A los que escriben versos se les aceptan licencias poéticas. La misma tolerancia hay que tener con los articulistas. “El secuestro del ahorro” es otro título efectivo escogido por Alejandro Fernández en su campaña de orientación a los usuarios de servicios financieros. Una preciosa presentadora en minifalda puede dar a un productor de televisión los segundos de pausa que permitan, al televidente con el control remoto, evaluar su programa. Para evitar que el lector pase de largo la página, en la buena titulación está la diva con poca ropa; condición, tal vez, necesaria, y, por supuesto, no suficiente, para lograr un artículo de impacto controversial.
Con secuestro en el título, Alejandro apela a la carga emocional que implica ese acto de barbarie. Ubica la naturaleza del que describirá con la ilustración de un lobo, en saco y corbata, que sujeta a un cerdito enjaulado, mientras presenta al dueño del chancho un contrato para que lo deje en su crianza o cautiverio. Remata con la descripción atractiva de un caso financiero, los préstamos con garantía de ahorros, donde un lúcido personaje presenta una opinión de racionalidad, a prueba de balas, para desestimar la oferta en los términos que se plantean.
Vincular los créditos que se conocen como “peso por peso” con una actividad violenta, es un recurso retórico, donde no encuentro intención de ofender a los banqueros. Fuerza bruta aquí no hay. Don Antonio decidió abrir su cuenta de ahorro por voluntad propia, sin mediar ningún tipo de coacción, con la finalidad de hacer depósitos programados. Aunque su intención era hacer un solo retiro cuando alcanzara su meta de ahorro, el banco le tenía su dinero disponible en todo momento. Se lo pudo haber llevado sin dar explicaciones, pero es él quien inicia libremente con su oficial de cuenta la conversación que se describe, sobre opciones para financiar las vacaciones que motivaron su ahorro.
En el diálogo Don Antonio descarta, por onerosos, usar la tarjeta de crédito o un préstamo de consumo. El representante de negocios pone a su consideración la modalidad especial en la que puede usar sus propios fondos como garantía, dando información completa de las condiciones. Toñito tenía libertad para sopesar el trato; Betancourt, no. El pudo consultar con Lucía, su pareja; Eleonora no supo más de Aldo. Otra prueba de la ausencia de barrotes, jaulas y cadenas es que, de haber aceptado el trato, Don Antonio podía deshacerlo sin penalidad alguna. El prepago de obligaciones libres de cargo es casi un derecho natural del deudor bancario dominicano. Como ven, no hay semejanza alguna con eventos en que “prueba de vida” del cautivo derivan tensas negociaciones, para que el monto del rescate se acerque a lo razonable.
Lucía hace una correcta exposición de la desventaja financiera de esta operación que, en otros casos, es una opción ventajosa para los clientes, por ejemplo, de certificados financieros. Las tasas de interés de estos instrumentos generalmente aumentan con los plazos y, dentro de un mismo plazo, se pagan en rangos de acuerdo a los montos invertidos. Un cliente apremiado de liquidez que tenga que usar parte de sus propios fondos, puede incurrir en un costo por penalidad de retiro anticipado más el de reinvertir a menores tasas que las pautadas originalmente. Esto último porque llevaban tendencia decreciente al momento del retiro o porque la inversión, ahora reducida, cae en un rango menor de la escala. El préstamo con garantía ahí ya no es como el salvavidas de plomo que Lucía dice le ofrecieron a su esposo.
Ella también, ojo aquí, deja implícito que su marido andaba sin brújula desde el principio. Su consejo muestra que fue un error utilizar una cuenta de ahorro para alcanzar el monto necesario para ir de vacaciones. Esa libreta es el título de tasas menores y donde, de acuerdo a otro riflazo de Alejandro, la forma de capitalizar intereses puede dejarlo sin ganar un centavo en algunas entidades. Lucía recomienda instrumentos donde pagan mejores intereses. ¿Quién? El Banquero Feroz. ¿Síndrome de Estocolmo? Nada que ver. Lo suyo fue un recurso para secuestrar la atención sobre otra entrega de su campaña de educación financiera, que encuentro honesta, desinteresada y con méritos de sobra para ser comentada. Aquí da buenos consejos, opino que su crítica no descalifica a un producto válido en otras circunstancias y queda pendiente la que tiene sobre los métodos de liquidación de intereses en las cuentas de ahorro.