En esta plaza comercial, ver a un joven limpiabotas acostado simulando dormir al lado de dos niños sentados, también del mismo oficio, pedir dinero a clientes que entran o salen en la misma puerta de un banco es espantosamente común.  Cuando seguridad se descuidó les reclama, se mueven lanzando improperios impublicables  a la puerta de otro o esperar, a distancia pueden leer clave de usuario, que alguien termine una transacción en cajero automático.  Se turnan para asediar a los ciudadanos desde que entran al estacionamiento con la oferta de limpiar zapatos o la demanda agresiva del “deme algo”, y ver a más de diez esparcidos por el frente de todos los negocios despeja dudas que es territorio marcado y con olor que lo confirma: son los verdaderos dueños del área pública de una plaza con siete oficinas bancarias, tiendas por departamentos, heladerías, salones, barberías, consultorios y otros negocios.

La caja de limpiabotas y la realidad o apariencia de ser menor edad forman el escudo de impunidad a un asedio que devalúa diariamente el valor de las empresas y atenta contra la estabilidad del empleo.  Hay frecuentes robos de faroles, centros de aros y otros adornos a los vehículos  o vandalismo a la carrocería de antipáticos no pagan peaje compulsivo a la pobreza.  Los empleados que se solidarizan con clientes acosados y se atreven a llamarles la atención, son amenazados y algunos han denunciado  agresiones.  Una tienda que los sorprendió con un evento en la explanada sin solicitar previamente su consentimiento, fue boicoteada por los mozalbetes durante la inauguración y un invitado que los regañó recibió un latazo en un brazo.  El centro de comando para planear acosos y fechorías es la heladería.  El más vulnerable. Ahí no hay “guachi” que los pare de las sillas y mesas reservadas para los clientes y sólo trabajan mujeres ya impotentes o cansadas para enfrentar burlas y abusos se han vuelto costumbre.

No hay forma que pueda uno conectar estos jóvenes  con el Tom de René del Risco. Nada de “velada ingenuidad en la mirada”;  a la franca, es la altiva y desafiante de fiera cree marginalidad justifica violencia. Menos todavía percibir la pureza e incorruptibilidad que el doctor divorciado de extranjera y huérfano encontró intacta en su amigo de infancia limpiabotas.  En el cuento, Tom y su pandilla no molestaban a nadie cuando recogían la azúcar parda quedaba en el piso de los vagones al cargar los barcos; en la cruda realidad, captada en cámaras de seguridad, los dueños de locales comerciales ya no saben qué hacer con los que rompen las puertas de los baños y cargan con todos los papeles, jabones y cualquier otra cosa de valor, sin el menor miedo a ser grabados en vivo o consecuencias por querellas en destacamento. 

Como sigue el paulatino éxodo de los negocios y las citas para ver locales de alquiler son como los años bisiestos, la administración de Galerías Naco II está decidida a tomar acciones.  Un plan comprensivo para la seguridad de los clientes y los empleados ha sido solicitado a consultores del área, en una acción que involucrará compañía de guardianes, la Policía Nacional y asociaciones sin fines de lucro (ASFL) que trabajan con jóvenes y niños de las calles.  A los ciudadanos que vienen a la plaza será posible pronto darles seguridad similar a la que encuentran cuando van a un centro comercial cerrado.  También se harán las demandas a las nuevas autoridades municipales para que las aceras circundantes dejen de ser rehenes de cocinas ambulantes y el entorno esté, aunque sea un poco, acorde con sector paga tributos por propiedad suntuaria.

La directiva entiende que en los “malls” de la competencia, simplemente, no caben todos los negocios, todos los clientes y todos los turistas de Santo Domingo.   Plazas abiertas y cercanas pueden recuperar su atractivo y mejorar.  La banca por internet no sustituirá a las sucursales, por eso congrega a siete.  Eso debe ser imán para atraer negocios similares, asesores de inversión o puestos de bolsa, si el entorno deja de ser más atractivo para bulloso colmadón.  Don Eros tiene quince años caminando sólo a la misma barbería, no es justo el dilema de buscar ahora alguien que lo acompañe o que el Chino vaya a recortarlo  a domicilio.  En la recepción de un gran hotel cercano el turista debería ser informado de las diversas opciones puede encontrar en la plaza, no una advertencia de que puede ser abrumado por bandas juveniles si allí se asoma caminando.  Devolver seguridad y el adecuado clima que requiere una actividad comercial es vital para que el capital invertido y el trabajo contratado para servir al consumidor y obtener rentabilidad,  no haya sido en vano. 

Ningún menor o adulto tiene derecho acosar o agredir a un cliente o empleado de un negocio de la plaza.  Es loable que se busque la forma de evitar que esos menores limpiabotas lo hagan con una impunidad que asusta y es un caldo de cultivo para fechorías mayores en el futuro.  No se trata de excluirlos o de convertir la plaza en un Admirals Club.  Es hacerles entender normas elementales de convivencia y buenas costumbres que están escritas en códigos para respetar al prójimo y las empresas.   

Los negocios, sus empleados y los clientes no son culpables de su situación. Pagan impuestos que permiten construcción de escuelas donde deberían estar. También  las transferencias a entidades públicas con responsabilidad investigar a sus padres o tutores que lo tienen expuesto al riesgo de la calle o al culpable de explotación infantil que los convirtió en plaga y pandilla.  Este drama humano está contemplado en el plan de la directiva, ya que va a incorporar la asesoría de ASFL laicas o religiosas con experiencia en tratar con menores son inducidos a trabajar y vivir en las calles.  Se espera con mucho interés la convocatoria para conocer esta iniciativa como principal punto de agenda, la cual de seguro contará con el apoyo de los bancos de la plaza en costear un porcentaje mayor que su parte alícuota del presupuesto.  ¡Manos a la plaza!