Hasta hace algún tiempo eran muchos quienes creían lejana la posibilidad de que el PLD fuera desplazado del poder.

Tanto así, que el tres veces presidente de la República, Leonel Fernández, se permitió augurar que al finalizar el segundo mandato del presidente Danilo Medina seguirían consecutivamente en el poder otros 6 gobiernos morados.

Pero aquí cabe perfectamente el razonamiento de nuestros campesinos de que una cosa piensa el burro, y otra muy distinta el que lo apareja.

Leonel, como otros jefes del PLD, creyeron que podían hacer cuanto quisieran con la sociedad dominicana, que a ellos todo les quedaba bonito y que todo desbarre les sería celebrado por siempre jamás.

Creían que llegar al poder bajo la inspiración de “Servir al partido para servir al pueblo” y luego hacer todo lo contrario, burlarse del pueblo sirviéndose ellos, pasaría ante los ojos de la gente como quien ve la lluvia caer.

Y de pronto la torta se le ha cambiado al PLD. La acumulación de grandes escándalos de corrupción, impunes durante décadas, el colapso institucional, el dilatado descalabro de servicios públicos básicos y la insalvable brecha entre el aletargado poder adquisitivo de la población y el alto costo de la vida, han causado estragos irreversibles –al menos durante un buen tiempo– en la marca PLD.

A tal punto llegaron la decepción y el hartazgo de la población con el PLD, que apenas a 5 meses de la instalación de su último gobierno se produjeron las más grandes movilizaciones sociales que se recuerden, en rechazo a tanta impunidad frente a la corrupción administrativa, en las protestas de #MarchaVerde, que según midiera Gallup alcanzaron hasta el 91% de apoyo del electorado.

La cansona letanía de un partido envuelto en una rebatiña entre el presidente Danilo Medina y el ex presidente Leonel Fernández ha sido otro factor negativo de lo que antes fue la imagen casi impoluta del PLD.

Tal es el deterioro que padece hoy la marca morada, que ni la nublazón propagandística del PLD, parte fundamental de la montaña del despilfarro de los fondos públicos, ha servido como mecanismo de control de daño.

Por eso en la encuesta Gallup-Hoy de hace unos días salió a relucir por vez primera que el partido de gobierno es la organización política con mayor tasa de rechazo.

Preguntados sobre el partido político que menos les simpatiza, un 30% respondió que el PLD, siguiéndole su aliado PRD, con un 23%, mientras los no simpatizantes con el PRM se redujeron a un 10.6%.

Hoy Luis Abinader, aspirante presidencial del PRM, comprometido con la articulación de un amplio frente de fuerzas favorables a un cambio que sustituya al agotado modelo de gobierno del PLD, es la figura que convoca el mayor respaldo de la población en camino a las elecciones de 2020.

Es tal es el descalabro de la imagen del PLD, que uno de sus principales grupos dejó hace tiempo de publicar encuestas mientras el otro sale ahora con un abultado lanzamiento mediático, intentando enterrar en vida a sus oponentes, y olvidando su petición de dejar que los muertos entierren a sus muertos.

La gran mayoría de ciudadanos que rechaza la idea de una reforma constitucional para dar lugar a un intento de repostulación del presidente Medina,  es sólo un adelanto de que la marca PLD es un pavo al que le llegó su navidad.