Max Henríquez Ureña escribió su primer ensayo sobre Alfonso Reyes en 1907, estando en Guadalajara y ejerciendo el periodismo cultural como profesional liberal que ya había iniciado en Cuba. Como ya hemos visto, Max conoció a Alfonso Reyes a través de Pedro Henríquez Ureña y su marco de relaciones que por aquellos días tenía en México. El joven Reyes y Max establecieron relaciones de amistad, y aun fuera de México, ambos mantuvieron una relación literaria y cordial, tal como se destaca en el Epistolario del segundo.
En su primera reseña titulada Alfonso Reyes, Max Henríquez Ureña da cuenta de sus inicios estéticos y literarios y de su contacto con la Grecia clásica. Max analiza el tiempo de una visión en la que Reyes asumió el imaginario poético y espiritual de una Grecia que lo había marcado y habitado como poeta y ensayista, siendo su sueño un canto y una razón tocada por los tonos de la Ilíada y la poesía de los trágicos griegos y la coralidad hesiódica.
Destaca Max que:
“Alfonso Reyes es de los que llevan una Arcadia en el espíritu y una zampoña pastoril en la mano. Gusta descansar bajo el haya que a Títiro cobijaba y lanzar al viento nemoroso un himno robusto a la fecunda Gea, haciendo repercutir bajo las vírgenes arcadas de la selva el hermoso grito de “¡Amo la vida por la vida!”; hace detener al transeúnte en sus viñedos, diciendo la palabra de juventud; canta el heroísmo homérico de las Termópilas; se recrea con las frases del mercenario, que encuentra en su casa y en su hembra de formas escultóricas un reino más preciado que el del emperador… si avanza todavía hasta penetrar en la civilización moderna, es para alabar en André Chénier la resurrección del espíritu griego…” (Ver “Alfonso Reyes”, en Letras de América 3 (XVIII), Obra y Apuntes, pp. 51-52).
Los pasos imaginarios de Reyes que resalta Max se explican por lo que canta, ensaya y narra el mexicano en sus caminos evocados y vivientes de una estética sentiente cuyas líneas penetran el mundo mágico y maravilloso de los orígenes helénicos. La bio-graphia de Reyes alcanza en Max sus tonos, timbres e intensidades en el cordaje lírico visible y legible también en el comentario sentido del entonces joven MHU:
“Ha vivido Alfonso Reyes trasoñando la vida bucólica, la paz agreste del campo; vive cantando los viejos ideales, porque como ya he dicho, lleva una Arcadia en el espíritu y una zampoña pastoril en la mano. Como los griegos tiene el afán de cultivar toda noble manifestación del entendimiento, ansiando una ilustración vasta y múltiple, y sigue a Goethe, cuando este dice que “el objeto de la vida es la propia cultura”. Como los griegos, atesora en su espíritu el entusiasmo y la esperanza, ama el vigor y la alegría juveniles, adora la libertad”. (Op. cit. Ibídem.)
Resalta MHU cómo la voz se levantó para cantar, educar y asumir la responsabilidad de pensar en el espíritu de la paideia griega:
“Por eso hubo de vibrar su voz en ocasión solemne, para predicar a la juventud de la Escuela Preparatoria, el hermoso afán de la propia cultura; para recordarle la frase de juvenal: “Mens sana in Corpore sano”… para estimular el culto de la alegría… para reafirmar en esa juventud que sube, el amor a la libertad”. (Ibídem. Op. cit.)
En la fase de desarrollo del comentario acentuado por MHU, se destaca un hecho que sobresale en toda la obra de Alfonso Reyes:
“La vasta y sólida cultura de Reyes, unida a su asidua consagración a los buenos autores españoles, le ha dado un conocimiento seguro de nuestro idioma. Su credo artístico se basa en el culto parnasiano de la forma. Es natural: parnasianos fueron Leconte de Lisle y José María Heredia, quienes florecieron al calor del espíritu helénico, que habían asimilado íntimamente. Si Alfonso Reyes ama los parnasianos es porque estos se acercaron a los griegos y quisieron que la forma literaria fuera plástica y armoniosa”. (Vid. Op. cit. p. 53)
Desde la lectura de su obra MHU vaticina entonces lo que sería más tarde la obra de Reyes y lo que promete su ideal de cultura como forma y estilo de saber:
“Puede asegurarse, sin temor a yerro, que descollará en la poesía, porque ha demostrado persistente amor por la forma rimada y posee verdadero dominio del verso. Pero, ¿será solamente poeta? No, los que hemos podido apreciar sus dotes oratorias -reveladas en unas conferencias sobre Moissan y en la alocución a los alumnos de la Preparatoria- confiamos también en que podía brillar muy alto como orador; los que nos hemos deleitado con su prosa tenemos fe en que la gallardía de su estilo y la consistencia de sus ideas le harán triunfar en cualquier género prósico que cultive. Esperemos que el tiempo nos diga hasta dónde ha de llegar este portentoso efebo”. (op. cit. Ibídem.)
Cuatro años más tarde, y desde La Habana, Max escribía su segunda reseña literaria sobre Alfonso Reyes, refiriéndose al vaticinio que hiciera en 1907 en México:
“Los que vaticinamos un día sobre la frente de Alfonso Reyes un porvenir glorioso, no hemos tenido que aguardar mucho tiempo para ver confirmada nuestra profecía. Alfonso Reyes ha publicado su primer libro, y contra lo que la mayoría de los amigos y lectores esperaba, ese libro no es de versos. Los versos vendrán más tarde.” El primer libro de Alfonso Reyes es un libro de Opiniones e intenciones, de crítica, de divagación, de filosofía, es como un espejo de su pensamiento, nutrido por sólida erudición, y se intitula: Cuestiones estéticas”. (Ver Op. cit. p. 54)
MHU apunta al núcleo de este libro que en la América hispánica es de los primeros que teoriza sobre filosofía de lo sensible en cuestiones como “Las tres Electras del teatro ateniense”, “Sobre el procedimiento ideológico de StéphaneMallarmé”, “El demonio de la biblioteca”, “Sobre un decir de Bernard Shaw”, “Las canciones del momento”, “De los proverbios y sentencias vulgares” y otros textos de enjundia cultural y literaria.
MHU resalta y analiza el trazado estético de Reyes en la visión que se justifica en diversos tiempos de creación y sentido imaginario. Se refiere Max a la doxa crítica y literaria de AR:
“La parte de Opiniones se inicia con un admirable y profundo estudio sobre: Las tres Electras del teatro ateniense. Sorprende la penetración del crítico que revela a cada paso un exquisito sentido artístico: advierte, en la lectura del fragmento más deleitable de la Electra de Esquilo, cómo la emoción dramática sucede en el lector al ansia de llorar, y en ocasiones, a una grata placidez risueña, “como inspirada por un vago y perdido concierto de arpas”. (Ibídem.)
MHU toca un punto sobre el ensayismo de AR que es significativo para sus orígenes como escritor:
“Intercala Alfonso Reyes, en el estudio de Las tres Electras, una disertación sobre el coro en la tragedia griega, llena de sagaces apreciaciones, que se resumen en esta afirmación concreta: “Un instrumento oportuno y rítmico de desahogo lírico: esto es el coro de la tragedia helénica”. (Vid. P. 55)
El ensayo-crónica de MHU sobre las Cuestiones estéticas de AR, plantea una lectura interna de un libro clave para apreciar y entender la obra seminal del polígrafo mexicano. Dirá Max entonces que:
“En otras ocasiones, una consideración incidental, que se deriva de detalles circunstanciales de su estudio, demuestra una reflexión larga y detenida y abre a nuestros ojos un amplio tema susceptible de ulterior desarrollo. Así este párrafo: “El momento de exaltación de los espíritus tímidos es de lo más patético que hay en la tragedia de la vida. Los motivos emocionales se han ido acumulando, y la rabia ruge adentro contenida por la timidez natural. Hombres hay en quienes, de suyo, la sorda energía sobrenada, estalla al fin, y los liberta de su debilidad propia, y hasta suele darles, para el resto de su existencia, cierto tinte de atrevimiento que antes le era extraño. Los hay también que se llevan su furor a la tumba”. (Ibídem.)
Lo que estudia MHU en este ensayo sobre la obra de Reyes es la suma de cardinales interpretativas, estéticas y compresivas de un trayecto literario, poético ensayístico y crítico acentuado en sus grandes obras y en los especiales ritmos creacionales de las mismas. Se pone en evidencia en sus opiniones, los diversos puntos conformativos de la obra y, además, del estilo de lengua asumido, constituido y pronunciado por Alfonso Reyes.