Acaba de cerrar en Madrid la semana internacional del orgullo LGBT. Un slogan lucía visiblemente en la emblemática Plaza Mayor “Ames a quien ames, Madrid te quiere” Inequívoca muestra de tolerancia y respeto por las autoridades, sin importar preferencias.
Quiso el azar que yo anduviera para lo ocasión en la capital del reino, que en esos días se convirtiera también en capital mundial del orgullo gay 2017, y paseando por esta cosmopolita ciudad reflexionaba acerca de la transformación y evolución de leyes, conductas y pareceres en aquella nación, pasando en menos de 50 años, de ser una sociedad estricta, severa e intolerante que discriminaba, acosaba y humillaba a cualquier ciudadano sospechoso de homosexualidad, a ser una sociedad moderna y tolerante con cualquier tipo de diversidad, brindando, en este caso, apoyo institucional y sin reservas a esta iniciativa “multicolor”.
En tiempos de dictadura
Allí, durante los casi 40 años de dictadura del Generalísimo Franco, la homosexualidad era penalizada y reprimida, incluyéndola en las actividades afectadas por la “ley de vagos y maleantes” por lo que la policía podía detener, fichar e incluso torturar a cualquiera por el mero hecho de tener una preferencia sexual distinta a la que ordenaba la Santa Madre Iglesia. De hecho, había centros para corregir dichas “desviaciones” con métodos, digamos, poco delicados. El régimen entonces, tenía la potestad de inmiscuirse en la vida privada del ciudadano e imponerle medidas drásticas en clara violación de los derechos humanos.
A Miguel de Molina, por ejemplo, connotado artista folclórico, que también se convirtió en empresario de su propio espectáculo, a pesar de su éxito en los escenarios le hacían la vida imposible por su “amaneramiento” y después de unas cuantas palizas decidió dejarlo todo harto de vejaciones y marcharse a la Argentina. Sí, la homosexualidad era un delito que se pagaba con la humillación, la cárcel y en ocasiones hasta con la vida, como aconteciera con el poeta universal Federico García Lorca.
Es de sobra sabido que cuanto menos libre y democrático es un país más se practica la intolerancia y más se incentiva la homofobia. Pero la España fascista de Franco no fue la única nación que perseguía la homosexualidad. Reinaldo Arenas, reconocido escritor cubano fue un opositor al gobierno de Fidel Castro, más perseguido por su condición de gay que por la de disidente; por cierto, Arenas fue uno de los pocos escritores que entonces, tuvo la valentía de expresar su condición sexual sin simulaciones.
Paradójicamente, en el la antigua Grecia y aún en la antigua Roma los escarceos y relaciones con personas del mismo sexo no eran cuestionadas, a Alejandro Magno y a Julio César se les conoce por sus campañas militares, no por sus preferencias en la intimidad de sus aposentos. Sin embargo, no fueron pocos artistas los que han padecido persecución, incomprensión y cárcel por su sospecha de homosexualidad, como sucediera en el siglo XIX con el escritor irlandés Óscar Wilde o el pintor alemán Paul Höcker.
La aversión hacia otras opciones sexuales, es un mal que suele permear desde el Estado a todos los estratos de la sociedad, y entonces la intolerancia hacia la diversidad se hace latente entre la propia población, sobre todo entre la de menor nivel cultural, es decir, la menos crítica, llegando en tales casos a padecerse la homofobia desde el propio núcleo familiar. Esto ha provocado, en tiempos de dictadura fundamentalmente, que muchos ocultaran su condición sexual para evitar rechazos y vejaciones, y no “hayan salido del armario” hasta que han soplado convenientes vientos de libertad.
Y ese precisamente es el motivo de la celebración. La semana del orgullo gay con todo su colorido y todo su folclore se felicita porque hoy se acepta la diversidad.
No falta quien se hace el siguiente cuestionamiento: si no se celebra el “orgullo heterosexual”, por qué hacerlo con el homosexual, y la respuesta es bien sencilla. Yo, que soy mujer, por el hecho de que me gusten los hombres, o usted señor por el hecho de que le gusten las mujeres, no hemos sufrido persecución ni acoso por parte de la familia, la policía o la Iglesia; por eso, como heterosexuales no tenemos nada que celebrar. Sin embargo, los colectivos que sí la han padecido por siglos, hoy celebran la aceptación y la mentalidad tolerante de estos tiempos en los que, a la gente se le aprecia por su profesionalidad o por sus valores, no por sus gustos.
Desgraciadamente todavía existen muchos países con ideas retrógradas, donde la homosexualidad es penalizada, el racismo latente y la intolerancia religiosa evidente. Precisamente por eso se pretende que este acto de aceptación a la diversidad haga el eco suficiente como para llevar esperanza a los que aún padecen la incomprensión y el miedo.
El World Pride Madrid 2017 contó con una rica programación apoyada por artistas, voluntarios, instituciones de la Comunidad, grandes conciertos gratuitos en plazas públicas, conferencias sobre derechos humanos, arte, cultura y deporte custodiado y protegido por la policía que sellaron un “sí” al respeto por la diversidad.
Como dominicana, sueño con que mi país también evolucione y sea más tolerante y más respetuoso con la diversidad, dejando atrás actitudes rancias y obsoletas como la homofobia, la xenofobia o el racismo.
Por lo pronto, esta ocasión, Madrid se dignificó apoyando incondicionalmente esta iniciativa. ¡Felicidades!