www.aithne.net/index.php?e=news&id=201&lang=6

Ziegler J. (n/d) Derecho a la alimentación. Recuperado el 11 de agosto de 2013 de http://archive.org/details/DerechoALaAlimentacion


[1] Jean Ziegler; escritor, profesor de la Universidad de Ginebra, relator especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, autor de El hambre en el mundo explicada a mi hijo, Seuil, Paris, 2000