Suelo ser tacaña con mis poemas. No me gusta ponerlos en Facebook. Sostengo una relación de amor y odio con esa plataforma social. Siento que la necesito, muchas veces la odio. Es parte, casi inevitable, de la vida, sostener las conexiones establecidas, cultivar las que van surgiendo según los posts y las cosas que nos unen, también las que nos desunen, pues uno se entera por allí de los haters que pueden ser algunos amigos cercanos (de carne y hueso) o tu familia. Uno crece aprendiendo a aceptar a los demás.

No siempre quiero un like, otras veces no entiendo por qué no dan like a un post que considero interesante, sin embargo, sí, a unas imágenes vacías. Esa relación imposible es la que me vuelve loca.

No siempre quiero decir cosas y ponerlas allí, otras veces quisiera poner algo que sé causara revuelo y no lo hago, borro las letras, en ese ejercicio constante de aburrirme de los pleitos antes de tenerlos. Es mejor mantenerse en bajo perfil, acechar a los demás, enterarse de las cosas que importan y también de lo que no importa, en esta vida online sinsentido.

Cartema a mi padre:

Papi, es lamentable que no tengas Facebook. Pudieras ver, lo mucho que te recuerdan por allí, especialmente cada 3 de mayo cuando tu nombre genera más deseos de llorar. Estos días me llegan de sorpresa, pues trato de olvidarte casi a diario. Pero las redes sociales y ellos, con sus extensas cartas, tu foto, tu sonrisa… Las redes sociales y yo, que no logro dejarlas.

También hablaron de ti en Instagram, en un megáfono escrito donde las letras son punzadas profundas. Buscan consuelo, imagino, también lo busco. Tal vez debería intentarlo. Hacer el cambio de íntimo a mundial, llevar de paseo mis lágrimas, mendigar abrazos y likes.

Debes saber que, si encontrara el antídoto para el peso de tu inexistencia, habría tomado la cucharada amarga. Descontinuar así los desánimos y las contradicciones.

¿Cuándo vendrá el tiempo en que los 3 de mayo dejen de morder? ¿Cuándo cesarán los eventos que se suman a esos extraños días en que el cielo tiene tu cara? ¿Cuál será finalmente el alivio que me cure de tu ausencia?

Entretanto, es injusto que no sepas, también que sepas, después de tu descanso eterno.

Sé que es muy tonto tratar de comunicarte lo que siento, aun sabiendo que es imposible obtener respuestas. Como sea, quisiera poder contarte algunas cosas que te harían llorar de la risa. O hacer una cita, sentarme en tu escritorio y recordarte que debes pensar un poco más en ti.

Obviamente no se puede… Increíble, que el cielo esté tan atrasado en tecnología.