Teatro de cuerpos. Teatro de sombras. Teatro de apariciones. Teatro de vida. Teatro de muerte. Teatro de resistencia. El camino-cuerpo. El ritmo de las voces. El mundo como escenario. Lo que se concentra como campo de fuerza es justamente lo que interpreta el actor: la vida y la muerte como dialéctica del fragmento y del simulacro; como estética de lo oculto y lo transparente, de lo visible y lo invisible. Gestualidad que se escucha y vocalidad que grita en el cuerpo. Así, el espectáculo que nos propone Haffe Serulle convoca los poderes del cuerpo y de la voz.

¿Cuál es en dicho caso la propuesta teatral de este dramaturgo dominicano? El todo y la nada. El lenguaje roto y la mirada múltiple. Fragmentación y discurso del-sobre-a partir del vacío. Del ontos y la representación. La significancia y el deseo. ¿Puede el desgarramiento ser leído en la contorsión, en el movimiento de la voz y el cuerpo?

Aleluya es un texto abierto por todas sus huellas y hendiduras. Las voces de su inscripción son anónimas, a veces legibles; otras veces ilegibles en el dinamismo escénico, en cuyo fundamento visual y textual descubrimos las cicatrices de la identidad o las identidades del cuerpo y de la voz. La noción de comienzo está marcada y extendida por un ritual de los orígenes cuyo, nivel de chamanismo y empatía reproduce los estados de la imaginación sentiente. Se trata de un relato, de una dialéctica teatral donde el imaginario transforma lo real en rizoma, tejido, texto que se abre y se cierra en el cuerpo, en el deseo y el contradeseo de la voz y su dinamismo cultural.

En Aleluya (2009), el espacio escénico y el actor-mecanismo, acróbata, saltimbanqui, mago y supermarioneta, activan el juego como potencia mimética y poiética. La “boca” escénica reproduce la metáfora, el campo del poder y al mismo tiempo la alegoría de un cosmos cuya arquitectura es una inmensa máscara, órbita y connubio, cuita y revelación, escenario de una escritura que desarrolla la acción violenta y a la vez profética, ígnea y corrompida por sus fuerzas mágicas, simbólicas e imaginarias.

La narrativa fragmentaria de este espectáculo en cuyo eje encontramos las oposiciones vitales, ontológicas, psicológicas y antropológicas de la teatralidad, propicia desde sus núcleos los contenidos y significaciones de un cuadraje dramatúrgico y escénico marcado por secuencias dialógicas, visuales y accionales. El mismo contexto donde los personajes de Aleluya se oponen en líneas cardinales de movimiento y productividad escénica produce la “diferencia” y el mundo simbólico-ritual de la obra. Los conjuntos textuales nucleares activan el tema y sus rizomas en el espacio de la significancia teatral.

En efecto, las líneas de dirección construidas por el director y dramaturgo Haffe Serulle, producen en su interpretación las visiones de un sentido y una semiosis espectacular organizada como voz y cuerpo, sonido y mecanismo, luz y objeto desde la polifonía escénica generadora de significados visuales, textuales y culturales, actanciales y vocales. La ruta por la cual se hace visible una consciencia dialógica, corporal, escenográfica y sonora, participa entonces de las huellas y alegoremas justificados por la vuelta al texto de base.

En efecto, el director, los actores y el dramaturgo, responden a un programa justificado por el fundamento mismo de una teatralidad confluyente en el acto significante de sus imágenes  originarias y por la puesta en crisis de la vocalidad y la gestualidad en el espectáculo propuesto y diseñado por el dramaturgo y director Haffe Serulle. Aleluya es aquel espacio que remite a imágenes originarias donde podemos advertir los ejes de la dramaturgia asumida por nuestro autor desde su concepción acrobático-antropológica de la teatralidad.

Se trata de un proceso de creación que abarca hecho y forma, sentido y alteridad, mirada y mundo en movimiento y reversión. El texto de Aleluya está marcado, además, por recorridos actorales, dramatúrgicos, coreográficos y direccionales que van articulando de manera diasincrónica el subtexto teatral y los desprendimientos o rizomas que complementan el espacio de fondo y superficie del espectáculo.