La política de alianzas, acuerdos y compromisos, forman partes cuando se habla de unidad. Las imponen las condiciones internas y externas de la realidad objetiva. Aquellas que existen independientemente de nuestra voluntad. Obligadas por la presión del momento, debilidades, para obtener éxitos.

Eso de, no hay que hablar, debatir y ponerse de acuerdo para marchar junto, es un error imperdonable. No es de revolucionario ese extraño proceder, ni llegaran muy lejos. Se debe de someter a un profundo análisis cualquier intento de unidad, visualizando en forma objetiva el presente y divisar, ojo de águila, el futuro.

Para todo, se requiere identificar con claridad lo que se busca y con qué recursos se cuenta. Si sobredimensiona y minimiza tus medios, cometería un error imperdonable de apreciación que engañaría tu imaginación, transitando un camino equivocado.

Al hablar de política de alianzas, acuerdos y compromisos, me refiero, en esta ocasión para que no se vayan con lanzamientos malos, al ejercicio de las actividades políticas, particularmente de las organizaciones de izquierda y los progresistas. El momento requiere conversar en torno al nacimiento de una coalición alternativa, unidad en la diversidad, que pueda competir en los certámenes electorales, y participar en la lucha social y popular.

Para esto es indispensable poseer, diseñar una política de alianzas, acuerdos y compromisos, sin atar ni descalificar a nadie; pero tampoco imponer un criterio que divida sin buscar el consenso, el equilibrio y la razón.

Es muy común en los revolucionarios criollos utilizar el chantaje para imponer una posición política; conducta presente a lo largo y ancho de la historia. Al final, se quedan sin pito y sin flauta, causándole un daño terrible a la revolución.

Los frentes de masas no deben ser escenarios donde los revolucionarios y progresistas se enfrenten, despellejándose,  como si fueran entidades antagónicas. Una rivalidad sin sentido que nos resta credibilidad y autoridad ante la población. Sin embargo, los conservadores, dentro y fuera poder, se sirven con la cuchara grande.

Otro error, muy frecuente, adelantarse a los acontecimientos sin el análisis político previo y de clase de la situación. Obvian las contradicciones internas que la mantienen en movimientos, para aferrarse a la política de la improvisación, descalificaciones y a sus “experiencia en el duro batallar”.

Llegar a materializar alianzas, acuerdos y compromisos en el litoral de izquierda y progresista, no es muy común, nada fácil. Pero es necesaria, urgente. Lo primero es que deben someter a un profundo análisis la situación nacional e internacional. Identificar las coincidencias, y las divergencias llevarla al fuego de las críticas, discusiones y convencimientos. Este sería la «raya de Pizarro» para no perder el tiempo en pendejadas.

El movimiento revolucionario y progresista, este último en proceso de definición, atraviesan un mal momento. Cada uno, anda por su lado, alimentando sus proyectos individuales que a la larga profundiza la división. Lo ideal sería aprovechar las herramientas que nos brindan las alianzas, acuerdos y compromisos en torno a un proyecto común y recorrer, organizando y juramentando, todo el territorio nacional con la “Buena nueva”.