Haití es el “paño de lágrimas” de República Dominicana y viceversa. Uno no puede vivir sin el otro; lo que afecta a uno daña al otro: desde un fenómeno natural, las enfermedades, hasta los conflictos políticos, económicos y sociales. Lo que destruye a Haití, destruye a RD.
Por esto me sorprende ver la tranquilidad de RD, cuando Haití está prendido en candela; y no paran (nunca han parado ni pararán) las conspiraciones contra su presidente, Jovenel Moïse, elegido democráticamente. Y con buenas intenciones, pero no lo quieren dejar gobernar.
Me sorprende también la “ingenuidad” (se hace la tonta) de la prensa dominicana, cuando a unas conspiraciones bien organizadas las llama “manifestaciones de protestas sociales y contra la corrupción”.
La prensa debe decir que esos despiadados conspiradores, mientras su país arde y se hunde más en la pobreza, ellos están en República Dominicana, Miami, Estados Unidos, Canadá, Francia.
En Haití no hay sosiego: lo destruyen todo, saquean hasta los cementerios. Escuché a un corresponsal haitiano narrando a un programa de radio (de la Z101) que turbas iban a los cementerios y sacaban los cadáveres para salir con ellos a “protestar”; arrojándolos o poniéndolos en las calles como obstáculos. Los presos se escapan de algunas de las cárceles y ustedes saben que algunos de estos vendrán a parar a República Dominicana.
Quienes conocemos la historia de Haití sabemos que desde que nació como nación, el 1° de enero de 1804, ha vivido perenemente conspirando (en una primera etapa) contra RD; o contra ellos mismos. Se pueden contar “con los dedos de las manos, y sobran dedos,” los presidentes que terminan sus mandatos. Estos salen huyendo al el exilio o terminan descuartizados por las turbas en las calles.
Por ejemplo: lincharon y quemaron vivo a un prócer de la categoría de Jean Jacques Dessalines (en 1806). Con apenas 2 años en el poder, fue despedazado y los trozos de su cuerpo fueron arrojados a los cerdos. Si le hicieron eso a un líder de la revolución haitiana, imaginemos a los demás.
Las conspiraciones contra los gobernantes deben parar y RD no puede ser indiferente. Se debe asociar con Estados Unidos (aliado natural o el hermano mayor de las dos naciones) y entre los tres aplastar los conspiradores históricos. Las autoridades norteamericanas y dominicanas los conocen muy bien. Los empresarios dominicanos y un sector norteamericano tienen sus intereses económicos en Haití.
Si Haití tiene paz, logrará su bonanza económica, que será bienestar para RD: todos ganamos, pues haitianos y dominicanos tenemos una vinculación indisoluble.